Romper fronteras

Ensayo de Marlene Denis finalista en I Certamen Mundial Excelencia Literaria, de Literary Edition

La voz de la migración se convirtió en eco desde la antigüedad. Con la lectura del Génesis podemos comprender cómo Adán y Eva fueron expulsados del Edén. Esa acción no los convirtió en simples emigrantes sino en exiliados.

Emigra aquel que abandona su patria por intereses propios y cuenta con la posibilidad del retorno; en cambio, exiliado es quien lo hace contra su voluntad y el regreso se ve limitado por las leyes del país para encarnar dolor, añoranza e inconformidad ante cualquier revelación semejante al pasado. Estas adversidades requieren ser plasmadas desde la belleza o, contrariamente, a partir del desgarro.

La Poesía siempre será migratoria. Ella promulga, simultáneamente, lo intrínseco y apocalíptico existente en la creatividad del individuo, sus orígenes, idiosincrasia y desvelos, su metafísica y objetivos.

José Martí, poeta y revolucionario cubano del Siglo XIX, sufrió el exilio y reflejó la denuncia, desconsuelo y esperanza que, a día de hoy, son recordados por generaciones enteras. Algunas de sus frases son repetidas hasta la saciedad como: “Viví en el monstruo y conozco sus entrañas”, y otras, completamente desconocidas: “¡El destierro en la Patria es mil veces más amargo para quienes como yo hemos encontrado una patria en el destierro!”

Transformar la experiencia del desarraigo en literatura es el caos más íntimo en la poética, pues es prolongación del espíritu. Con él se consigue vislumbrar la imagen más allá de cualquier símbolo, ya que la lejanía crea nexos mediante el verbo justo y, a mi modo de ver, no existen el exilio ni la distancia si la frontera es rota por la imaginación.