Informe para Claudio


Poema de Antonio Carmona

Todo había acabado. 
Hasta los siquiatras pasaban hambre. 
A los gatos se les cayeron las uñas, 
y los perros echaron a correr 
tras el hueso que mueve la mano. 
El rey abdicó, y la reina,
¿qué hizo la reina?.
Aquella noche un banco
se cambió de esquina.
Habían robado el secreto
del movimiento de las dunas.
Había una guerra 
y la estábamos perdiendo. 
El papel, quién lo diría, se hizo prescindible, 
y la revolución imprescindible. 
Faltaba la denuncia, sobraba hambre. 
Ahora hemos callado para escuchar las crepitaciones.
Arde la fábrica, mueren las esclavas.
Me vuelvo por donde vine. Me tomo un descanso.
Que tu caravana surque las montañas sin novedad, 
que veas nuevos paisajes y que te cruces con fugitivos, 
y que te hagas con un fusil y que lo tires y que huyas, 
y que subas a un árbol para mirar la redondez del planeta. 
Que no te confieses si combates a la usura. 
Ya verás cómo te crecen alas.
Si vas a la guerra 
verás que es buena hora 
para escupir
insultos en sus rostros
de efectos financieros,
en sus islas donde guardan los tesoros.
Quién lo iba a decir:
nos mandan piratas.
Ni tibia, ni calavera, ni parche,
corbata por decir algo,
sin escrúpulos por decirlo todo.
Y nosotros grogui.
Que tu fusil dispare flores y que lo cursi
tenga su sitio en primavera por supuesto;
que el misántropo recoja su paradoja
y recuerde cuando inste a la revuelta
al primer estratega y a la Laurisilva.
Que no olvides denunciar y buscar el consuelo
en la piel del árbol.
Y que la nube violeta que te sigue
derrame sus pétalos en tus campos.
Que, por fin,
si descubre un antropólogo
al cabo de unos milenios tu osamenta,
que vea las huellas de tu valentía
y las heridas de tus miedos.
Me encantaría poder decirte:
La vida es dura, muchacho.  
Pero se me olvidaría algún detalle
de algún funeral. Por eso callo.
Y callo
porque se me podría olvidar
algún detalle de algún paraíso. 
Y callo
para que oigas el silbo gomero
que un chino enseña a una rusa,
y otras armonías.
Te levantas apoyando tus palmas
en la yerba, irguiéndote en Liliput.
Miras las mariposas encargadas
del polen y el chupeteo.
Apuntas y disparas
al corazón de un dólar.
Nos ponemos de acuerdo
para que estos dos versos
figuren en dos poemas:
«La cosa sería preocupante
si sólo ladraran los ejecutivos»,
leímos en el centro del pendón
de los vencidos de Pessoa:
¡Victoria!  
Y allí nos quedamos
bajo la sombra de una meta.

Poema del libro “Caballo muta a cebra”, distinguido con el segundo premio en la XXIX edición del Premio Tiflos de Literatura, que convoca la ONCE.

Antonio Carmona es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.