María Fonellosa, poemas y relatos

Yo soy

Yo, que soy una poeta dormida,

ahora que no tengo palabras

ni destino, y busco entre páginas

de olvidos poemas sin sentido.

 

Yo, que hago míos los recuerdos

 y me dejo llevar por los sueños.

Digo yo, que agradezco cada palabra

 al cielo y creo en otros mundos

 

 que aprendieron de los niños

 a rimar versos con los dedos.

Quisiera ser viento y tejer tormentas

que disipen tanta soledad y miedos.

 

Quisiera graznar como las gaviotas

y en lo alto del mástil como bucanero

hondear. Dios escucha en el silencio

 

y el llanto de los hombres que lloran

sus miserias a los ángeles de los cielos.

Y en soledad te veré mecer los sueños,

 

Besar pétalos de rosa, enjuagar lágrimas

en aguas cristalinas y verter lo impuro

en un crisol de nuevas primaveras.


Quiero denunciar tu dolor

Llantos amargos silenciados.

Heridas abiertas y olvidadas,

laten confundidas las caricias

en los campos de mil batallas.

 

Escombros solitarios por pecados,

mi casa ausente vacía de sus gentes.

Me superan los tiempos inquietantes

en los que vivimos donde nadie existe

 

los epitafios se quedan en quirófanos.

Vives como si nunca hubieras existido,

mueres sólo como has nacido, el viento

apaga tu quejido ¡Nudo en tu garganta!

 

Una muñeca silencia su sonrisa ¡Mamá!

Plegarias mirando al cielo, sin respuesta,

racimos de flores por todo homenaje.

Tumba sagrada sin nombre, era mi amigo.

 

Llegó Febrero, llegaste tú

Paso a paso la luz te rodea, nace una flor.

Se visten las montañas en arco iris de color.

El amor canta con premura un mundo mejor,

Hay un ruiseñor a escondidas entre tú y yo.

 

 quieres coger la estrella de los sueños

 se difumina la esperanza en tus manos.

Cielo y mar son uno sólo en desiertos

de amor. Eres mi rosa de los vientos,

espuma blanca, alma de mi poema.



La buena gente

Son de esos ciegos que andan

por el mundo y se ponen en la

solapa un clavel, con las luces 

apagadas a la sombra de un ciprés.

 

Son amantes que roban besos

y no saben a quién. perfumes…

los llevan por doquier y se visten

de traje y chaquet, presumiendo

 

no saben de qué, pero aman sin dudar.

Los hay de todas clases. En ciudades

y en donde menos se ven, no les gusta

que los mires, piden abrazos sin más.

 

Esa es mi buena gente, sigilosa como

el cielo que nos ve. Así viven la vida.

Simplemente, aman y se dejan amar.




Blancas navidades

Manos blancas,

mares que se abrazan,

ríos que se cruzan.

Manos blancas.

 

Un llanto de esperanzas


envuelto entre pañales.

¡Ea! Mi niño bendito

lucero del alba dormido

por ángeles benditos

No tengas miedo

que yo te acuno,

en esta tierra angosta

de opresión y castigo.

 

Un sembrador de esperanzas


para un  pueblo oprimido,


miseria y dolor olvidado

¡mana del cielo esperado!

¡Llegan las Navidades!

villancicos para el niño

que ha de ser Dios Divino

y huésped del alma bendita.

 

Duerme entre cartones


aquel hombre castigado


por la guerra y por el ego


de quienes se creen los mejores.

 

¡Vela el sueño de los hombres!


 y tanto amor derramado


de quienes con sus desvelos


siembran caminos mejores.

 

Un caballo de cartón


para llegar a Belén,


una zambomba y un tambor


que despierten al niño dormido  

 

de ojos risueños y carita de nácar.


Mira, que traigo sonrisas


y una poesía para recitar


cuando duerman las estrellas

 

Manos blancas


cubiertas de plata


acarician al niño


aman y se enlazan

 

entre pueblos y razas,


magisterio en la palabra


y en el corazón una llama


de misericordia y amor.

 

Ya mi niño sonríe,


ya se ven los Reyes Magos


por senderos de luz


postrarse a los pies del niño

 

¡Oro, Incienso y Mirra!


Para el Rey del mundo.


Blancas Navidades


caminos de Gloría.



En memoria de Vicente Enguídanos Garrido

Está noche soñé ver llorar las estrellas,

y a la paloma no picotear en su ventana.

¡Yerto quedó el viejo sombrero de plumas!

Asfixiada la partitura inacabada en la cuna.


Tocaron a luto las campanas de la iglesia.

Los pinceles quedaron secos en los cristales

dormidos, blancos lienzos dibujaron cometas,

cabalgaron sobre nubes los blancos corceles


por un compositor de sueños, contador de historias.

Las pinturas musicales rimaron místicos poemas

para el amigo de sonrisa eterna y azules estrellas.

¡Dicen que ha muerto! Quién está dormido, ángeles


le velan a aquel que fue mensajero alado y jugó a ser

vagabundo de su Cabañal amado ¡La mar te espera!

No acallarán sus olas los recuerdos y escribirán haikus


como ofrendas tus libros en su vuelo. Un nudo de marinero,

unos zapatos sin dueño por todo equipaje, “sin dinero y con

los pies por delante”, recitando a Descartes como legado.


En un balcón sombrío se desnudan las palabras.

¡Al alba, al alba! Mirando al firmamento, al desierto

de cipreses. Su casa de oración nunca olvidada.



Benicasim, una mirada al mar

Flirtea con el viento,

juguetón entre palmeras.

Duende de leyendas en los siglos. 

¿Será que Neptuno y sus sirenas

te embrujaron con tridente?

O será, ¿un corazón robado con

poemas mojados en sus aguas

escondidas en la burlona arena

Tal vez, vigía libre de piratas.

y viejos amores nunca olvidados.


Quiero volver

                     I

Quiero volver a soñar,

sentir de nuevo tu caricia,

recoger las gotas del mar

en un recuerdo de lactancia.


Quiero volver a lucir en el ojal 

una rosa carmesí con aromas

de mujer. Ser cristales de coral

para vestir de ilusión las mañanas


del amor, ¡Ser frontera y pasión!,

Silencios que no se pueden cumplir.

Te extraño mientras rimas poemas.


Soy trigo por fecundar. Palomas

que se quedaron sin volar ni escribir

la libertad. Un poeta sin alas blancas.

                         

                          II

Soy una estrella en alta mar. Lealtad

por conquistar en un mismo sentir

alzando sus voces en la tempestad.


Ha naufragado mi barco en el último día

del año. Ahora esperan baúles en el andén

y una estación sin billete con pasaporte a

quien sabe dónde. En mi diario dirá; pasó 

sin firmar su último viaje sin destino final. 


Canción de Navidad

Me cubren las nieves con su candor

guantes de lana, bolas de cristal,

canta un ruiseñor con la voz de un tenor.

¡Gloría al infante que nació en un portal!

 

María lo viste con sus manos de marfil

con pañales de sedas y un calcetín.

Entre un buey y una mula a nacido mi Señor

Aleluyas le cantan los ángeles. ¡Callad!

 

Ya le hicisteis llorar. María le canta una nana

y un sonajero le trae el pastor Mirad como sonríe

cuando le toco el tambor y le cantó villancicos

que entonan notas de amor en la noche de Belén.


Perdón

Llama ardiente que haces de mí la nada,

cuando ahuyentaré el miedo y te dejaré crearme.

¡Dime Amor mío ¿Seré capaz de abandonarme

en Ti, hasta el punto de dejar de existir sin Ti?

Abrázame como una Madre, como un Padre

y hazme sentir que soy niña de nuevo.

Qué lejos quedó el dolor y mi libertad.

Muerta soy sino te tengo, no sé mayor

riqueza que aquella que abandonándose

a sí misma, es pobre y nada.

Tal vez mi dicha no halle hoy ni mañana,

pero cuando llegue el día y la nueva aurora

me tenga por suya; sea capaz de perdonar,

como TÚ lo hiciste por toda la Humanidad.


Dulces eran los sueños


Dulces como bolas de algodón
en las paradetas de las ferias,
que ríen traviesas en las caras
de los niños, quieren ser payasos 

en el circo de este mundo.
Ironía de la vida que caminas 
y amas en silencio de poeta.
Mañana, nuevo resplandor.

Otro sueño, otro comienzo
Otra esperanza, nueva mirada.
Que no ve.
Que no habla. 
Pero que ama nuevo crisol.
Poesías de algodón
en las paradetas de las ferias.


Una sonrisa

Se vierten lágrimas en amaneceres silenciosos,
ante la impotencia del ver pasar los años
ves una sonrisa tardía que te anima en secreto.
Vuelves a ser niño, cuando todo era de colores
y nadie te decía; eres diferente por ser minusválido.
Una marca y un destino, una sensación de vacío,
soledad temprana en el camino, son muchos los hallados.
Estoy cansada de tu mirada de repudia, callada, casi muerta.
Yo también tengo nombre en el paraíso y ángeles
que me custodian cuando tú me has olvidado.
Sí, soy ciego, cojo, mudo, sordo, pero estoy latiendo
y me preguntó ¿Sabes de que hablo? O huyes como siempre.
Mírame, también yo sueño y pintó arco iris con las manos,
mientras pienso y espero la respuesta que no llega.
Ya no queda tiempo, tal vez mañana no exista
y solo quede la rosa en la tumba, la pregunta y el desprecio.

Cóndor

Planea las cumbres blancas de los Andes, reviste de luz la mañana.
Déjate invadir por nuevas metas, hoy serás como el cóndor chileno,
mágico, silencioso, sobrevolando los cielos con la libertad del poeta.
Serás como copihue, princesa, volcán latiendo incesante con deseos
de cuentos y leyendas que alumbran las miserias y calientan las entrañas.
Bolsillos rotos, duendes al paso de un viaje ya lejano, pero no olvidado.
¡Poetas! Estrellas en mi sueño, imágenes del tiempo amigo y eterno.
Sed como son los vientos amando el firmamento y volando como el cóndor.


A Valencia

Mis primeros recuerdos están entre azahares
y un tren que camina lento entre arrozales,
y unas huellas hundidas  en la arena,
carcajadas y juegos infantiles
que se pierden en la memoria,
y cuando trato de recordar, me mojan la mejilla.
Era noche, cuando volví a cruzar los arrozales
de aquella Valencia niña que dormida
me suplicaba volver a ser mi vida.
Música y fuego, no olvidar a mi Alameda.
Cuantas veces he cruzado con los pies
cansados en la naciente primavera
un cauce de un río llamado Turia,
camino de la Virgen Santa “ la Cheperudeta ”
Flor de Valencia, estrella del alma mía.
Ya veo aquella fallereta con un ramito de claveles
y a la abuela con su oración en el alma,
mientras miles de lágrimas corren viajeras
y  bañan los rostros de mi Valencia querida.
Es esta tierra, capricho de la naturaleza,
busca cobijo en cualquier rincón su belleza,
sus pueblos son abrigo formando racimo.
En la distancia suena la música, se ve subir la banda
por la ribera, con la señera en las mano.
Sinfonía de orgullosos marineros que han tejido
noches con luna, la honra del sufrimiento.
Avanzo en la vida y mi recuerdo de niña,
se transforma en un canto que arde y honra Valencia.


Simba

Silba el viento, golpea la ventana
y recuerdas la gesta de los hombres
que suceden a los tiempos, huellas
en la memoria de la gente, caminan
a escondidas huyendo de su sombra,
van distraídos; silenciosos, olvidados.
Destino; la ausencia y el olvido.
Simba; insiste tras la ventana.


El desierto de las palmas

De camino entre el cielo y el mar
Reina el paraíso.  

Podría ser el bello comienzo de cualquier poema, pero en realidad es una historia de amor entre un Rey y su Reina, entre una mirada y una sonrisa, entre un silencio y una oración.

Así se siente y se ama el Desierto de las Palmas; desde la contemplación de lo bello, de lo insignificante, de lo que nos habla de DIOS y del hombre mismo despojado de todo aquello que le es inútil por perecedero.

La búsqueda de la esencia en la existencia sólo es verdadera cuando volvemos los ojos a nosotros mismos y a nuestro alrededor, no existe la felicidad sin la transformación de los valores del mundo. Aquello que nos aparta de este fin, que no es otro que la felicidad no es válida.

La íntima, la contemplación del paisaje en sus amaneceres, en sus atardeceres, nace como respuesta al MISTERIO de la vida. La respuesta, el silencio, el adorno de lo bello y su entorno es el centro de la existencia en la búsqueda del todo, que no es otro que el universo que me habla.

Nadie cuando comienza la búsqueda sabe a dónde va, pero se lanza a la aventura y su espíritu se revela con fuerza mostrando lo íntimo, lo que no se confiesa a nadie, esa explosión de sentimientos dormidos, extraños, pero dulces como la nana que le cantas a un niño. Así ocurre en un fin de semana. Una hora, un segundo, habla DIOS.

Es el alma misma quien se muestra y alimenta todas las células de tu ser, ya no huyes en cuanto ves la LUZ, aprendes a convivir contigo mismo, escuchas tu corazón y es entonces cuando la presencia del paisaje en la oración te posee. 

El Desierto de las Palmas que pureza para hablar con DIOS.

El tomillo, la manzanilla, los cipreses, el cielo, el viento, el mar y el alma, el paisaje del Amor que todo lo da y nada pide.

Entre el cielo y el mar,
Existe la soledad.

Mi soledad, mi paraíso, mi paisaje.
Cierro los ojos, abro las manos,
La luz me cautiva el alma
Estoy en el cielo, en mi esta Dios 

Me habla el Desierto del olivo y mi alma de Paz 
Me habla el Desierto de una rosa y mi alma de Amor
Me hablan los cipreses del viento y mi alma del cielo
Terso y hermoso como la llama que nunca se apaga.
Como el canto del ruiseñor en la mañana.

El Desierto de las palmas ¿que eres si no, tú mismo paisaje? el bello vestido de un Rey.
Mis pensamientos se nublan ante la serenidad de la tarde y la risa callada de la naturaleza hermana que contemplo desde mi ventana.   
Como la bella durmiente espera la llegada de su príncipe, así el amante espera la llegada de su amada entre zarzas, entre riscos salvajes se cuentan las palabras y dejan paso al poema, a la mirada.  Se intima un Amor Divino, Eterno.

En la noche el éxtasis de la belleza estalla en esa meditación última que se recrea con pasión en la pobreza, una habitación desnuda, un crucifijo lo dice todo.  Retorno a la niñez, al encuentro con los padres, al beso vergonzoso Nace la plegaria, la acción de gracias por el DON del AMOR y descubres la presencia del amigo, del hermano, del padre en el ALMA que te habla en la soledad de ese paisaje que simplemente vive.

La última oración, búsqueda de una estrella en un cielo sin nubes.tTn sólo… dos que parecen dos ángeles guardando la entrada al Paraíso.

Ya sobre la cama, el reflejo de los luceros en la noche y la pobreza del silencio, Dios y yo, la muerte y la vida.

Y volvemos al paisaje en la mañana dulce como el néctar que se desprende de la flor, ¿oyes? De nuevo el ruiseñor y la campana de la Iglesia, los cipreses, los caminos, el bosque y la montaña ora, te espera Dios en su Sagrario.

Sales de la cama al primer toque de campana, tienes hambre, pero sabes que antes has de darle los buenos días, ya vendrá el trabajo, que ahora el ALMA quiere alimentarse en su Señor.

Palabras de vida son ahora mi paisaje.

Quiero volver, quiero volver al Desierto de las Palmas.
Quiero sentir como sienten los ángeles.
Quiero, quiero poseer el tiempo.
¡Llevarme! La esencia de la rosa y la Eucaristía en la mañana.
Abrazar todo el cielo en mi ALMA mientras suena el Aleluya.

Hoy conozco un Paraíso que es delicia, que es fermento, que es alegría al peregrino.

María Fonellosa es coordinadora de Relaciones Territoriales de la UNEE y delegada en la zona de Levante. Está galardonada con la Medalla de San Isidoro de Sevilla de la Unión Nacional de Escritores de España.