La sirena y el hombre de coral

Poemas de Juan Calderón Matador





Cortina

El agua es la cortina del misterio,

espejeante velo que descorren

las manos de la espuma.

El mar

es un gran escenario,

en donde toma forma la leyenda

cuando la luz se confabula

con el negro del drama.

Las criaturas de ayer

repasan el guion de su teatro

ocultas tras sus largas cicatrices.


Voz

Sin memoria de escamas,

del beso de dos olas,

brota con forma de sirena

la que fuera mujer de tierra adentro.

 

Las plantas de sus pies rozan la orilla

y allá, donde debieran dibujarse

talón y dedos breves,

nace el contorno del  misterio

y una voz que me llama.


Regresión

Tras haberme nombrado

embajador de su memoria,

los párpados se vuelven perezosos,

mis ojos se ensombrecen

y ya tan sólo escucho las palabras

de la mujer-sirena.

Recorro los senderos

por donde me conduce

y su vida de ayer

regresa clandestina hasta mi hoy.

 

Cuando me sabe absorto,

totalmente rendido

ante el poder de su relato,

la voz se desvanece entre las flores

prendidas en el pelo de una novia.

 

Su rostro y el de ella son el mismo.


El hombre

Se adhiere mi atención a los vaivenes

de las telas nupciales,

y tras ellas me adentro en el bullicio

que precede al cortejo.

 

Reconozco sus formas

veladas entre tules.

 

Al fondo de sus ojos nacen

los ríos que alimenta el llanto.

 

El hombre que la espera no es el hombre

por el que se desboca

su joven corazón,

pero le fue el futuro concertado

cuando aún albeaba su existencia.

 

La novia

La novia,

más que camino del altar,

parece que avanzara hacia el cadalso.

 

Los padres e invitados,

ajenos a su drama,

se cuelgan la alegría

en labios y en escotes.

Nada les hace reparar

en la inquietante nube

que vuela sobre ellos, obstinada

en ser el Ave de plumaje negro.

 

Ángeles

Hay un vuelo de ángeles custodios

protegiendo a la joven,

le cantan al oído,

tratando de insuflarle

un poco de alborozo,

pero la risa

es una mueca en el balcón

de la boca temprana.

 

En su mente, son otros

los planes que la empujan

hacia los precipicios.


Nube

Baja la negra nube hasta envolverla.

 

Trepa la novia el farallón.

El vestido nupcial se hace jirones

y queda moteado por el rojo

de su sangre de huída.

 

Sin comprender, la siguen

parientes e invitados,

atónitos los ojos,

los brazos extendidos

queriendo detenerla,

pero ella ya es juguete del vacío,

un pájaro sin alas

que cae más deprisa

que el vuelo de los ángeles.

 

Derrota

Los ángeles se marchan derrotados,

sabedores

de que la hermosa chica

ya es una criatura de las aguas,

y en la orilla del mar le llora un duelo

al que no reconoce como suyo.

 

La voz de la muchacha

se convierte en un grito

que desde entonces vaga

con un mensaje para el hombre

arraigado en su pecho,

en el que le suplica

que venga a rescatarla cuanto antes.

 

Llamada

El hombre

escucha la llamada en tierra adentro,

ese rumor de olas que le traen

mensajes muy lejanos

en una clave extraña.

 

Azogue

El azogue

invade la estatura

del mozo en su desvelo

y el llanto contenido

le araña el interior

cuando contempla el mar,

sin poder descubrir cuál es el hilo

que lo sujeta fuertemente

a los acantilados

y a su nostalgia antigua.


Melodía

Una mujer desnuda

se asoma con frecuencia entre las olas,

danzarina de agua

que se ajusta al compás de la marea

y prende la atención

del hombre que la mira en la distancia.

 

No hay palabra en su boca,

sólo una melodía

que impregna de matices el ambiente

y se adueña de todo el que la escucha.

 

Él sabe que en sus ojos

se ocultan los misterios que les unen

y busca entre las rocas el camino

que acorte la distancia.

 

Ruta

Antes del primer sol emprende

la ruta que  le marca

su brújula  intuitiva.

 

La luna le acompaña

vestida con un traje

de escamas y presagios.

 

Barco

Es su barco

un seno de mujer,

la vela,

dos jirones del traje de la luna,

y en un cofre sellado

custodia

los mejores latidos de su pecho.

 

Son caricia las aguas

al tirar de la nave

sin que apenas el hombre se de cuenta

de que el barco se aleja

por la inquietante ruta de los peces.

 

Rodilla

Pequeña como pez

sube por la rodilla del muchacho

para hallar acomodo

entre el vello del vientre.

Desde allí le regala sus canciones

de notas sostenidas y le muestra

un mapa perfilado

con pequeñas partículas de conchas.

 

Debajo de las aguas,

las  atipladas voces

de las sirenas viejas

la llaman, temerosas

de que el amor humano

anide en sus entrañas

y se llene de envidias la colonia.

 

Pero ellas desconocen que el afecto

tiene trenzadas ya

sus vidas desde antaño.


Pechos

Él juega con sus pechos diminutos

y le trenza el cabello.

 

Se zambulle

la mujer-pez y es perseguida

bajo las olas por el hombre.

 

Es tan dichoso como un niño

al nadar mar adentro

tras de la melodía de su amada,

pero cae en la red de los cabellos

de la oronda sirena

que protege la puerta de las aguas.

 

Busca entre sus escamas

y no encuentra la ruta

para salir del mar,

y en el censo del Reino de Neptuno

queda su nombre inscrito.

 

La joven sirenita

incrédula lo mira

convertido en coral bajo las aguas.

 

Resurrección

En un juego continuo,

la mujer-novia resucita

entre piedras y sangre,

luego se oculta bajo el agua

de donde emerge hecha sirena

para representar su vieja historia

ante los seres solitarios

que quieran contemplarla,

como hoy

lo ha hecho para mí.


Juan Calderón Matador es miembro de honor de la Unión Nacional de Escritores de España.