¿Jugamos? Tú eres mi hijo

Desde mi Orilla

Manuel Fuentes González

Hace unos meses, en las páginas del mismo periódico en las que también publiqué «Derechos de abuelo y nieto», Manuel Fernández Blanco reflexionaba sobre el declive de la función de los abuelos, y también de los padres, como transmisores de historias, ideales, identidad y memoria familiar. Los relatos humanizan la vida, pero «ninguno es más importante que la propia novela familiar», afirma este prestigioso psicoanalista y psicólogo clínico. No puedo estar más de acuerdo.

A veces el cuento parece que evoluciona con personajes cambiados. A decir verdad, no fue una sorpresa cuando mi nieto, a sus tres años recién cumplidos, me adjudicó el papel de hijo, asumiendo él el de papá. El juego «simbólico» ya lo tiene muy interiorizado, a pesar de la corta edad. Un simple trípode, que apenas sujeta el teléfono móvil o una ligera cámara fotográfica, sirvió de instrumento lúdico y formativo. Cual avezados naturalistas e intrépidos reporteros, nos adentramos en una imaginada selva, espesa y variada, saltando de inmediato a los claros de la sabana africana. Fotografiamos todo tipo de animales salvajes, pasando después al ilusorio rodaje de un precioso documental. Nadie emitirá ese trabajo; el pequeño director no muestra interés alguno por la parte comercial.

La hora de la merienda nos devolvió a la realidad. Comía sentado sobre mi regazo cuando la bisabuela ―qué suerte la de ambos― lo sorprendió con una golosina y una pregunta ñoña, mil veces repetida a cualquier niño: «¿Qué quieres ser de mayor? ¿Reportero?». Él negó con el dedo índice, mientras tragaba el bocado. «¿Médico, piloto, bombero, policía?» ―disparó con rapidez la animada nonagenaria, señalando hacia los juguetes más próximos.

La respuesta no se hizo esperar, ni tampoco la sorpresa: «Quiero ser abuelo», dijo sin dudar, riendo a continuación con descaro al ver la mueca dibujada en mi rostro.      

Manuel Fuentes González es vocal honorario de la UNEE.