Historias que nunca ocurrieron

Juan Antonio Palacios

Entre la insolencia, la corrupción intelectual y la mentira, hay historias que a lo largo de los siglos se han contado como ciertas y jamás tuvieron lugar. Chifladuras e insolencias atribuidas a personajes reales pero que no tienen ninguna consistencia ni base documental, ni en la alegría y el gozo de ser ni en el querer tener tormentoso y angustiado por encima de los demás.

Pero puestos a inventar, cuanto más sórdido y degradante sea lo que contamos , desgraciadamente más interés moverá a los que se acerquen para adentrarse en el relato que les narramos , si se adereza con algunos enjuagues y componendas.

Me niego a ser grosero, cruel  y negativo, por eso comenzaré mi historia , con alguna de las formulas conocidas como el “erase una vez..” “hace mucho tiempo” o “en un lugar…” En una ciudad a orillas del mar , conocida mundialmente por ser paso y asentamiento de todas las civilizaciones en la que, todo funcionaba como un reloj de precisión, a la perfección.

Las calles estaban relucientes, los servicios se prestaban  maravillosamente lo que hacía que la gente aplaudieran fervorosamente cuando identificaban a algunos de sus regidores y regidoras en el ágora , en la que les gustaba estar y mezclarse con sus vecinos y vecinas , como uno más de ellos.

Nuestras vidas tiene sus limites , por eso sus habitantes no desaprovechaban ninguna ocasión para disfrutar, para hacer de cada día una aventura distinta y apasionante . Todo el mundo tenía la oportunidad de cumplir sus deseos.

Más del ochenta por ciento de quienes la habitaban habían tenido la ocasión de montar en globo y ver su ciudad desde las alturas, viajar a distintos países, enamorarse de alguien por y para siempre.. Aquellos paseantes eran generosos y una de las primeras cosas que aprendían  desde pequeños es a pedir perdón a aquellas personas a las que hubieran podido hacer daño o a perdonar a todos los que le habían hecho la puñeta..

Desde bien pequeños, cuando aprendian a descifrar signos y grafismos  , estaban acostumbrados a leer tres horas diarias , lo que les hacia más preparados y divertidos . También entre sus obligaciones ciudadanas se encontraba la de asistir semanalmente a un concierto de distintos tipos de música.

A todos los residentes en aquella ciudad marítima les entrenaban a practicar diariamente el sentido común y el del humor , y lo mismo aprendían a cocinar que hacer “puenting” ,”tirarse en paracaídas” o “parapente” , pero sobre todas las cosas hacer sonreír o reír a los demás.

Disfrutaban todos y todas de la compañía de los otros, y les encantaban bailar sin parar , en danzas que le inyectaban ganas de vivir , superar sus miedos, contemplar por las noches las espectaculares lluvia de estrellas , que tan pocas veces suceden y nos dejan hipnotizados mirando los cielos.

Cuando llegaban a la edad de la jubilación, su Ayuntamiento les regalaba un bono especial para poder dar una vuelta al mundo y podían practicar yoga o pilates el resto de sus vidas, lo que les resultaba muy beneficioso  para su salud fisca y mental.

Llegados a este punto, los lectores se habrán dado cuenta que estas historias con tantas cosas buenas y protagonistas felices, no habían ocurrido jamás , y la desigualdad continuaba imponiéndose, y lo que el autor les había contado era producto de sus sueños  y ensoñaciones, de sus deseos de que el mundo podía  ser mejor sin necesidad de ser perfecto.

Esto es verdad y  no miento , como me lo contaron, os lo cuento. Y como dice Bertrand Regader “Si la vida no fuera fantástica seria absolutamente incomprensible”.

Juan Antonio Palacios Escobar está galardonado con la Medalla de San Isidoro de Sevilla de la Unión Nacional de Escritores de España.