Zaragoza, su defensa

Expugnación  y asedio durante la mal llamada Guerra de la Independencia

Heroínas anónimas

En aquellos aciagos días que siguieron a la capitulación de la ciudad frente a los franceses. Zaragoza no era más que un montón de escombros, donde lo que abundaba eran cadáveres de uno y otro signo, ya no había ni tiempo ni lugares donde enterrarlos. Heridos que por su debilidad y falta de cuidados se arrinconaban tras los tapiales que no hacía mucho sirvieron para contener al ofensor, rogaban a Dios por una muerte rápida para evitar el sufrimiento. La peste aliada de los agresores a los que también mordió, pues no conoce colores, ni honras, ni prestigios, fue el arma que impidió un total saqueo de la ciudad, aunque ese latrocinio se pospuso hasta haber saneado las calles, plazas y ruinas que aún quedaban en pie, limpiándolos de cadáveres propios y ajenos transportados como fardos y desechos urbanos, sin miramientos, honras o respetos a los que gloriosamente habían dado su vida por la causa, a lugares como Parque de Macanaz, Monasterio de Sto. Domingo, huerta de las monjas Jerónimas de santa Engracia, entre otros muchos improvisados cementerios, donde fueron enterrados en el más puro sentido literal de la palabra, o en aquellas enorme piras que elevaban sus columnas de negro y pútrido humo al etéreo azul celeste en pago de la cuota de los bizarros guerreros, fue el destino final de aquellos amigos y enemigos que compartieron la barbarie.

Después de que esas brumas y nieblas extendidas en toda su dimensión por la urbs zaragozana, entremezcladas entre un fuerte olor azufre y un pestilente olor a sangre corrompida de los cadáveres que se mascaba en el ambiente, provocados por los humos de las vigas de madera calcinadas de las casas destruidas durante los bombardeos, pestilencia de restos humanos que aún no habían acabado de devorar los hambrientos canes, en la misma tesitura hambruna que ellos, ahora tenían un festín en cualquier rincón de la ciudad. La putrefacción endémica de la epidemia existente verdadera vencedora y autora de la capitulación. El dantesco paisaje que ofrecía la ciudad quedaba al descubierto cuando estos nauseabundos vapores empezaron a disiparse, elevándose al infinito como testigos incólumes de la barbarie humana que se había cernido sobre Zaragoza por un espacio de tiempo, que, aunque corto en el tiempo, parecía eterno en el espacio.

De entre esos velos fueron apareciendo las formas fantasmagóricas de sus moradores y voluntarios de todas las partes de España y sus colonias desplazados para la defensa de la plaza o de lo que quedaba de ellos, auténticas figuras esquemáticas de lo que un día fueron, vagando por sus calles, deambulando sin un destino fijo, con la mirada perdida en el infinito. Eran aquellos defensores que habían sostenido un pulso como antes no lo había hecho nadie, contra el invencible emperador de los franceses que se galloneaba por toda Europa sin nadie que le hiciera sombra, aquí encontró la horma de su zapato. Su gran error al confundir pueblo y gobierno confesaría tras los reveses hispanos, «tengo una mancha en mi ropaje».

La consecuencia de aquellos episodios, fue la pérdida de innumerables almas, hombres y sobre todo mujeres, generando situaciones sociales encaminadas a la supervivencia innata en el género, adoptando nuevas realidades familiares, justificadas por el debacle humano que conllevó una resistencia ultranza en defensa de un sistema que los ahogaba cada día con más fuerza, luchando contra el aire fresco, renovador y portadora de una forma de sociedad  más justa que suponían las nuevas ideas surgidas de aquella revolución francesa de finales del siglo anterior.

Si trágica era la muerte del marido que suponía el sostén del hogar, pues era el que traía el pan diario y los escasos céntimos que le permitían una paupérrima vida; mucho más trágico era la pérdida del verdadero pilar que sujetaba el paraguas familiar. La falta de la esposa, la madre, la economista, la enfermera, la psicóloga, la sanitaria, la compañera, la amiga, la confidente, la educadora, la directora… a fin de cuentas podía ser cuasi catastrófico; la suma de ambos ya es inútil comentarlo.

En aquella Zaragoza que surgió después de febrero de 1809, se dieron todo tipo de situaciones, en el ambiente social y familiar. Eran las de más hondo calado, ya que se centró precisamente aquí, en las mujeres, aquellas heroínas olvidadas en el mismo fragor de la batalla, donde surge la fama y, paradójicamente, el olvido. Las sobrevivientes se tuvieron que adaptar rápidamente a la trágica situación, hubieron de buscar medio de sustento. A las mujeres no les era consentido trabajar por los «peligros» en que se hallaban ante la insaciable libido masculina, (había que velar por una hipócrita pureza, en tanto consentían que sus vástagos murieran de inanición) ni tan siquiera se les permitía mendigar, pero ellas, ayer como hoy, sabían que debían sacar adelante a su prole.

El desastre había sido absoluto, la población femenina a pesar de su alta mortandad aún superaba con creces a los hombres en número, pues estos también habían sufrido el debacle martirial, amén de las gruesas cuerdas de presos que eran transportados allende los Pirineos para evitar otra muy temida situación similar. Los registros parroquiales están repletos de las peticiones de la féminas en solicitud sea reconocida su viudedad para contraer nuevo matrimonio. La normalización de situaciones sociales era imperativa, la guerra no solo había provocado víctimas, sino que había destruido la base familiar de muchas de ellas. La «paz» no cambiará su concepción, los ocupantes habían cambiado en su mochila el libro de los «droits de l'homme», por la represión, el odio y el aislamiento, conceptos contrapuestos a su primer mensaje.

Pero la Historia se abre paso, más tarde o más temprano, y ya es hora de devolverles el honor de su sangre derramada en las calles de su amada ciudad donde las mujeres fueron especialmente protagonistas. Los cronistas coinciden en su brava defensa y ataque, además de lo habitual, (apoyo logístico y sanitario) con las armas en la mano. Aquellas que para la historiografía decimonónica no tenían valor, pues su sacrificio no inclinaba ningún tipo de balanza ponderada de la época, eran olvidadas. Sólo su familia era la que realmente sentía esa carencia brutal, ese callado anonimato y ese conformismo ritual. No se podían comparar con los grandes señores y otros no tan grandes, que habían muerto ¡ellos si eran importantes! Como diría años más tarde el Tigre del Maestrazgo: Prefiero la anexión de un noble a mi causa que la de cien plebeyos.

Así, Ibieca nos dice que: las zaragozanas… en lo más rudo de la lucha animando y reforzando a los patriotas, de modo que algunas saltaron por los parapetos y fueron víctimas de su inconsiderado denuedo. Casamayor escribe que: cuando Palafox daba las gracias en nombre propio por las acciones iba seguido de varias mujeres que con sus fusiles habían estado en la acción. Belmás por el contrario no hace mención de ellas, tal vez por una ignorancia intencionada, tal vez por vergüenza de ser derrotados por quienes consideraban incapaces de empuñar un arma, tal vez porque en aplicación a los códigos de la guerra, no había honor en matar a una mujer, por muy brava y peligrosa fuera. Sea como fuere, los imperiales retrocedieron ante el empuje de los paisanos entre los que el contingente femenino era más que importante.

Entre estas Heroínas «sin nombre» hay solteras, casadas, viudas, madres, jóvenes, adultas… la mayoría moradoras de la periferia de la Zaragoza de la época, sin oficio, pues como he dicho antes no se les permitía en ninguno de los estratos.

Soy el único autor que dedicó muchas páginas de su libro premiado por la Asociación de los Sitios de Zaragoza, en el año 2009 «Los héroes sin nombre» a rescatar a ese ingente femenino que como siempre desde el anonimato sostuvo, mantuvo, y aportó a los defensores todo el material y noticias que durante la lucha le hacía más fuertes, sin que por ello abandonaran su casa sus hijos o sus mayores desamparados ni tan siquiera sus huertos de los que se nutrían. La mujer hoy como siempre ha sido y es el pilar básico de un hogar, y como expresa un viejo dicho de mi familia grabado en el anillo de bodas que ha pasado de padres a hijos «contigo todo, sin ti…nada»

Me he permitido resaltar algunas, no todas, ya que su volumen es enorme.

JOSEFA BUIL, viuda de Miguel Ballabriga, natural de Barbastro con su domicilio en Zaragoza, es otra de tantas heroínas que siguiendo la suerte de su marido al ser reclutado para engrosar las filas en defensa de la ciudad de Zaragoza y por extensión de todo el reino de Aragón, se había desplazado hasta la ciudad. Los diversos acontecimientos le llevaron a participar en distintos frentes llevados todos ellos con el sacrificio, honor, gallardía y valentía propio de cualquier combatiente, como demuestran los numerosos certificados que constan de su servicio. Tras la contienda Josefa insta a los diferentes Jefes militares que la conocieron y premiaron, para que certifiquen esos servicios, al objeto de reclamar una pensión ya concedida por el Capitán General del Reino, y que ahora la Hacienda le exigía demostrar documentalmente.

El día 5 de diciembre de 1818, en instancia remitida a Palafox, dice que: se halló en la defensa de dicha plaza durante los dos asedios, ya con las armas en la mano, ya manejando el cañón o conduciendo víveres y municiones a las baterías en compañía de Benita Pórtoles, natural de Alcañiz, a quién como a la exponente se dignó V.E., concederle en premio de sus señalados servicios la pensión de cinco reales vellón diarios, los cuales percibe en el día la referida Pórtoles por habilitación del Supremo Consejo de la Guerra; pero la exponente carece de esta recompensa de su acreditado valor, debido a la beneficencia de V.E, por faltarle una certificación suya; y a fin de que sus distinguidos servicios puedan ser premiados con dignamente por la piedad de nuestro soberano.

Este sería el inicio de toda una batería de documentos dirigidos en pro del percibo de esa tan ansiada como merecida recompensa. No obstante no sería este el único servicio que llegaría a realizar, comprometida hasta las entrañas en la defensa de su ciudad adoptiva y de su tierra vemos que el día 1 de diciembre del año 1814, obtuvo otra certificación del Coronel agregado al Regimiento de Cazadores de Cataluña, Comandante General de la Plaza de Lérida, D. Juan Bagués, en el que certifica que: en la noche del día 13 de agosto de 1809 hallándome acantonado en la villa de Fonz, acompañado del capitán D. Mathias Cabe y de mi asistente, me introduje en la ciudad de Barbastro con el objeto de averiguar la dirección que habían tomado el enemigo y sus propósitos, según me lo tenía encargado el teniente General D. Juan Carlos de Arizada. Que para ello D. Mathias Cabe me acompañó a la casa de Josefa Buil vecina de la ciudad, la que junto con otra compañera que tenía en su casa cuyo nombre ignoro me dio las noticias más cabales que podía sacar sobre la marcha y propósitos de los enemigos cuyas noticias sirvieron de gran utilidad para el (servicio) de nuestras armas. No solo realiza trabajo de espía después de su regreso a su ciudad natal, tras los combates zaragozanos. Esta luchadora incansable vuelve a prestar los servicios vitales de apoyo a las armas españolas, como certifica D. Manuel Alegre Teniente de Caballería y Comandante que ha sido de la Partida Franca de Observación de ese Reino. Este dice que: fue una de las que más se distinguieron en lo que permitía su sexo en todo el (Segundo) Sitio en esta capital, llevando refrescos a las baterías y animando a los defensores de ella en donde la vi. en diferentes veces. Que posteriormente y por espacio de la pasada guerra cuando me hallaba con mi partida en el partido de Barbastro, era la dicha Buil quien protegía en su casa a mis espías y por la misma recibía noticias positivas de los enemigos de las cuales me aproveché en diferentes veces para sorprender los que salían de la misma y por considerarla acreedora a de los servicios a cualquier gracia doy al presente en Zaragoza a 10 de enero de 1815.

Josefa era pues una luchadora incansable. No serian estas las únicas noticias de esta ejemplar defensora injustamente olvidada entre los renglones de los documentos de archivo. Con fecha 2 de diciembre de 1818, son varias las Autoridades que emiten certificado en favor de esta heroína. así Josef Lanza certifica que Josefa Buil fue una de la mujeres que más se distinguieron en el (segundo) asedio de esta ciudad en los puntos de Arco de Valencia y plaza de la Magdalena, que esta cobraba cinco reales vellón por orden del Excmo., Sr. Capitán General de esta ciudad D. Josef de Palafox y Melci por medio de la lista que presentaba D. Josef Lanza el mismo que firma dicha certificación, por hallarme Alcalde de Barrio de dicho punto y comandar juntamente una porción de paisanos y dicha interesada se incluía en ella con el visto bueno del Señor Teniente Coronel D. Antonio Delgado Comandante de dicho punto y dicha Buil hacia las fatigas correspondientes como uno de los mejores soldados tanto de día como de noche. Este otorga el presente en Zaragoza a 12 de enero de 1815, cotejado por Matías Bayona de los Escribanos Reales del Colegio de San Juan Evangelista y otros testigos.

Otra de las certificaciones la emite D, Juan Lacuey presbítero mayordomo del Hospital de niños huérfanos de esta ciudad dice que: Josefa Buil natural de Barbastro se halló en dicha ciudad durante el (segundo) asedio y la vi hacer fuego en una de las baterías de la plaza de la Magdalena en compañía de Benita Pórtoles natural de Alcañiz y Teresa Liera natural de Huesca, especialmente en la esquina de la calle Palomar en cuya casa habitaba la expresada Benita Pórtoles, firmando esta certificación en Zaragoza 27 de marzo de 1814, gozando este documento de las mismas premisas protocolarias y de solemnidad que el anterior. Para ejercer mayor fuerza, supongo, Josefa solicita de Casimiro Vidal y Simón, a la sazón Contador de la Real contribución de la ciudad, que le emita certificado contributivo de los pagos realizados por ella, siendo este negativo, no se le conocían predios ni propiedades ni contribución en repartimientos. Con todas las certificaciones mentadas y otras de similar tracto, insta a Palafox en fecha 27 de enero de 1819 para que le sea reconocida la pensión otorgada en los años de la Expugnación y del Asedio, dice que se halla sin qué comer, sin medios para subsistir y constituida en la mayor desolación, me veo precisada a recurrir y hacer presente a V.E, que nada tienen que ver esta solicitud con la causa que se me formó por las firmas en cuestión. Por lo tanto, puede V.E, evitar otras molestias aliviar mis penas y miserias pues lo demás seria complacerse en mis desgracias...

Este es otro ejemplo de las miserias de los combatientes después de la desgracia de perder lo poco que poseían y en algunos casos todo ello, amén de comportarse con una bizarría que enmudeció al mundo. Palafox en febrero de 1821 extiende la tan necesitada certificación que le permitió a esta heroína acceder a la pensión de la que ya gozaba durante la Expugnación y el Asedio, que por las miserias humanas le fue injustamente sustraída hasta demostrar a una sarta de burócratas lo que ella hizo para que éstos continuaran en su poltrona «desfaciendo derexos de pobres».

Otra defensora fue MARÍA RAMÍREZ DE ARELLANO, me permito incluir todo su expediente que no tienen desperdicio, así como el de su hijo Juan Puch del mismo nombre que el padre, merecen ser recuperadas sus memorias al igual que las anteriores.

Instancias sobre la participación y patriotismo de María Ramírez de Arellano y su hijo Juan Puch Ramírez en la defensa del Zaragoza.

D. Francisco Marco Del Pont Caballero de la Orden Militar de Santiago, Mariscal de Campo de los Reales Ejércitos de S.M., certifica como Comandante de la batería del Portillo que fue en el Primer Sitio (Expugnación) de Zaragoza que Dña. María Ramírez de Puch paso a llevar víveres y municiones a la expresada batería en medio del mayor riesgo, manifestando siempre mucho patriotismo y celo por la justa causa. Y para que así conste… dado en Madrid a 7 de agosto de 1814.

D. Ángel Uller Bergua, Brigadier de los reales Ejércitos. Comandante de artillería en el Arrabal durante el (segundo) asedio certifica que María Ramírez de Arellano asistió a las baterías a mi cargo en medio del mayor riesgo y desprecio de la vida, sin escasear los víveres para la tropa exponiéndose a los mayores peligros. Y para que así conste… dado en Madrid el 14 de agosto de 1814.

D. Fernando Gómez de Butrón Mariscal de Campo de los Reales Ejércitos de S.M, certifica que María Ramírez mujer de Juan Puch se hallaba en los dos asedios (hubo una expugnación y un solo asedio) de la ciudad de Zaragoza donde la conocí y traté, observando su celo y continua vigilancia en llevar víveres y municiones a las bacterias de la Plaza de En medio con el mayor riesgo, manifestando en ello además de su conducta el más acendrado patriotismo y adhesión a la justa causa. Y para que así conste…dado en Madrid el 26 de abril de 1815. A continuación D. Juan Sánchez Cisneros individuo de mérito de varios cuerpos, científico de Europa en la clase de ciencias físicas y naturales, Brigadier de infantería con destino empleado en el ejército de observación del reino de Aragón corrobora punto por punto lo antedicho por Butrón, y para que así…dado en Madrid el 13 de mayo de 1815.

D. Manuel Asensio Ena Gallego, Caballero de las Milicias de Calatrava, de Justicia de San Juan de la Militar de San Hermenegildo, Brigadier y Gobernador militar y político de la plaza de Alcañiz y su partido, Justicia Mayor. Certifica haber conocido en el tiempo del primer asedio (Expugnación) de la inmortal ciudad de Zaragoza a María Ramírez de Arellano, mujer de Juan Puch, durante el cual prestó en defensa de la Patria y de nuestro amado rey varios servicios arriesgados, interesantes y honoríficos, pudiéndose contar entre los que de su sexo se distinguieron señaladamente lo que me consta por haber contribuido algunas de las expresadas según (carta) recibida para ella del Excmo. Sr. José Palafox Melci, Capitán General del reino. Alcañiz a 8 de julio de 1810.

Isidoro López Teniente Coronel de los reales Ejércitos de S.M., Primer Ayudante del 2º Batallón del Rgto. De Infantería de línea de Valencia, del que es Coronel D. Manuel María Montalvo. Certifica que habiendo sido hecho prisionero por los franceses sobre la línea de Valencia con otros oficiales en el año 1811 de paso por la ciudad de Zaragoza fue tenido dicho oficial a permanecer en el castillo de la Aljafería donde permanece más de 15 días en los que algunas personas vecinas de la ciudad entre ellas Dña. María Ramírez que con otras mujeres consiguió comestibles para los prisioneros como también camisas y alpargatas y otras prendas, entre aquellos cuyas necesidades eran mayores, hasta nuestra salida para Francia, y para que así conste…dado en Madrid el 20 de diciembre de 1815.

D. Melchor Manrique. Teniente agregado al Rgto. De Infantería de la Corona, del que es Coronel el Sr. D. Pio Falset. Certifica que habiendo sido hecho prisionero por los franceses junto a otros oficiales en enero de 1811 a su paso por la ciudad de Zaragoza fueron encerrados en al castillo de la Aljafería donde permanecieron más de 15 días, también elogia los cuidados de las zaragozanas en especial de María Ramírez, viene a corroborar lo que antes había expuesto Isidro López, lo da en Madrid el 13 de enero de 1816.

Sebastián Pereira capitán graduado del Rgto. De infantería de la Corona de las mismas unidades del anterior corrobora lo antes dicho este lo certifica en Madrid en 14 de diciembre de 1815.

Sr. Coronel: María Ramírez de Arellano, mujer de Juan Puch, vecina de la villa y corte de Madrid, en su nombre D. José de Casanovas vecino de esta ciudad con el mayor respeto le dice que para acreditar los servicios de la dicha Dña. María Ramírez, hizo a la Patria ya nuestro Soberano Sr. D. Fernando Séptimo Q.D.G. en la ciudad de Zaragoza en el tiempo en que los prisioneros les para Francia, conviene a su favor que D. José Gonat Capitán graduado de Teniente Coronel del Rgto. Del mando de VS., certifique que lo que dicha Sra. María hizo con este y demás oficiales que le acompañaban cuando paso por aquella prisionero a Francia, por tanto, a VS., suplico tenga a bien mandar que dicho capitán ponga al pie de este escrito cuanto le conste en el particular. Gracia que espera de la bondad de VS., por cuya gracia quedara reconocida. Lorca y abril 22 de 1816. El Capitán graduado de Teniente Coronel D. José Genat librara a esta interesada la certificación que solicita. Este capitán certifica que habiendo sido hecho prisionero en la batalla de Castalla y conducido a la ciudad de Zaragoza, paso al Hospital Militar de dicha Plaza en el cual fue socorrido con algún dinero y ropa por Dña. María Ramírez de Arellano, mujer de D. Juan Puch, con la que pudo cubrir su desnudez y hacer la marcha a los depósitos de Francia, sin cuyo auxilio hubiera dio imposible verificarlo. Y para que así conste… Lorca a 2 de febrero de 1816.

 MANUELA SANCHO BONAFONTE, natural de la villa de Plenas, en la serranía, se ha criado en Zaragoza con sus padres Juan Antonio Sancho y María Bonafonte de oficio labradores, de edad de 24 años, vive en la calle Puerta Quemada número 40. Desde antes de romper el día hasta el anochecer no cesa de conducir, pan, vino, aguardiente y otras frioleras; en los mayores apuros de ataque se ha desentendido de este servicio, y se ha dedicado al de la artillería con la mayor serenidad conduciendo municiones y piedras en canastas para el mortero, dando fuego por si a los cañones y haciéndolo por los aprestos con el fusil sin que le haya conocido la menor mutación a pesar de haber caído algunos a su lado.

D. Alberto Sagastivelza Brigadier en los Reales Ejércitos, Caballero de la Militar

Orden de San Hermenegildo, y condecorado con la Cruz del (Segundo) Sitio de Zaragoza, certifica como segundo Comandante que: fui en el expresado (Segundo) Sitio del reducto o fuerte de San José, que Manuela Sancho vecina de aquella ciudad se distinguió en el muy singularmente ocupándose voluntariamente en conducir toda especie de provisiones y municiones a las baterías del mismo, en hacer fuego de fusil en las trincheras en varias ocasiones y pegar fuego algunos cañones, que fue recomendada al General en Jefe por el Comandante principal de aquel punto, que en consideración a su valor y entusiasmo le concedió dicho General en jefe el distintivo de una cinta encarnada y media peseta diaria de pensión que continuó constantemente con el mismo denuedo y patriotismo hasta que en los últimos días del sitio de aquel fuerte una bala de fusil la atravesó el cuerpo de parte aparte estando en el parapeto quedando herida en el mayor riesgo, todo lo cual me consta como testigo presencial del hecho y para que así conste donde convenga doy la presente a petición de la interesada en Madrid a 27 de febrero de 1818.

Su entierro en loor de multitudes fueron convocados el total de las fuerzas vivas de la ciudad incluyendo los estamentos más humildes, Zaragoza celebró el óbito como si de una reina se hubiere tratado.

MARÍA MONTALBÁN sería otra de las innumerables defensoras; recuperada de ese injusto anonimato, luchadora incansable, fue premiada por Palafox, su labor, como el resto conducía munición a la artillería, refrescos vendaba heridas daba ánimos, trasladaba heridos, transportaba los caídos, despreciaba la muerte constantemente, su ardor le lleva a Tortosa después de la capitulación de la ciudad, fue la única mujer que se le permitió quedarse en la plaza a pesar de la orden que había para que, todas de las de su sexo saliesen de ella. El Gobernador de la ciudad le otorga por sus servicios una ración de soldado ejecutándose en iguales servicios y con iguales méritos.

Mujer brava que pierde a su marido en el Asedio. El 31 de julio de 1817 solicitaría del Consejo Supremo de Guerra le fuese reconocida la ración de soldado con que fue agraciada que, aun siendo una miseria le permitirá sobrevivir en una España destrozada por las guerras.

Estas situaciones se daban con harta frecuencia, mujeres disparando cañones, mosquetes, fusiles etc., Casamayor nos ilustra: las mujeres llevaban el tizo para el botafuego, además de refrescos ánimos y curas, sin contar que en muchas ocasiones encararon el fusil o dispararon el cañón. Los muchachos con cuerdas arrastraban los cadáveres hasta las cisternas de las parroquias y amunicionaban todos, los viejos animando al combate preparaban ladrillos y piedras como proyectiles arrojadizos, todos saciaban sus ganas de guerra. Siempre estuvieron ahí, cuando el hombre caía ellas lo aupaban, siempre ha sido así, su ánimo era vital para aquellos defensores, todas ellas merecen con mayúsculas el epíteto de HEROÍNAS, aquellas mujeres como las actuales, como dice Willian Golding (1911/93) «Las mujeres están locas: creo que las mujeres están locas si pretenden ser iguales a los hombres. Son bastantes superiores y siempre lo han sido. Cualquier cosa que le des a una mujer lo hará mejor. Si le das esperma, te dará un hijo, si le das una casa te dará un hogar. Si le das alimentos te dará comida. Si le das una sonrisa te dará su corazón. Engrandece y multiplica cualquier cosa que le des».

Francisco Fernández natural de La Almunia, recibe los sacramentos, deja hija Ramona de 12 años. Su viuda solicita de la Curia Arzobispal engrosamiento de la partida de muerte en expediente concluido el 29/5/1824, alegando que: desde hace cuatro años hace vida matrimonial con Antonio Montesino que está en Guadalajara y arrepentida del pecado en que se hallan sus almas en un peligro tan evidente, suplica el engrosamiento para poder casarse con el mentado Antonio y salir de este pecado en que hace cuatro años se halla.

Rafael Casalbón, no recibió sacramentos, dejó hijos: Mariano de 13, Mariana de 6 y Rafael de 6 meses; vivía en la calle San Pablo nº 121, es enterrado en la huerta del convento de Sto. Domingo. Su viuda solicita engrosamiento de la partida de muerte expediente se finaliza en fecha 30/3/1815, en el expositivo argumenta que: su difunto marido fue uno de los defensores de la ciudad en los dos Sitios por cuya razón lo mataron 4 soldados franceses luego que capituló la ciudad por cuya razón fue enterrado en el convento de Predicadores de la ciudad. Que habiendo de ser la información buenamente de la Patria para conseguir la viudedad que la piedad de nuestro monarca al que Dios guarde muchos años conduce a las mujeres de los que han muerto en defensa de Zaragoza, le piden la fecha de viuda extraída de los libros parroquiales, lo que no puede verificar por no haberse anotado en dichos libros y para ello es necesario la Autoridad de VS. Que la exponente quedó viuda que se halla con tres hijos menores a quienes tiene que mantener con el trabajo de sus manos y sin ningún consuelo por haberse hundido la casa donde vivía ha incendiado la ropa y muebles con las bombas que cayeron en ella en el Sitio, (solo hubo un asedio) por tanto, suplica a VS., la extensión en definitiva del certificado de la partida de muerte de su difunto marido.

De Vicente Valdellou, recibe la extremaunción, no testó ni dejó hijos, vivía en la calle Ibarra, es sepultado en la huerta del convento de Sto. Domingo. Su viuda solicita engrosamiento de la partida de muerte expediente se finaliza en fecha 30/4/1816, he querido transcribir el expositorio de este expediente por su calidad humana a la vez que horrible, donde los sentimientos humanos afloran de una forma natural. La exponente dice que: habiendo permanecido dicho su marido durante los dos sitios en la defensa de esta ciudad, él mismo y la exponente adolecieron en el segundo de las malignas enfermedades que tantos estragos causaron como es notorio, en cuio estado y quando solo hacía dos o tres días que el enemigo había ocupado la ciudad hallándose ambos agrabados con el mayor riesgo sin podersen socorrer de uno a otro y fallos de comodidad, el referido Gascón salió de casa, sin duda para refugiarse en algunos de los Hospitales, o con otro objeto y llegando a la calle de Predicadores fatigado y medio muerto se introdujo en casa de Petronila Sánchez que al instante procuró socorrerlo con un poco de caldo, más luego que lo hubo tomado a presencia de la misma y otras gentes, murió como de repente, sin dar lugar a proporcionarle sacramento alguno; y la misma con otra persona o personas, posteriormente condujeron el cadáver al depósito de difuntos que existía en Sto. Domingo, inmediato o cuasi al frente de la casa de aquella; según se ofrece justificar. En el día la exponente tiene tratado en matrimonio con D. Francisco Ramírez Subteniente del Regimiento de Voluntarios de Madrid y no puede efectuarlo por el fallo de la Partida de Muerte de dicho su marido…

Hay una nota marginal del Regente en la que se lee: En el bombardeo e irrupción de los franceses, ocurrido en los meses de julio y agosto, especialmente en los días 4 y 5, de este, se enterraron 16 cadáveres, en la cisterna de esta iglesia. Se está practicando vivas diligencias para averiguar quiénes eran los difuntos y, se anotarán los que se sepa y como se pueda.

VALLES, MANUELA. Por Auto del Istmo señor Vicario General de 31 de mayo de 1809, me mandó anotar y extender la partida siguiente. En Zaragoza 9 de febrero de 1809, murió de un balazo que le dirigió el enemigo francés cuando pasaba por detrás de la iglesia de Altabás, de edad de 28 años, natural de Zaragoza, mujer de Tomás Bayona, fue sepultada por pobre en el distrito de la Parroquia por Orden Superior en 10 de dichos, deja en hijos a Tomas de 4 años, vivía en la Plaza de Santo Domingo núm. 64 Su viudo parroquiano de San Pablo solicita en engrosamiento de la partida de muerte expediente se finaliza en fecha 31/5/1809.

CUJE, Dña. MARÍA. Muere el 5/8/1808 degollada por los franceses en su casa de la calle del Carmen, natural de Vesies de 68 años de edad, viuda de Pablo Unguezi, enterrada en el cementerio de San Pablo, no testo, ni dejo hijos, vivía en la calle del Carmen s/n.

CORE O COSE, MARTINA. Muere el 15/1/1809 a manos del enemigo francés en la batería del Carmen. Su viudo Ramón Fontana solicita engrosamiento de la partida de muerte expediente se finaliza en fecha 8/5/18091066. Por auto del M. J. Vicario General de 5 de mayo, se mandó anotar y extender la partida que sigue. En Zaragoza 15 de enero de 1809, murió en la Batería del Carmen, Martina Cose, de edad 38 años, natural de Zaragoza, mujer de Ramón Fontana, sin Sacramentos, fue sepultada en el Distrito de la Parroquia en 16 de dichos por Pobre, sin hijos, vivía en calle del Portillo núm. 6.

ALEMAN DIONISIA. En Zaragoza 29 de enero de 1809, murió de una bomba Dionisia Alemán, de edad de 60 años, natural de Pedrola, viuda de Manuel Sancho, sin Sacramentos, fue sepultada por Pobre en el Fosal de la Iglesia Parroquial de San Pablo en 30 de dichos, sin hijos, vivía en la calle de San Pablo núm. 67.

MARÍA ENGRACIA CAMPOS. Religiosa de San Francisco, ministra del Convento de Ntra. Sra. de Altabás. Fue muerta por los franceses, el 5 de agosto de 1808, cuando les recriminaba por sus actos.

ANTONIA CETINA. Casada. Natural de Zaragoza. De 60 años. Muere el 5 de agosto de 1808 «enrronada» (enterrada) en los trabajos de desescombro cuando llevaba avituallamiento a los trabajadores.

CORDOBA, Da TEODOSIA. En Zaragoza 21 de febrero de 1809, murió de un casco de bomba, Da Teodosia Córdoba, de edad de 32 años, natural de Zaragoza, mujer de D. Mariano Benedid, recibió la Santa Unción por un Religioso Capuchino, fue sepultada a 1 acto en la Iglesia Parroquial de San Pablo en 22 de dichos, sin testamento, deja en hijos a Manuel de 7 años, vivía en la calle Ancha de Barrio Curto, (Pago en 6 de septiembre de 1.810).

ESCARTIN, GREGORIA. En Zaragoza 11 de febrero de 1809, murió de una bomba Gregaria Escarpín, de edad de 29 años, natural de Pina, mujer de Francisco Jijona, sin Sacramentos, fue sepultada por Pobre en el Fosal de la Iglesia Parroquial de San Pablo en 12 de dichos, sin testamento, deja en hijos a Joaquín de l8 meses y a Cecilio de 3, vivía en la calle del Portillo, núm. 33. (Pagó).

ESCUDERO, Dña. JOSEFA. En Zaragoza 2 de febrero de 1809, murió de una bomba Dña. Josefa Escudero, de edad de 34 años, natural de Cuenca, mujer de D. Manuel Salgado, recibió los Santos Sacramentos por D. Josef Burriel Coadjutor, fue sepultada a común con l0 personados en la Iglesia Parroquial de San Pablo en 3 de dichos, sin testamento y sin hijos, vivía en calle de San Pablo núm. 19 (Pagó).

HERNANDEZ, LAMBERTA. Muere el 1 de julio de 1808 a resultas de recibir un casco de granada que lanzó el enemigo ese día en un ataque a la ciudad, natural de Zaragoza, soltera de 21 años de edad, hija de Silvestre y Magdalena Fondevilla, no recibió los sacramentos, es sepultada el día 2 en la iglesia parroquial de San Pablo a común con 10 personados, vivía en la calle de las Armas nº 12.

TRULLENQUE, ANTONIA. En el día 3 de agosto de 1808, murió en esta Parroquia de San Gil Abad de Zaragoza Antonia Trullenque, mujer de G(…) de Gil no recibió Sacramento alguno, no testamento porque murió de desgracia, en el día cinco de los dichos, se le dio sepultura en la Iglesia y en el veintidós de ellos se le hicieron las honras a un acto.

VALERA, Dña. MARIA. Muere el 4 de febrero de 1809 repentinamente de desgracia, mujer de D. Ángel Gil natural de Colmenar Viejo diócesis de Toledo, no pudiendo recibir sacramento alguno, ni testó. Al día siguiente es enterrada en esta iglesia.

MONDRAGON, CATALINA. Viuda de Gregorio Fernández, artillero murió con las armas en la mano, en defensa de la Patria. Estando, sacando la comida a su marido en el día 5 de agosto de 1808 le rompieron un brazo los franceses, tiene dos hijos menores.

MIRANDA, JOAQUINA. Muere el 4 de noviembre de 1808, se enterró en la iglesia del Pilar y a disposición de la Hermandad de la Sangre de Cristo, la desamparada, soltera a quien mataron los franceses en la casa de la viuda de D. Pedro Muniesa de esta ciudad.

GOMEZ, MARIANA. En Zaragoza 17 de febrero de 1809, murió de un susto Mariana Gómez, de edad de 30 años, natural de Torres, (Zaragoza) mujer de Francisco Romeo, recibió los Santos Sacramentos por D. Josef Burriel Coadjutor, fue sepultada por Pobre en el Fosal de la Iglesia Parroquial de San Pablo en 18 de dichos, deja en hijos a Tomás de 8 años, y (se ignora el nombre) de 5 meses.

NAVARRO PUEYO, MARIA. En Zaragoza 31 de enero de 1809 murió de una bomba María Navarro, soltera de edad de 16 años, natural de Zaragoza, hija de Manuel y de Lorenza Pueyo, sin Sacramentos, fue sepultada por Pobre en el Fosal de la Iglesia Parroquial de San Pablo en 31 de dichos, vivía en la Plaza del Portillo núm. 51.

PATAU, Dña MARIA ANTONIA. En Zaragoza 13 de febrero de 1809, murió de una bomba Dña. María Antonia Patau, de edad de 56 años, natural de Zaragoza, viuda de D. Victorián López, recibió los Santos Sacramentos por D. Antonio Lostao Coadjutor, fue sepultada a 3 actos en la Iglesia Parroquial de San Pablo en 14 de dichos, hizo testamento ante D. Anastasio Marín Notario en 11 de dichos, Ejecutores a D. Mariano López y a D. Pedro Navarro y a D. Pedro Pablo, deja en hijos a D. Mariano de 28 años y Da Bernarda de 13, vivía en la calle de San Pablo núm. 164 (pagó).

PEREZ, ANTONIA. Muere el 1 de julio de 1808 a resultas de recibir un casco de granada que lanzó el enemigo ese día en un ataque a la ciudad, natural de la Zaida, soltera de 20 años de edad, hija de Francisco y Andresa Ariza, no recibió los sacramentos, sepultada el día 2 en la iglesia de San Pablo, vivía en la calle del Portillo.

PONZ PUEYO, JOSEFA. En Zaragoza 14 de febrero de 1809, murió de un balazo Josefa Ponz, de edad de 17 años, soltera, natural de Zaragoza, hija de Joaquín y de Josefa Pueyo, fue sepultada por Pobre en el Fosal de la Iglesia Parroquial de San Pablo en 15 de dichos, recibió la Santa Unción por D. Josef Burriel Coadjutor, vivía en la calle Castellana núm. 36.

ROY, JOSEFA. En Zaragoza 4 de febrero de 1809, murió de una bomba, Josefa Roy, de edad de 24 años, natural de la Puebla de Alfinden, mujer de Pedro Perroye, sin Sacramentos, fue sepultado por pobre en el Fosal de la Iglesia Parroquial de San Pablo en 5 de dichos, deja en hijos a María de 1 año, vivía en la calle de Donaire num.38.

TENA, NICOLASA. En Zaragoza 28 de enero de 1809, murió de una bomba Nicolasa Tena, de edad de 31 años, natural de Alfajarín, mujer de Braulio Benedí, sin Sacramentos, fue sepultada a común con 10 personados en la Iglesia Parroquial de San Pablo en 29 de dichos, deja en hijos a Manuel de 5 años y a Marcelino de 9 meses, vivía en la calle de las Vacas, núm. 56. (Pagó).

URIA, NICOLASA. En Zaragoza 4 de febrero de 1809, murió de una bomba, Nicolasa Uría, de edad de 28 años, natural de Juslibol, mujer de Manuel Castan, sin Sacramentos, fue sepultada por Pobre en el Fosal de la Iglesia Parroquial de San Pablo en 5 de dichos, deja en hijos a Mariano de 13 años, a Juan de 7 y a Baltasar de 3, vivía en la calle de San Pablo casa s/n.

BENEDI SASTRE, SERAPIA. En Zaragoza 4 de febrero de 1809, murió de una bomba Serapia Benedí, soltera, de edad de 14 años, natural de Zaragoza, hija de Juan y de Ana Sastre, recibió la Santa Unción por D. Josef Burriel Coadjutor, fue sepultada a 1 acto en la Iglesia Parroquial de San Pablo en 5 de dichos, vivía en la calle del Portillo, núm. 100 (Pago).

ROSA RAMONA IBOR DE GRACIA. Soltera. Fallece en lucha contra los franceses el 7 de febrero de 1809 en la calle Barrio Berde, natural de Zaragoza. hija de Antonio y de Josefa de Gracia, recibe los sacramentos se entierra por pobre en la parroquia de la Magdalena. sobrina de Jorge Ibor. Rosa es otra de las innumerables que han permanecido entre los renglones de la historia, sin que su labor personal haya sido debidamente reconocida. Su temprana muerte a sus 21 abriles sabía perfectamente cuál era su deber, lo había visto en su casa en muchas ocasiones y entre sus familiares, sería la única de los seis hermanos que paga tan alto tributo.

Éstas son algunas de las heroínas anónimas, naturalmente la lista es enorme, son las que sin olvidar a la más conmemoradas, merecen estar en ese palmarés martirial para ser no sólo inmortalizadas, sino agasajadas y honradas; que un día puedan pasar a ocupar su lugar en ese Panteón de Heroínas que con natural, justo y merecido orgullo se hallan en el Portillo, fiel testigo de algunos de sus actos heroicos, pues: el honor, como dijo el Alcalde de Zalamea; es patrimonio del Alma, y el Alma sólo es de Dios, se escapa de las mediocridades humanas que, sólo sirven para diferenciar socialmente lo que el imparable espíritu aporta y demuestra constantemente, haciendo caso omiso de esas reglas vanas e interesadas por las que, la siempre hipócrita sociedad decide quién es merecedor o no, de esa u otra distinción innata en el ser humano.

José María Fernández Núñez, autor del artículo, está galardonado con el escudo de oro de la Unión Nacional de Escritores de España.