Relato de Emilio Sánchez











POR LOS CERROS DE ÚBEDA

Álvar Fáñez, el Mozo, descendiente de aquel otro Álvar Fáñez Minaya, primo que fue de Rodrigo, Mio çidi, el Campeador, esforzado batallador de moros, gloria de la cristiandad, que ganó Toledo y otros muchos lugares para Castilla, era un caballero que, aunque con la misma fogosidad de su abuelo, éste orientaba su ímpetu conquistador hacia empresas menos sangrientas.

Mozo de buena presencia, sus conquistas vestían faldas. En vez de derruir torreones, con requiebros por espada, blandía galanura y desataba corpiños, vadeaba obstáculos, arrasaba impedimentos, socavaba resistencias, forzaba postigos, traspasaba puertas, demolía barreras, atajaba juramentos, coronaba caprichos, prendía suspiros, liberaba promesas, profesaba novicias, inflamaba corazones, sitiaba doncellas, minaba voluntades, devastaba honras, asaltaba vírgenes, izaba faldas, batallaba nalgas, rompía virgos, atacaba casadas, escaramuzaba maridos, ofendía orgullos, quebrantaba matrimonios, rescataba cautivas, cautivaba libres, emancipaba pupilas, desnaturalizaba sobrinas, rendía dueñas, doblegaba amantes y esclavizaba barraganas. Toda hembra galana, mora, judía o cristiana; de alta cuna o de baja cama; libre o esclava; noble o villana, si se le antojaba a su capricho sucumbía a su daga. Aburridas y ociosas, en tiempos de guerra las damas no estaban bien guardadas de lo que él siempre bien se aprovechaba.

El rey don Fernando, al que el Santo llamaban, por el Andalucía sus mesnadas puso en campaña, llevolo con él para al moro almohade dar batalla. Muchas ciudades ya le había tomado, cuando a las puertas llegó de Úbeda la nombrada.

- ¡Ah! de esos torreones, arriad la enseña y entregalla.

- No haremos, nosotros tal, si podéis venid a tomalla.

- Vosotros, aquel muro escalad; don Nuño, la barbacana atacad; marqués, para vos el arrabal … ¿ y Álvar Fañez…donde está?

- Señor, corriendo esos montes. Dijo que los quería explorar.

Entretanto, el caballero, a una mora, bien galana, que a en las aguas de un río bañándose estaba, poníale encendido cerco y del no cejó hasta que rendida la hubo y su premio cobró.

Cuando al día siguiente ante las murallas de Úbeda se presentó, ya la plaza estaba tomada. El Rey le preguntó:

- ¿Por donde andabais, caballero?

- Por esos cerros de Úbeda, señor.

Emilio Sánchez Sánchez (De su libro "Cuentos del Condestable")