Antonio Mata Huete, poemas

Piedra de salitre 

La leche es una piedra de salitre

En boca de los niños harapientos...

 

Hiel y subterfugios en los labios heridos...

 

Nadie se pregunta por el hambre en los dientes

Desclavados de espanto en la boca acallada,

Nadie elige nacer en el lado perverso

Donde el agua es mentira

Y la leche un pedazo de piedra de salitre...

Nadie elige morir entre el ruido infernal

Que provoca la sangre brotando entre el silencio

Con los buitres vaciando las cuencas de los ojos...

Nadie elige vivir si la vida no quiere.

 

Hiel y subterfugios en el aire reseco

Entre tanta agonía

Aprendiendo a morir con el miedo cruel

Aferrado a las uñas escarbando la sal de la vida improbable,

Aprendiendo a crujir el frío en las entrañas

Con ceniza en los labios y un gemido de angustia

Quebrando la garganta...

 

Nadie aprende a nacer si no le pertenece

Una piedra, de leche o de salitre, que le sacie su infamia.

 

Hiel y subterfugios en la putas palabras

Prostitutas en versos podridos y hueros...

 

¡Qué el perdón nos asista a tantos desalmados

Vendedores de humos a saldo en los mercados!,

Qué la furia del hambre que crece en los eriales

Agostando los labios,

Que maman sus miserias en piedras de salitre,

Caiga sobre el necio que se escribe indulgencias

Y se aferra a la gloria de la miel ahuecada…

 

¿Dónde escondes, ‘poeta’, tus vergüenzas?

Cada gota de leche que no alcanza la boca en un niño harapiento

Es un verso baldío que se escupe en el viento

Y el viento nos devuelve…

Y nos ciega los ojos y araña la conciencia.

 

Si el verso no es un arma que apunte contra el miedo

¡Decidme en qué Parnaso escondo mis vergüenzas!

 

¿En el nombre del qué, y del cómo y del cuándo,

Dormimos a los niños con fábulas y artimañas...?

 

En el tiempo en que apenas marca en los relojes

La espada en un segundo,

Se derrama en los ojos lágrimas de leche

De unos miles de cientos de arrapiezos hambrientos...

 

Piedra de salitre,

Dentellada mortal que crece y florece

En barbechos sembrados de sal e inmundicia.

 

En las cuencas vacías donde anida la noche

Las moscas se deleitan,

Alimentan codicias hambrientas

Punzando la carne de muertos en vida

Mamando la sangre... si es que sangre queda,

Las tetas de las madres, de arcilla reseca,

Manan un salitre de leche de piedra,

De grietas abiertas...

Que crujen los dientes que chupan miseria.

 

¿Hasta cuándo el silencio callará esta parábola?

 

Duele la impudicia en este camposanto

Que preña la tierra con este calvario sin cruces,

Duelen los quejíos de tanto silencio inocente,

Duelen las vergüenzas rotas en la boca,

Las llagas del hambre que brota por ríos de sangre,

Sepulturas ciegas sin un crisantemo que llore sus penas

Ni deje un aliento en el aire...

Duelen los pecados,

Duelen porque aprenden a morir callados

Sin un diosbendito que entierre su escoria.

 

Piedra de salitre,

Maná del desierto que crece en los surcos de arena,

Leche de tinieblas que llena el vientre de cenizas.

 

Navaja que no hiere en la garganta

Y calla la conciencia, siempre impune,

Ajenos a un dolor, que a nadie espanta…

Las manos hacia el cielo, ¡una plegaria!,

Qué al menos haya un verso, una palabra,

Que grite esta condena, esta ignominia,

Que ahogue en las gargantas tanta rabia

De siglos de miserias y desdichas...

 

Amanece lluvia ardiente,

Yace el alma de los niños entre las brasas candentes.

 

Desde el reino de los cielos una tormenta de fuego

Descarga toda su furia sobre la manos que imploran

A ese cielo sus plegarias,

¡Y el cielo les llueve bombas...!

Y una piedra de salitre para el hambre de sus bocas.

 

«…En la cuna del hambre / mi niño estaba /

con sangre de cebolla / se amamantaba…»

Miguel Hernández



Invierno

Beber, con las venas incendiadas, llanto y hiel como aguacero

En los párpados impunes

Y los cristales de vidrio sellando todas las puertas

Lacradas por los abrojos… en el camino a tus ojos.

Beber la miel en su cáliz despertando de este insomnio

En el filo del cuchillo que te rebana el resuello

Y desencaja los goznes de las cancelas cegadas

Por la hiedra que te enreda con veneno en sus arañas

Sin versos que recompongan el mapa de tus espantos…

No hay rumores en los huecos que el silencio

Va dejando con su cruz en cada espina

Ni en los mapas que perfilan los desiertos en sus horas

Encadenando escondrijos en los relojes de arena

O esbozando bisectrices por sus bordes

Cuando el tiempo se desangra por las rendijas abiertas…

¿Quién te escribirá epigramas que justifiquen tus versos

En tu eclipse o en tu huida?

Cruje el hielo en la ventana cuando el invierno envenena

Tus sueños con su cadena, y el tañer de la campana

Te encuentra cada mañana desnudo para el viaje

Sin alforja ni equipaje y en las manos tus quimeras,

Tus lejanas primaveras, para pagar tu pasaje.

¿Quién recompondrá tu estampa cuando el miedo ya sea dueño

De tu voz y tu palabra?

Beberte la miel con hiel, aderezando el acíbar,

Cuando el póstumo destino se diluya en tolvaneras

Y el letargo de los días sea el vicio del olvido…

Y el polvo de los caminos sea tu ultima promesa

Esparcida por los surcos de un destierro interminable.


Antonio Mata Huete fue vocal honorario de la Unión Nacional de Escritores de España. Falleció en marzo de 2024.