Poemas de Norma González Peralta


“Final de show”          

Exuda el bar el realismo del aire indiferente,
el glamur decadente en su pianoforte,
llenando sus botellas vacías de alcohol.

Ya se fueron los clientes
con sus enjambres de dientes,
desplegados en pliegues de labios,
 sudores fríos, ansias desmedidas,
con sus confidencias necias de alcobas
 disueltas en maquillajes marchitos
de “underground”, de la “joie de vivre”

Sobre la mesa sólo queda
el tintineo de los dedos
tamborileando los minutos que acercan
el orgasmo furtivo
de miles de gusanos,
en la penumbra triste
del bar de azules borracho.

Sobre la pobre mesa sólo queda
un vacío de pensamientos,
un olor a humedad,
un presente de vaga rutina,
de caricias falsas, de pasado sin nombre.

Eres por un rato la que resucita
y libera de la muerte,
y vende magia y lujuria por un rato
y vende humo y endiosa al gusano,
por un instante.

Entretanto, la mano meticulosa del pintor
desliza pinceladas de blanco neón
contorneando esos dedos,
esa cabeza inclinada,
ese cabello rubio recogido
y esas piernas semiabiertas en desgano
de la vida que pasa en vano,
sujeta a ligeros baratos de negro encaje
como crespón de muerte,
donde otrora temblara la ilusión de los años,
en la pulpa jugosa de la carne.

Y se queda en el aire
la soledad de vaciar el cuerpo
como un títere esperpéntico.
Y suena en los oídos como un telón,
un tango evocando un final de show:
“Ya no sos mi Margarita,
ahora te llaman Margot”

Norma González Peralta, 2017, perteneciente a su poemario Écfrasis, inspirado en el cuadro “Al bar” del pintor italiano contemporáneo Nicola Migliore de Savignano sul Panaro, traducido al italiano y presentado en la Casa de la Cultura de dicha localidad en la inauguración de la muestra de este pintor, con el acompañamiento en guitarra del maestro Julio Delgado.



Aires de tormenta

El campo todo oscilaba

en mágico equilibrio

a tientas, al son de la brisa

que marcaba los silencios.

 

La tierra crujía en los charcos resecos

bajo el tiempo que marcaba el aspa del molino,

en la fuga sepulcral de los pájaros

en sus destinos de tormenta.

 

Un fogonazo de flashes

abarcaba la bóveda pesada

desde el borde sangriento del círculo terreno

de la pampa perdida en osamentas.

 

Toda tensión en las venas

era vibración expectante

de maizales de granos pardos

erguidos en la penumbra de aire.

 

Estática la espera

ni una señal de remolino.

 

Los hocicos de las vacas

sin espejo en el paisaje

lamían hilos de babas

haciendo fila en la alambrada,

en un peregrinar de latitudes,

allá en el sur de la vaguada

rondando el misterio de los montes

al norte y más al norte,

más allá de todo tala, espinillo o hacha.

 

Todo se metamorfoseaba y tornaba a su sitio,

pensándote.


Visiones, 2017


Valencia


Valencia es una bailarina que me despierta a la vida con su varita mágica cada día
al compás del viento de marzo que hamaca los almendros en las ramas.
Es un sutil perfume de azahares que se estira de las montañas al mar cuando cae la tarde
Es una paleta de colores añiles en el pincel de Sorolla,
una vorágine voluptuosa de imágenes en la pluma de Blasco Ibañez, 
el amanecer tornasol de Machado,
el himno del maestro Serrano hecho canto de alegría en las gargantas;
el embeleso de tantos.

La libertad e inmortalidad de sus dioses que sellan en un beso
el canto olvidado de sus pueblos ibéricos, griegos, romanos, celtas, mozárabes, 
Judíos y cristianos que se hacen uno en el canto libre de los pájaros,
en los pajonales ebrios de los fangos, en sus arrozales, en sus secanos, en sus palmeras,
en las ollas humeantes de sus pueblos vitales, en sus garzas, sus viñas y barracas,
en sus regadíos, fuentes y vergeles que peinan de esmeralda sus ríos y sus montes, 
en sus jardines embriagados de blancos mediterráneos,
de naranjos rebosantes de luz de huerta en la brisa cargada de sal que hostiga
mi corazón de poesía y me deja sin habla.

Es la lágrima que se cuela en mis pestañas cuando el púrpura de su albufera me llama.
Es la mano tierna de mis niños que se escabulle entre mis dedos hablando una lengua milenaria; 
la voz que se escapa de la tierra por sus ojos tiernos de cielos claros.
Una explosión de dorados cuando el día nace, un estallido de fuegos que tiñe de estelas el levante.
Es conversaciones al sol con los amigos en una embriaguez de nereidas en sus transparencias de aguas.
Es una ola de espumas rompiendo en burbujas en los pies cansados cualquier día del año.
Una luna redonda y brillante que se alza en el mar besando los cuerpos desnudos de playa.
Es una sinestesia que embriaga de luz la existencia más allá del tiempo y del espacio.

Valencia 2019



“Ahora tenemos un calor magnífico e intenso y no corre nada de viento, es lo adecuado para mí. Un sol, una luz que, a falta de un calificativo mejor, sólo puedo definir con amarillo, un pálido amarillo azufre, un amarillo limón pálido. ¡Qué hermoso es el amarillo!

Vicent Van Gogh, Carta a Theo Nº 522.     

 

Natura morta en un instante de luz  

El atelier del pintor abre la ventana al mundo.
La quietud reseca del aire es testigo del momento.
El amarillo de cromo de las flores de Van Gogh
se hace magia en el tono pardo verdoso
de los tallos en el florero azul mediterráneo.

La luz intensa de un cielo apenas acariciado de nubes
abraza de fríos el amarillo, el naranja, los encuadra.
El mundo interior del pintor explosiona en estallidos
y se contiene en la tranquilizante sabiduría del azul.

¿Dónde estarán las manos tibias que cortaron los girasoles?
¿De qué campos aztecas vinieron sus semillas?
¿De qué llanos, de qué mesetas, de qué montañas?
¿Acaso aún vive en ellos Clítia, hecha flor por Apolo?
¿Dónde caerán sus óleos, las dos mil flores de su corona, 
las hormonas que dan un giro a sus capítulos?

Sólo sé que tus manos trajeron
 tres girasoles hace unos días.

Ya maduraron mirando al sol,
 estaqueadas en sus tallos sin abrigo,
marchitándose en esperas de simples flores,
agachando la cabeza para olvidar la vida,
 encerradas en la embriaguez de su propio ombligo.

Sólo sé que tus manos trajeron
 tres girasoles hace unos días.

Y sé, que hasta el próximo verano no volverán,
los estallidos amarillos.


Ekphrasis, 2018, inspirada en el cuadro Natura morta del pintor italiano contemporáneo, Nicola Migliore.



Mitología pasionaria

Te espío desde lo alto y veo
como el río te abraza
en sulfuros que suben
y siento, el manantial caliente
que bulle en silencio,
por las barrancas milenarias de tu espacio.

Las vidas te atraviesan en traqueteo armonioso
de pasos lentos, descalzos,
de historias de barro.

¿Quién abrió el corazón guaraní
de tu sangre salvaje,
de cruz de soles en tus selvas bravas?

El túnel del tiempo intenta acortar la frontera
entre tus orillas de sueños.

La vista se pierde en la tarde,
en el letargo de los gorriones
que desperezan las ramas.
Y de pronto, en el sopor que abrasa la siesta,
Venus prepara el baño de Marte.

El músculo se relaja
en la temperatura del agua.
Los dedos tocan cuerdas de guitarras
que resbalan por los muslos esclavos
del guerrero más bravo.

Envuelta en el vaho de su vestido transparente y blanco,
más cándida y dulce que el agua
veo a la diosa en un fondo de ceibos
en la tarde tumbada,
sumida en los pliegues de sus telas,
cayendo blandamente por los senos redondos de zumos
que chorrean por los rizos mojados.

Sus ojos de azúcar bosquejan una sonrisa y vigilan
el torso desnudo de Marte, sin armadura,
sobre su capa roja,
y tapa,
con un lienzo de libélulas
su corazón bélico,
su violencia, sus ansias.

Los faunos danzan y juegan con armas, con yelmos,
en un triángulo invertido
cerrado por sus lanzas.

Marte pasivo duerme y se transporta
en no sé qué sueño de hadas.
Venus ya ha desatado su broche de perlas
y en la tabla escribe con agua los grados del amor:
Frigidarium, Tepidarium, Caldarium y retrata,
la historia del Paraná
y sus barrancas.                                                     

Visiones, 2017.


Interno con rose

El espacio de la estancia marcaba
las horas, los minutos, los miedos,
las alegrías, las sombras,
la sencillez de los días,
el amor, la nostalgia, la candidez
que se deshoja como pétalos de rosas
en un altar de esperanza.

La cortina verde hacia un costado
se plegaba y descubría, tímida,
la luz tenue del comedor
donde la vida se gozaba.

Las rosas recién cortadas mareaban
la transparencia del florero y recordaban
el trino del rosal
que los pájaros habitaban.

Sus pétalos frescos explotaban esencias
de armonías en aquellas manos que,
sigilosas y diligentes, adornaban
el correr de los días, el trajinar de la casa,
el vapor de la sopa caliente
humeando en el plato.

Eran solo pétalos
que plancharon el mantel blanco
de puntillas bordadas,
que almidonaron las servilletas de lino
marcadas de labios de niños ahora gigantes,
que atestiguaron el choque de cubiertos
tintineando en la vajilla blanca,
que probaron el rojo del chianti
diluyéndose en el cristal de las copas
un fin de año,
que repartieron el pan en la mesa 
en partes iguales,
que hilvanaron la ternura
de las palabras, de las leyendas, los cuentos de hadas,
felices de velar con un traje de gracia
el murmullo de arrullos envueltos
en instantes.

Siempre bastará un perfume de rosas, madre,
aunque pasen los años
para devolverme tu esencia sin tiempo
y llenar de efímeros nostálgicos mi alma.

Ekphrasis, 2018.
Premio AlCAP de Poesía, Castellón, primavera 2018.


Embrujo del agua

El río se alisa en la cuenca baja,
boca arriba, estirado al sol,
deshilachando la luz
en prismas esmeraldas,
azules, topacios y malvas,
terciopelos del cielo
que al agua bajan.

El mundo se refleja
en el templo líquido y cavernario,
en las formas filosas, geométricas,
curvas y largas,
cuando me inclino 
en el puente
y estiro los brazos
y cae mi propia sombra
redonda, embriagada
y se hunde en espejos
de millones de gotas,
selladas en átomos de abrazos.

Ni la frontera que marca el retorno
a las constantes vitales,
a la esperanza, al ultimátum,
niegan este momento sin habla.

Es mío.

La luz desnuda mis alas 
como si leyera mi propio cuerpo
y creara el lenguaje.
La palabra precisa viene a la boca y nombra
lo que veo, toco, siento y huelo
y toda hecha un suspiro,
renazco.

(Visiones, 2017)         


Es Navidad

Es Navidad.
Voy corriendo a descorrer
la cortina de los sueños
hecha polvo en la ventana,
por si el cielo derrama su alegría
sobre los ángeles perdidos de los hombres
que ya no viven ni en nobleza ni esperanza.
Voy corriendo a descolgar
la injusticia de las calles
que no quede un solo niño
sin establo ni regazo donde
acunar sus sueños de duendes,
sin inocencia hecha pedazos,
sin estrella de Belén,
sin guía, sin rumbo, sin espacio.
Voy corriendo con mi alma pequeña
flotando en la mano abierta,
con ojos de asombro en la virginidad,
con la gracia de lo que renace cierto
entre lo sublime e inefable.
Voy corriendo a encender
las estrellas en el campo,
esas farolas de la huerta
que surgen glamurosas en la tarde
para que se quede prendida
tu plegaria de niño recién parido,
tu canto de protesta,
de grillo cansado
de durezas de escombros
que parten el brazo y seas
la voz que clama justicia
en la dignidad del trabajo,
en el reparto de panes,
en los ojos mendigos de bocado.
Que la noche iluminada de besos
sea el hambre que llene de ternura
los abrazos.

Es Navidad
en mi alma.
Ya no voy corriendo a ninguna parte.