Diego Alonso Cánovas, poemas

Las prisas de última hora

 

“Que la vida iba en serio

uno lo empieza a comprender más tarde”

                                 Jaime Gil de Biedma.

 

Y yo, que siempre he sido flemático y pausado,

metódico y tranquilo,

gozando a ritmo lento de un tiempo casi eterno,

como músico que interpreta un adagio

y va saboreándolo

nota a nota, hasta la última, ...

Ahora tengo prisa.

 

Yo, que siempre he tenido la paciencia

de un pescador de caña,

y la serenidad de un mar calmado, ...

ahora, en mis ocasos, me desdoblo en urgencias

contra la finitud.

 

Ahora, cuando más lo necesito,

se me ha venido el tiempo abajo;

y aquellos que me habitan tienen prisa

porque saben muy bien que ya se acerca

el final de esta obra

y no han salido a escena todavía.


A un bastón de Antonio Gala

Tu noble cuerpo de madera erguida

soporta con honor la delicada

figura quijotesca, cuya alada

pluma sangra belleza por la herida.

 

Dinámica columna convertida

en pulcro báculo o galante espada,

marfileña cariátide encimada

donde descansa el peso de una vida.

 

A pesar de tu extrema delgadez

también haces funciones de coraza,

de invisible muralla que rechaza

 

el verbo hiriente de la insensatez.

Dispuesto siempre, como un fiel amigo,

¡qué suerte tiene de contar contigo!


Dioses de consumo

Creo en los Centros Comerciales,

creadores de hedonistas ilusiones

con sus amplios recintos luminosos

y sus escaparates que me ofrecen

una felicidad a mi medida.

Creo en su música ambiental,

subliminal sirena embaucadora

de dulce voz y anestesiante encanto.

Creo también en la publicidad,

imagen tentadora, voz todopoderosa

de los siete placeres capitales.

Creo en la atenta cámara,

ese nuevo y callado Can Cerbero,

acechante sombrío,

vigilante del Hades consumista,

que todo lo controla.

Creo en la vida casi eterna

de las livianas bolsas de omnipresente plástico,

portadoras del tiempo hecho vana materia.

Y creo en el dorado precipicio

que se encuentra al final,

en el amargo límite

del último pasillo.


Oda a un vago

De la bendita paciencia

Dios te colmó con su gracia.

Lo que te quitó de audacia

te lo donó en indolencia.

¡Enemigo de la urgencia!

¡Máster en tranquilidad

Irradias felicidad

tomando el sol, cual lagarto.

No te morirás de infarto

sino de conformidad.


¿Destino o libre albedrío?

No sé si carne somos del destino,

ilusos ignorantes del programa

que mueve nuestros hilos y que inflama

de vanos espejismos el camino.

 

Quizás lo de creer que existe un sino,

que somos como esclavos de una trama

urdida en nuestro cosmos, sea el drama

que impídenos salir de lo anodino.

 

Quizás nuestro gobierno es el azar,

el bombo de una inmensa lotería,

pudiendo decidir cuánto arriesgar.

 

Errantes, ignorando la energía

que impulsa y nos motiva a caminar,

nos sirve de horizonte ... la utopía.


Algunas palabras propicias para la Poesía

Algunas son ya clásicas.

Por ejemplo, las flores.

Mencionar el aroma de la rosa

suele dar mucho juego, aunque también es cierto

que lo han usado todos los poetas.

Quizás sea el momento de hablar de los geranios.

 

La soledad también tiene mucho prestigio;

se puede combinar con el otoño,

la luna, la caída de las hojas

y ver llover detrás de los cristales

mientras piensas en ella,

ella que ya no está,

y tú que te lamentas y arrepientes.

 

El mar se  presta a todo en los poemas.

El mar. La mar. Su brisa …

El mar y sus variantes:

... "el incesante batir de las olas",

... "búscame junto al mar, pensando en ti",

... "el infinito mar y el cielo azul"

(que ni es cielo ni azul).

 

Y los ojos, los ojos siempre:

ojos claros, serenos,

ojos como luceros en la noche,

dos minas de azabache, dos puñales, ...

ojos para la pena o el amor,

con sus ríos de lágrimas …

 

Y el tiempo, eterno tiempo que se agota.

Utilízalo como

aliado del olvido, por ejemplo.

     Lento para el dolor.

     Demasiado veloz para el placer.

     El tiempo como sádico culpable …

Ha llegado el momento

de ver su cara amable en más poemas.

Pero esta noche no.

Esta noche me ha dado por pensar

que se me está acabando.


Por la calle del aire

(Seguidillas de Vera)

Por la calle del aire

viene subiendo

una falda que, a ritmo,

la mueve el viento.

 

Unos ojos la siguen,

de sueños llenos,

y hasta la plaza llegan

sus pensamientos.

 

En la torre se alegran

las cinco esquinas,

y en el pecho del joven

la sangre grita.

 

Sus miradas se cruzan,

se para el tiempo,

otra historia comienza

de amor y fuego.

 

La vida se repite

siglo tras siglo,

nuevas son las personas,

antiguo el rito.


Soneto a un café matutino

Cantábrico oleaje que golpea

y aleja mi desánimo impasible,

alzándome, creyéndome invencible.

¡Hechizo que mi mente desbloquea!

 

A ti recurro cuando merodea

la musa del sillón, irresistible,

sutil embaucadora apetecible,

horizontal sirena que sestea.

 

Contigo surgen ríos abundantes

de imágenes brotando sin mesura,

de verbos escondidos, palpitantes.

 

Armado con tu aroma y tu negrura

me enfrento a mil batallas con gigantes

y emprendo mi diaria singladura.


Niño negro y buitre

Son sus piernas como alambre
¡Por hambre!
¿Quién le ha tocado en su suerte?
¡La muerte!
¿Qué le ronda en su cabeza?
¡Tristeza!
Pues, si reina la pobreza
en el negro continente, ...
comprende lo que se siente
con hambre, muerte y tristeza.


Aritmética eres tú

No me cuadran las cuentas con tu cuerpo …

Si intento calcular los beneficios
que obtengo cuando estás a medio metro
me sale un dividendo favorable,
un tipo de interés a corto plazo
que aumenta en proporción a tu mirada.

        No me cuadran las cuentas con tus ojos …

Me dicen que si elevas al cuadrado
el código secreto del mensaje
obtienes el sentir de mis latidos
más dos veces la curva de tus labios.

        No cuadran mis latidos con tus besos …

Repaso el enunciado del problema
corrijo el planteamiento de tu talle,
resuelvo la ecuación con una incógnita
y obtengo que la “equis” … eres tú.

        Todo cuadra si acorto la distancia.


Infinito

Más allá de esa nube,
allí donde convergen las rectas paralelas,
allí habita el misterio de tu mirar callado.

Allí donde los puntos suspensivos
de tus curvas simétricas
divergen y divergen, -como un rayo de luz
descompuesto en un prisma-,
allí guardas la llave de tu mirar perdido.

Allí donde sucede lo imposible,
más allá de ese cielo,
más allá de los límites.
Allí tienden tus ojos
cuando, absorta y aislada en tu universo,
solo escuchas a nadie.


Ante una foto de mi infancia

Este que veis aquí tan candoroso,
con cara de inocencia y lozanía,
se encuentra agazapado todavía
reinando en mi inconsciente silencioso.

Este niño con ojos de curioso,
montado en un vapor de fantasía,
tan callado, me dicta día a día
su agenda, como dueño caprichoso.

Y me lleva en su nube levitando,
y me invita a soñar con lo imposible,
y su cuerda locura va atrapando

a este huésped pasivo e impasible.
Este que veis aquí, tan entrañable,
de todos mis aciertos es culpable.


Diego Alonso Cánovas es miembro de honor de la Unión Nacional de Escritores de España.