Peregrino en el Camino
Con luz del alba, divina,
estrellas, linterna y sol,
el peregrino camina,
lleva a la espalda el zurrón.
A los campos de Castilla
desde
sigue su andar por la vía
entre pueblos de León.
El día largo atardece
la noche pronto acabó;
amanece en la calzada
acreciendo fatiga anterior.
Por la estepa maragata
y los montes transitó;
tras llanería berciana
hasta el Cebreiro subió.
Viento, frio, dura lluvia,
también días de mucho sol,
floración de primavera,
abundancias de estación.
Soledad o compañías
de amigos del corazón,
hambre, sed y privaciones
el peregrino vivió.
Ilusiones y fatigas,
fusiones de amor y dolor;
entre luces y con sombras
hasta Santiago llegó.
Ahora goza en los recuerdos
y en lo mucho que aprendió,
esperando del Apóstol
una sola concesión.
que cumplen tareas y logran los sueños.
No cargan las armas ni golpean pechos;
detienen la espera y alivian el peso.
Reciben convexas, se juntan en rezo;
ofrecen ayuda, no cercan el cuello.
Ondulan tu piel si hipa el silencio,
gritan libertad aireando tu pelo.
Las simples manos, niña de ventura,
que amasan pan y mezclan la arcilla
ciñen cintura y movieron cuna,
son dúctil tiento sobre tu mejilla.
Son dos extremos, unidas a un cuerpo,
que trenzan los juncos y escriben versos.
Firmes en pacto, nobles en los sueños,
dirigen pinceles bailando en vuelo.
Son las manos algo más que estos versos:
ternura de tacto, firme asidero;
alivios del alma, sustento del cuerpo
y suaves voces que gritan «te quiero».
Manuel Fuentes González es vocal honorario de la Unión Nacional de Escritores de España.