Bernal Francés: del romance a realidad histórica del soldado

Emilio Sánchez
Hace ya algunos años, cuando me documentaba para escribir mi novela El escudo nazarí, sospeché que cuando los Reyes Católicos conquistaron la Granada nazarí no sólo acabaron con el último reducto musulmán en la Península sino también con el modo de vivir de todos aquellos hombres de armas cuya vida estaba ligada a la frontera.

Pero seguramente los frontaleros peor parados fueron los que, como los de Alcalá la Real, venían recibiendo unas pagas “en dineros y panes” por tener encomendada la defensa de la ciudad-fortaleza (de realenga) en que vivían, pues no sólo la corona dejaría de pagarles tales emolumentos sino que, de la noche a la mañana, se acabarían también todos aquellos negocios que, con más o menos impunidad, durante ciento cincuenta años habían venido realizando con sus unas veces socios, otras enemigos, del otro lado. En tal situación de paro, quienes no supieran adaptarse a las nuevas circunstancias tendrían que buscar otras fronteras y el norte de África -Tunez, Bugia, Tripoli, Tremecen, Oran- se presentaban como el destino más apetecible para algunos de ellos, a tenor de las noticias -pocas- que han llegado hasta nuestros días. Pero … ¿y Melilla? ¿Por qué no pudo algún alcalaíno participar en la ocupación o conquista de Melilla?

Ante tal posibilidad buceé en archivos y bibliotecas, consulté cuantos libros y documentos de la época pude localizar sin que tuviera la fortuna de encontrar, en dicha ocasión, un sólo nombre. Esa circunstancia se me daría, casi por casualidad, tiempo más tarde, pero eso será objeto de otro trabajo. Sin embargo ese hecho, es decir la presencia de un alcalaíno en Melilla vinculaba a las dos ciudades y por tanto ya tenía el hilo conductor para escribir mi tercera novela “...y amanecerás en Melilla”. Pero no podía dejar casi todo a la inventiva, había que profundizar cuanto me fuese posible sobre la Melilla de finales del siglo XV y tratar de descubrir lo más posible de cada personaje de los que aparecieran por ella: ¿Quién era? ¿De dónde provenía? ¿Qué le movía? ¿Cual había sido su vida anterior?

Aparte de don Pedro de Estopiñán, los primeros nombres que conocemos de españoles en Melilla son los de Gómez Suarez de Toledo (o capitán Andino), criado del duque de Medina Sidonia y alcaide de Cliclana, que le sustituyó en el cargo como primer alcaide de Melilla. Los siguientes nombres nos los da Lorenzo de Padilla en su Crónica del Felipe I, llamado el Hermoso, quien nos dice que para sustituir a la gente que el duque de Medina de Sidonia tenía en Melilla “el Rey y la Reina enviaron a Manuel de Benavides, un caballero de Baeza, por capitán general con cient lanzas, las cincuenta suyas, y las cincuenta de la compañía de Bernal francés...” Más tarde el veedor Diego Olea de Reinoso, seguramente ya en 1498, hace una relación en la que indica las necesidades que ha visto y los problemas surgidos. En ella encontramos de nuevo al tal Bernal Francés, capitán de cincuenta lanzas, que junto a otros tiene encomendada la defensa de Melilla. No se nos aclara nada más de su vida o actuación concreta, sin embargo tuvo que tener un comportamiento destacado pues su nombre se le dio a un torreón, concretamente el que está en el centro de la muralla de Levante (la que mira al puerto) de la ciudad antigua de Melilla –por Melilla La vieja se la conoce-  y que está justo entre ventanas de las cuevas de la Florentina. Ese torreón lleva el nombre de Bernal Francés. 

¿Pero quien fue este tal Bernal Francés? A poco que se indague nos tropezamos con que su nombre viene ligado, con cierta asiduidad, en el romancero castellano y en los distintos cancioneros viejos con el amante que, aprovecha la ausencia del marido, para llevar a la esposa al adulterio.  He aquí un ejemplo:


Sola estoy en mi casa
namorando mi cojín;
¿quién será ese caballero
que a mi puerta dice "Abrid"?
- Soy Bernal Francés, señora,
el que te suele servir
por la noche en la cama,
por el día en el jardín.
Alzó sábanas de holanda,
cubrióse de un mantellín;
tomó candil de oro en mano
y la puerta bajó a abrir.
Al entreabrir de la puerta,
él dio un soplo en el candil.

- ¡Válgame Nuestra Señora,
válgame señor San Gil!
Quien apagó mi candela
puede apagar mi vivir.
- No te espantes, Catalina,
ni me quieras descubrir,
que a un hombre he muerto en la calle,
justicia va tras de mí.
Le ha cogido de la mano
y le ha entrado al camarín;
sentóle en silla de plata
con respaldo de marfil;
bañóle todo su cuerpo
con agua de toronjil;
hízole cama de rosa
cabecera de alhelí.

¿Qué tienes Bernal Francés,
que estás triste a par de mí?
¿Tienes miedo a la justicia?
No entrará aquí el alguacil.
¿Tienes miedo a mis criados?
Están al mejor dormir.
No temo yo a la justicia,
que la busco para mí,
ni menos temo criados
que duermen su buen dormir.
- ¿Qué tienes, Bernal Francés?
¡No solías ser así!
Otro amor dejaste en Francia
o te han dicho mal de mí.
- No debo amores en Francia
que otro amor nunca serví.
 Si temes a mi marido,
muy lejos está de aquí.
- Lo muy lejos se hace cerca
para quien quiere venir,
y tu marido, señora,
lo tienes a par de ti.
Por regalo de mi vuelta
te he de dar rico vestir,
vestido de fina grana
forrado de carmesí,
y gargantilla encarnada
como en damas nunca vi;
gargantilla de mi espada,
que tu cuello va a ceñir.
Nuevas irán al francés
que arrastre luto por ti.

Y son muchos y variados los romances viejos que tratan el tema de Bernal Francés y la esposa infiel, incluyendo el titulado “La amiga de Bernal Francés” incluido en “Flor nueva de romances de viejos” de don Ramón Menendez Pidal.

Maria Teresa Ruiz de la Universidad Nacional Autónoma de México ha realizado un estudio por el que encontró hasta 61 versiones distintas entre la tradición española e hispanoamericana. En ellas Bernal Francés aparece unas veces como el amante que seduce a la esposa infiel y otras como marido engañado que toma venganza. Tal es el caso del que aparece en la pag. 300 del Romancero, de la edición de Paloma Diaz-Mas, que dice así:


Francisquita, Francisquita            
La del cuerpo muy sutil
ábrele la puerta, mi alma,              
a quien te solía servir.
¿Quién es el caballero        
que mis puertas quiere abrir?
-Yo soy don Bernal Francés       
que en un tiempo te serví.
Se levanta alborotada                   
para encender el candil
y en la puerta de la casa                
se apagó el candil.  


La distribución geográfica de las distintas versiones es muy amplia pues va desde Vélez-Málaga, donde se cree que tuvo su nacimiento el primer romance, a las distintas regiones de España, para saltar al África y a toda la cuenca mediterránea con la literatura de la diáspora sefardí o cruzar el Atlántico para instalarse en los países hispanoamericanos, desde el sur de Estados Unidos a Argentina, cuyos romanceros recogen diversas versiones del mismo tema, que también se canta en corridos mejicanos.

El tema de la amante infiel, seducida por Bernal Francés, tuvo tanta importancia en su época que se cree que pudo inspirar al genio de las letras castellanas, Lope de Vega, para su comedia “El médico de su honra” y que otro tanto le ocurrió a Calderón de la Barca por la obra del mismo nombre.  

Pero...¿quién fue este personaje? ¿Fue un personaje histórico realmente? Don Ramón Menedez Pidal nos dice que lo fue en la época de los Reyes Católicos e indagando un poco más podemos concretar que fue capitán de cien lanzas jinetas que estuvo encuadrado en la batalla real -toma de Baza-, durante la guerra de Granada y que también intervino en la de Francia.

Pero...¿quién era, de donde procedía? Por el romance primero podemos deducir un origen francés, lo que vendría a certificar su apellido, ya que por las fechas en que vivió se solía adoptar como apellido el lugar de procedencia. Que hubiese nacido en el Rosellón, entonces, nos parece una hipótesis aceptable ya que dicho territorio francés pertenecía por entonces al reino de Aragón, es decir a Fernando el Católico, a cuyo servicio estaba.  No obstante, Argote de Molina, en su Nobleza del Andaluzia, nos señala que su linaje procede de un caballero francés, Montizón Bernal, que pasó a Castilla en tiempos de Enrique II. En ambos casos su origen era francés y así parece que lo admite la historia.  

Como persona, dado que era un soldado y posiblemente mercenario, al servicio del rey Católico, que luego lo enviará a la defensa de Melilla, no es de extrañar que se le catalogue de turbulento, contradictorio, a veces valeroso, otras arrojado, quizás despiadado con los soldados a su mando, cruel con el enemigo y avaricioso a la hora de repartir el botín. Aunque de ello no pueden dar idea las noticias que de él hemos recogido en el libro de Luis Magaña Visbal, Baza histórica, edición de Antonio García-Paredes Muñoz de abril de 1978, ISBN 84-400-4644-8, tomo I.  Luis Magaña al principio de leer su libro nos pareció un historiador concienzudo que había manejado las fuentes de los fondos de principales archivos históricos, pero luego comprobamos que casi había tomado directamente los datos de la “Historia del Obispado de Guadix y Baza”, escrito por el doctor don Pedro Suárez, capellán que fue de su majestad en la capilla de los señores reyes nuevos de Toledo,  que se editó en 1696.  

En la página 254 se nos dice que tuvo encomendada la alcaidía de Níjar, pero que el Zagal la tomó al asalto a finales de junio del 1488, pasando a cuchillo a casi toda la guarnición, por lo que se deduce que él no se encontraba allí. ¿Estaría seduciendo a la esposa infiel?

En la 271 se expone la disposición y composición de la hueste del rey Fernando el Católico durante el cerco de Baza y en la batalla real encontramos a Bernal Francés como capitán de cien caballos o lanzas.

En la 294, señala que después que quedase cercada la ciudad de Baza en la parte del llano por un foso lleno de agua, que unía los distintos campamentos, y una fuerte empalizada, además de con los castillos que la defendían, como aún así los cercados podían salir a proveerse, el rey mandó hacer un fortín por la parte que mira a la sierra y cuya guarda encomendó a Bernal Francés con las gentes de su capitanía. A pesar de todo aún continuaron los cercados saliendo a meter víveres y municiones y hasta se atrevían a cautivar a aquellos soldados despistados que se alejaban de los reales, por lo que el monarca, decidido a acabar con ello, ordenó continuar las obras con otra linea de fosos y trincheras por la sierra que cercasen totalmente a la ciudad.

Y por último, en la página 315 Magaña nos relata que cierto día Bernal Francés salió del real con el capitán Sancho del Águila y adentrándose por el lugar donde habían estado las huertas se dirigieron hacia un campamento moro que estaba asentado en el arrabal próximo a ellas con la intención de prenderle fuego. Pero fueron vistos por los moros que salieron de la ciudad y les atacaron, poniéndolos en un gran aprieto. El rey se dio cuenta y envió en su socorro al marqués de Villena y a Enrique Enriquez.

La ciudad de Baza también recuerda a Bernal Francés y le ha dedicado una calle que es la que une a la de Las Parras con la del duque de Baena.

Al formar parte de la batalla real, es seguro que Bernal Francés debió estar en otros muchos lugares y ciudades por los que pasaba la hueste, pero no tenemos datos sobre ello. De momento sólo podemos decir que tanto la ciudad de Baza como la de Melilla contaron con la presencia de este capitán de jinetes de leyenda, en la primera atacándola y en la segunda defendiéndola.

Emilio Sánchez