Manuel Fuentes González, poemas

Peregrino en el Camino

Con luz del alba, divina,

estrellas, linterna y sol,

el peregrino camina,

lleva a la espalda el zurrón.

 

A los campos de Castilla

desde la Francia llegó;

sigue su andar por la vía

entre pueblos de León.

 

El día largo atardece

la noche pronto acabó;

amanece en la calzada

acreciendo fatiga anterior.

 

Por la estepa maragata

y los montes transitó;

tras llanería berciana

hasta el Cebreiro subió.

 

Viento, frio, dura lluvia,

también días de mucho sol,

floración de primavera,

abundancias de estación.

 

Soledad o compañías

de amigos del corazón,

hambre, sed y privaciones

el peregrino vivió.

 

Ilusiones y fatigas,

fusiones de amor y dolor;

entre luces y con sombras

hasta Santiago llegó.

 

Ahora goza en los recuerdos

y en lo mucho que aprendió,

esperando  del Apóstol

una sola concesión.


Las manos

Soy estas manos, unidas a un cuerpo,

que cumplen tareas y logran los sueños.

No cargan las armas ni golpean pechos;

detienen la espera y alivian el peso.

 

Reciben convexas, se juntan en rezo;

ofrecen ayuda, no cercan el cuello.

Ondulan tu piel si hipa el silencio,

gritan libertad aireando tu pelo.

 

Las simples manos, niña de ventura,

que amasan pan y mezclan la arcilla

ciñen cintura y movieron cuna,

son dúctil tiento sobre tu mejilla.

 

Son dos extremos, unidas a un cuerpo,

que trenzan los juncos y escriben versos.

Firmes en pacto, nobles en los sueños,

dirigen pinceles bailando en vuelo.

 

Son las manos algo más que estos versos:

ternura de tacto, firme asidero;

alivios del alma, sustento del cuerpo

y suaves voces que gritan «te quiero».


Manuel Fuentes González es vocal honorario de la Unión Nacional de Escritores de España.