Hambre

Colaboración de Elina Pereira Olmedo

La mujer salió del río. Se sentó sobre una piedra. Sus manos apretaron su pelo negro y largo, escurriendo bien el agua. El aire suave lamía su piel morena y el sol la besaba centímetro a centímetro. Empezaba a tener hambre.

Entre los árboles, con el viento a favor, unos ojos ávidos espiaban aquel torso suave, la curva de sus caderas, los muslos turgentes. Las sombras cambiantes dibujaban rayas negras en la piel ambarina.

Ella, no pudo olerlo hasta que la atacó. Miró al hombre, entre asustada y sorprendida.

Después, rápida, un zarpazo, un mordisco, y lo devoró.