Poema de David Fernández Rivera













EL COBARDE

Nunca quiso disponer

las escaleras de goma

que oprimen la carcajada

en la cerradura

tupida de su lengua.


Desde muy joven

vio como su motor

desprendía la placenta líquida

en la ilustración de cómo escapar de una bota

tapiada con cañones de plástico.


Con cada trazo,

cosía las uñas astilladas

al mechero encendido

en las ingles

que lo arropaban

sobre la máscara incandescente

de una linterna existencial.


Sin embargo,

las paredes de un estómago,

detuvieron el interrogante

cuando alguien pronunció la hipótesis

de que el poema,

no sería más que una de las muchas mentiras

que se responden

en la inducción "transparente"

de la nada.


Y así,

estacionó la ansiedad de sus brazos

sobre el cartel impreso

en la percha pusilánime

de aquella mujer

que le propuso la tranquilidad

de estacionarse

bajo las lentillas azules

del automóvil.


Según ella,

bastaba con resignarse

a discurrir a través de los alfileres

de alienado en una herramienta

que sólo conoce la sombra

desfigurada en el techo

que la sostiene.

No quiso distinguir la raíz de las luces:

y es que

ya podía distinguir un camino

en los neones arrugados

en la membrana traslúcida

del chaleco reflectante.


Desafortunadamente,

ahora,

se desliza en los pestillos

que aíslan sus hojeras abiertas

en la condena que zanja los conos

sobre la camisa impaciente

de un simulacro de vida.


Es imposible

buscar bajo un blindaje de corbatas,

aquella lengüeta

que algún día,

quiso hacernos discurrir

con la vitalidad espumosa de la savia..


Sin embargo,

no quiere ni puede saber,

quién es el que mueve

el apero metálico por el que fluye.


Sólo así puede entenderse

que su andamiaje mental

se emancipe de su propio cuerpo,

ahora hipnotizado

en la voluntad de mover

la falsedad en el utensilio donde reside,


ignorando que

el organismo que lo mueve,

no sólo fue humano,

sino que todavía sigue vivo,

y está en su propia parcela mojada

bajo la presión artificial

del asfalto.


David Fernández Rivera