Teresa Floro, poema

Descubrimiento intempestivo

De visita en la vida,

me hallo en el hábito de caminar hacia la piedra agridulce,

en el punto de inflexión

donde el imprevisto me regaló la sorpresa

de un descubrimiento intempestivo.

 

Duele desvelar que soy tu espejo

y que el asunto es mutuo,

un axioma en toda regla.

 

Ante ti se me presenta la crudeza de la situación,

el imperativo de remover emociones en el cerebro

e iniciar el movimiento de desaprender

toda la existencia anterior,

al encuentro fortuito

en aquella arena engullida

por las olas de espuma.

 

La casualidad hizo un trabajo impetuoso,

al igual que la justicia y el calor prepotente de agosto. 

 

Nuestra ropa batalla

quedándose aún en nuestros cuerpos.

 

El sudor de mi frente muestra la evidencia

de que mi desnudez física

se oculta en ese recato tan grandioso y excusable,

que estoy tan dispuesta a alardear sin demasiada ciencia.

 

Mientras que la tuya es emocional,

de acceso reservado para penetrarla. 

 

Maldita sea la hora

de extrañarte cada día

tras conocer que habitas en el mundo.

 

Mi transformación es el agua limpia que te refleja.

 

Y ahí estamos

con rostros despavoridos,

por el escándalo de las estupideces

dichas y no dichas

que, uno frente al otro vemos en el espejo,

reconociéndonos con todo detalle

lo que realmente somos.

 

Mientras que la sabiduría violenta e incómoda

que nos imponen la vida y el reloj de arena

nos volverá a revelar cada agosto de cada año

por qué nuestros cuerpos

fueron secuestrados por un deseo indomable,

irracional, salvaje…

Porciones bárbaras de excesos

que saben solo a nosotros.


P​oema del libro Secretos empolvados