La luz tras el vapor

Relato de Ricardo Asín Peral

El eco de los pasos retumbaba por la habitación, la humedad se sentía en el ambiente, el horno estaba poniéndose en marcha, solo se oía el motor a vapor del montacargas que llevaba a la sala, al fondo de ésta, solo había un atril sobre una tarima de madera abombada por la humedad, con un solo banco de cemento delante y nada más que una cristalera detrás.

Encima de la tarima una mesa de mármol blanco, sin más cosas sobre ella, que un libro antiguo y ajado y una gruesa capa de polvo que se podía quitar con una pala. Los pasos dejaron de sonar, Balck se situó en el atril y se quedÓ mirando hacía el único banco de toda la habitación. Solo había una persona sentada, el resto era oscuridad, vapor y una luz tenue, que gradualmente se avivaba.

El horno finalmente se encendió del todo y a través de la vidriera los resplandores del fuego iluminaron aquel tétrico lugar. La sala era silencio...

- Recuerdo cuando nos conocimos por primera vez - Se rompió el silencio - Yo salía del Pub Watts, acababa de gastarme mi último sueldo en un whisky de 25 años, que ya me había acabado, recuerdo que la ciudad entera era niebla... El vapor salía de los conductos de ventilación de la refinería, llenando las calles enteras, impidiendo ver a más de 2 metros de ti. Me habían echado del Pub porque me había quedado sin dinero, e iba completamente borracho. Recuerdo que no podía dar dos pasos seguidos sin agarrarme a algunas de las balaustradas de la calle, las placas de hierro de la acera sonaban a cada paso que daba retumbándome cada uno como si estuviera de resaca. Cada paso me sentaba mal, literalmente... - esbozando una sonrisa - Decidí sentarme, en mitad de la calle, eran las 3 de la mañana, ¿Quién iba a pasar por allí? - vuelve a sonreír y suspira con condescendencia - Justo cuando pensaba que no podía caer más bajo, cuando estaba a punto de llorar al observar aquella situación, de repente se coló entre las nubes de vapor un rayo de Sol. Recuerdo que era la primera vez que veía el Sol desde que vivía en la ciudad.

La sala seguía vacía, en ella solo se encontraban Balck y un desconocido en el banco de cemento sentado. Balck no lo conocía de nada, pero no fue inconveniente alguno a la hora de hablar. El solo quería contar su historia, nada más, no le importaba quien estuviera. El horno estaba preparado, los ruidos de los motores llenaron la sala, matando el silencio que allí habitaba. El vapor comenzó a salir de las tuberías, en un momento la sala se había convertido en un infierno de calor y humedad.

Se le caía la gota de sudor, tenía las manos empapadas y cada vez que tocaba el atril, el polvo de este, se le hacía un nauseabundo barro en las palmas. Dejo de apoyarse y se sentó en la tarima, de cara al desconocido del banco. Los maderos crujían como si fueran a romperse, pero no cedieron

- En ese momento de mi vida, cuando ni morir me preocupaba, un maldito rayo de sol me dio en la cara - Balck reía sarcástico - Parecía que el mundo se estuviera riendo de mi... Pero entonces apareció alguien, una sombra me tapaba el rayo de sol, una sombra que me ofreció la mano para ayudarme a levantarme. Realmente al principio ni me moleste en darle la mano, pero no se movió ni un milímetro hasta que estiré el brazo. Cuando por fin me reincorporé la densa capa de niebla volvió a tapar el rayo de sol, y entonces, la luz de las farolas de la carretera dibujaron la silueta, y más tarde, la cara de aquella persona. Es posible que fuera yo el que tardará en enfocar la mirada, no lo se, pero me gustaría creer que fue la luz quien dibujo esa cara. - Balck dejó de hablar de repente, sus ojos miraban a la nada, nostálgico. - De repente una voz se abrió paso entre los ruidos de la ciudad nocturna y llegó a mis oídos. "¿Qué te ha pasado?" me preguntó, "Nada" le dije yo. Me di media vuelta e intenté seguir con mi camino, pero una mano se puso sobre mi hombro. "¿Quieres que te ayude" seguía insistiendo, pero yo seguía en mis trece, no quería nada de nadie, ni siquiera ayuda. Entonces me cogió de la mano y casi arrastrando mi cuerpo, intoxicado completamente por el alcohol, me llevó a una tienda de chucherías. Sacó un manojo de llaves del bolsillo de su abrigo y abrió la puerta.-

El olor a madera quemada inundó la sala, Balck seguía igual, cabizbajo, contando su historia, pero el desconocido no se había movido todavía, seguía exactamente en la misma posición sin perder detalle de la historia de Balck.

- No recuerdo que pensé en ese momento - Continúo Balck - pero seguro que nada bueno. Me sentó en una silla, cogió una bolsa de plástico y la llenó hasta arriba de gominolas, y... me la dio. No entendía que pasaba, pero empecé a comer. Con el primer bocado recordé un montón de cosas, el sabor me recordó a mi niñez en el poblado, antes de venir a vivir a la ciudad, cuando cada mañana, el sol entraba a través de mi ventana y me acariciaba la cara para darme los buenos días, aquel tiempo en el que mi única preocupación era jugar con mis hermanos, ver a la vecina bañándose u oler las flores del prado. Aunque no te lo creas, ese bocado pareció eliminar de mi cuerpo cualquier brebaje tóxico. Cuando volví en mi, estaba enfrente mío, mirándome y volvió a preguntarme "¿Por qué estás haciendo esto con tu vida?" yo solo le supe responder "porque si", le devolví su bolsa de golosinas, me levanté y me fui.

Y lo único que me dijo antes de salir por la puerta fue "Recuerda que si te rodea la oscuridad solo tienes que encender una luz".

Una compuerta se abrió al final de la habitación, justo al lado de la vidriera, el horno se había apagado ya y en la pequeña compuerta había una urna de cerámica. Balck se levantó de la tarima y fue a por ella. La cogió, y cuando estaba en sus manos solo la miraba melancólico. Limpió una mancha con la manga del abrigo se dio la vuelta y se dirigió al montacargas.

- ¡Un momento! - una voz resonó por la sala - ¿No sigue esa historia? - Balck se volvió atónito, pensaba que aquel desconocido le estaba ignorando y sin embargo, aquel hombre, no había, en ningún momento, dejado de escucharle - ¡No me mires así! ¿Es qué nunca has visto a una persona hablar? - Balck esbozó una sonrisa y volvió a su lado, se sentó en la tarima de nuevo y dejó la urna a su mano derecha.

- ¿De verdad quieres que te cuente el resto? - preguntó Balck -

- Tiempo tengo, ¿tienes tú? - Balck no pudo evitar reír -

- Es lo único que tengo - respondió a aquella persona -

- ¿Y cómo sigue pues? - le insistió el desconocido.

- No lo volví a ver en un tiempo, yo seguí con mi vida tal cual la había dejado, me acababan de echar del trabajo, me había quedado sin dinero y no podía salir de la ciudad -

- ¿Y tu poblado? - preguntó

- Dejó de existir, hubo una ventisca el anterior Invierno, lo arrasó todo, lo que quedaba de mi pasado allí, me lo arrebató la naturaleza. Mi única opción era buscar trabajo, pero ¿Quién iba a contratar a un borracho, sin familia y sin conocimientos de mecánica? Así que fui de bar en bar, empeñando lo poco que me quedaba para seguir bebiendo, hasta que me quedé con lo que ves, un pantalón, un abrigo y unas botas. Días más tarde volvimos a encontrarnos, en prácticamente las mismas circunstancias, aunque esta vez, no me largué de su tienda, me volvió a preguntar que porqué hacía eso, y esta vez le conté mi historia. Tras contárselo todo, se empezó a reír y solo me dijo "¿Eso es todo?". Yo no entendía que pasaba, pensaba que había perdido la cordura e intenté levantarme para irme de allí, pero me detuvo. "¿Otra vez te vas?" me preguntó. Yo me volví, y antes de poderle contestar se levantó, echó un puñado de gominolas en una bolsa y me la dio. "¿Qué pasa contigo?" le pregunté y solo me contestó "A mi nada, eres tú el que no quiere vivir, ¿Por qué?", yo le contesté, "porque no tengo motivos". Y me contestó, "¿Desde cuándo se necesitan motivos para vivir?". No entendía nada de lo que salía de su boca, sin embargo me sentía bien a su lado, y cada frase que decía me reconfortaba. Desde ese momento empecé a ir a su tienda cada día.

-¿Por qué? - preguntó el desconocido

-No lo se... ¿Por qué no? - contestó Balck - Nunca entendí lo que pasaba por su cabeza, solo sé que allí me sentía cómodo, sin hacer nada especial, solo... era. A lo que me quise dar cuenta llevaba un mes sin beber nada, solo por ir a hablar a su tienda. Hasta que un día no vino a abrir

- ¿Qué le había pasado? - preguntó

- No lo sé - contesto Balck - Apareció encima de la cama de su casa, con un papel, encima del pecho. - Balck se sacó el papel arrugado del bolsillo de dentro del abrigo y se lo dio al desconocido -

- "La tienda es tuya, busca siempre la luz" - Leyó el desconocido en voz alta - No lo entiendo - dijo desconcertado

- Ni yo, supongo que algún día lo entenderé - Balck se levantó de la tarima, cogió la urna y se dirigió al montacargas con el desconocido

El ruido de los motores empezó a llenar la sala, la puerta del montacargas se abrió y ambos entraron, el viaje lo presidió el ruido del hierro y las poleas rozándose, los chirridos bañaban el montacargas y por fin llego arriba del todo.

- Oye, ¿Y cómo se llamaba? - le pregunto el desconocido a Balck

- Nunca se lo pregunté... - el desconocido se quedó mirado a Balck anonadado y por un momento la niebla se disipó y un rayo de sol consiguió hacerse hueco hasta tocar la urna que Balck llevaba en la mano. Tras lo cual, Balck echo la mirada a la luz y se fue en la dirección opuesta al desconocido.