Silencio
La distancia es silencio
que supera el amor.
Si muriera el amor
moriría la distancia.
¡Lo lamento!
Si a mí me duele el silencio
y te tengo que expresar
que la imagen que yo siento
es tuya, porque no estás.
Y si el silencio se impone
y golpea mis sentidos…
te amaré tanto, mi vida,
que aun pareciendo dormido,
estaré despierto a ti.
Y morirán mis sentidos,
y morirá la distancia,
pero la flor del amor
te obsequiará su fragancia...
que fue la flor que te di.
Y si me callo es por ti,
mi reina en esta distancia,
no quiero verte sufrir
ni de amor brotar tus lágrimas.
Quiero callar para ti,
aunque no esté complacido,
pero despierto o dormido
te amaré tanto, mi vida,
que por no quererte herir
fingiré que estoy dormido...
y haré silencio por ti.
Del
libro “Epístolas de frontera”
La siega
Escucha
hoy como la tarde se hace siesta
en los
días de junio que anuncia la chicharra con su canto.
El mirlo
vuela alto y el graznido de un cuervo peregrino
traslada
en la distancia su mensaje de estío.
Las
espigas mecidas por la brisa cimbrean en un mar de ondas candentes,
que el
sol está muy alto y el tiempo de la siega se aproxima.
Caerán
orondos granos sobre el arel cedazo de la criba,
cuando
la curva hoja sea guadaña y haga doblar el tallo que entregue su cabeza.
Miro a
lo lejos y un horizonte difumina el paisaje que sestea,
dejando
entre bostezos el latir de un corazón que duerme los olvidos.
Te
recuerdo ahora que tengo amplios mis sentidos y ancho el corazón para acogerte;
espigadora
tantas veces…, el haz en una mano sujeto por la cinta que recoge tu pelo,
y bajo
el brazo, asentado en la cadera, cargado el búcaro que traes a mi remedio
para
apagar la sed de amarte.
¡Ay!
Cuánta dicha me entregaste aquellos días.
¡Cuán
contento me hacías sentir en tu cercana lejanía!,
porque
al final siempre supe que no eras de esta siembra,
y que el
árbol de tu huerto te llamaría a recoger la fruta cuando fuera su tiempo.
En mí se
queda el fuego de una primavera que ya quiere ser verano
en
granos tan dorados como la piel que acaricié aquel tiempo,
y aún me
queman tus labios en los candentes besos sostenidos.
Escucha
el sortilegio de una siesta que termina y me entrega un sueño.
Oye el
rumor de una canción en los susurros de la fresca brisa,
y sobre
todo… no dejes que se pierdan los latidos
que proclaman
lo que niega la distancia.
Porque
te escribo y mis cartas surcan las estaciones como aves migratorias
a través
del tiempo.
A la
intemperie, como mi alma suplicante y descarnada entregó su cosecha.
Del
libro“Epístolas de frontera”
El río que es la vida
Vicente Enguídanos Garrido. In memoriam
A veces, nos arrastra la corriente de la vida
sin que nos demos cuenta.
Vamos rodando y dando tropezones,
entusiasmados, en pos de nuestras ilusiones,
y cuando caemos en su cuenca…
sólo queda pasado y una vida perdida.
¡Ay!, río que transcurres por mil cauces,
historia de los tiempos son tus aguas;
recoges los lloros de los sauces,
los forjas en el seno de tu fragua
y los devuelves reconvertidos en cantares.
Esparcidos en variada orografía
por la que vas pasando,
son canto de esperanza y alegría,
como el repiqueteo de guijarros rodando,
puliéndose entre roces, desgastando la vida.
Los sauces quedan lejos, lejana la ribera;
tu tiempo de torrente ya ha pasado.
El agua de tu cauce, ahora remansado,
fundirse con el mar es lo que espera.
Los hombres somos los sauces
que lloran en la ribera,
y sus lágrimas los cauces,
huyendo en fútil carrera
que lleva a ninguna parte.
Río de aguas plateadas, fiel espejo,
que refractas las miradas e ilusiones
pasadas, presentes y venideras,
que fluctúan por tu ribera
como las fatuas pasiones,
fundidas en mil reflejos.
Hasta cuándo he de repetirte
El mar de las miradas