Noviembre

Colaboración de Albertina Reinón

Siempre me ha preocupado el tema de la muerte; de pequeña me trastornaba el pensar en ello, eso de desaparecer para siempre, siempre, me abrumada y me sumía en un estado de incertidumbre pavorosa.

Con el paso del tiempo la mente va buscando sus refugios. Te convencen de que la muerte no es el final sino el comienzo de una vida mejor, y ahí te instalas.

Sientes la necesidad imperiosa de aferrarte a cualquier idea que pacifique tus dudas, es mejor así, y pasamos la vida esperando el Paraíso.

A medida que van desapareciendo tus seres más cercanos, te aferras a la idea del más allá y al posible reencuentro al final de los tiempos, pero, ¿cuál es el final de los tiempos?

¿El tiempo es un valor abstracto y subjetivo? ¿Es un valor real y objetivo?¿Es virtual?¿ Es añoranza?¿Es chanza o camelo?¿Es engaño?¿Es miedo?

Indudablemente no respondería igual un físico, un teólogo, un filósofo, un sabio… ni siquiera respondería igual un sano y un enfermo.

Con el paso de los años te vas dando cuenta que tú estabas ahí y por ti ha pasado el tiempo cual tormenta de arena erosionando tu figura, sigilosa y lentamente, se ha ido llevando las capas de tu vida.

¿Y el espacio? ¿Dónde están los seres que el tiempo arrebató? ¿Acabaron fundiéndose con la madre Naturaleza o fueron transportados a un dimensión imperceptible, de momento, para nosotros?

Digo, de momento, porque la ciencia y la tecnología avanzan a pasos gigantescos como caballo desbocado y en unas décadas todo habrá cambiado.

Hace poco mi curiosidad me llevó a leer un artículo que me dejó bastante impactada; resulta, que el cerebro recibe una información de 400.000.000.000 de bytes por segundo y nosotros percibimos solamente 200.000

¿Quiere esto decir que en un futuro percibiremos dimensiones diferentes?¿Podremos percibir a los seres que ya se fueron o que no han venido todavía?

Amigos mios. ¿Cómo se os queda el cuerpo?