Esclavos en Lobón (Badajoz)

Artículo de José María Fernández Núñez

A grandes rasgos, pues no se trata de hacer aquí un estudio sobre esta situación social en la España de la Modernidad, sino que se apunta como «curiosidad», he venido a detraer unas partidas donde se refleja tal situación. La condición de la esclavitud era de carácter indefinido en cuanto al tiempo, pero no inherente a la persona ni a un grupo determinado; por esto, se podía caer en ella por ciertos motivos, algunos de los cuales y en este periodo son por deudas, los más, por donación este ejemplo se daba en las familias más desfavorecidas donde la prole aumentaba considerablemente y al carecer de medios de subsistencia eran cedidos a personas o instituciones que pudieran hacerse cargo de ellos, y los que se auto vendían para satisfacer esa deuda por un tiempo determinado que siempre solía ser definitivo pues ya nunca obtendrían la libertad al carecer de medios (el dueño también lo era de sus pertenencias) su condición servil rápidamente se trastocaba en esclavismo, estos sin ser los únicos sí eran los más habituales, otros eran los procedentes de América y la berbería, por actos jurídicos unos y por apresamiento en conflictos bélicos otros, pasaban a ocupar el «cargo».

 Lejos de la mala prensa europea, en España el esclavo pasaba a formar parte de la familia in extenso, esto es, pertenecía como si de un enser más se tratara a la propiedad del cabeza de familia, sus derechos eran reconocidos por leyes y aunque sujetos siempre a los vaivenes de los caprichos señoriales, estos no podían traspasar ciertos límites, que el mundo anglosajón y holandés se situaban en las antípodas de los derechos hispanos.

En el derecho español estaba reconocida la capacidad de salir de esa situación mediante varios procedimientos los más usuales eran la emancipación (cartas de manumisión) y la auto compra, esta o compra de su propia libertad, última al depender exclusivamente de la voluntad del dueño de desprenderse del sujeto en cuestión, en muchas ocasiones se hacía uso y abuso de los negocios encaminados a su puesta en libertad, así se establecía un precio pagadero casi siempre coincidiendo con una festividad (tradición medieval), el precio lo imponía el dueño, y podía cobrarlo por dos procedimientos uno en metálico de una sola vez, cosa esta casi imposible para los pagaderos y otra a plazos lo que en muchas ocasiones daba la circunstancia de que no se llegaba a abonar nunca pues los plazos iban in crecendo con lo que no era fácil su liquidación. Los que abonaban estos pagos solían ser familiares y amigos del esclavo que ponían todas sus pertenencias para recuperar ese miembro de la familia que había caído en desgracia. Otros eran liberados con la muerte de sus dueños que testaban a su favor extendiendo cartas de manumisión, aunque esto no siempre fue respetado pues los herederos, se apropiaban de esas cartas y los mantenían en esa situación de esclavo contraviniendo lo testado, las autoridades conocedores de los hechos no hacían nada para evitarlos porque sus cargos locales y provinciales se los debían ellos y no se iban a indisponer por un esclavo, no se daban cuenta que su actitud era otra forma de esclavitud. No obstante, para evitar estos abusos se creó la figura del Personero, este era una especie de notario que daba fe del negocio efectuado, tanto si era por compra, manumisión señorial o cualquier otra circunstancia. 

Estos eran empleados en diversas labores, para los hombre quedaba reservado las agrícolas, las que supusieran esfuerzo físico extra domiciliario y para acompañar a las esposas e hijas de los dueños a determinadas horas o lugares donde siempre iban «escoltadas» por el /los eslavos de la casa, esto daba prestigio, era un índice social de la bonaza de la casa en cuestión. Otra de sus funciones eran de transporte, las mujeres, por el contrario, se encargaban de las labores de la casa y solían ser objeto de los abusos sexuales de sus amos, recriminadas socialmente eran tratadas como bestias a las que se les negaba el pan y la sal.

Los pertenecientes a las instituciones religiosas, provenían de las donaciones que efectuaban los padres o tutores por los motivos ya expuestos, otra vía de donación era precisamente las señoriales y/o reales, en escasas ocasiones el clero compraba esclavos, en sus posesiones se encontraba abundantemente esa materia prima (Al margen de esta cuestión y como anécdota referiré que mientras la villa estuvo bajo el dominio del Priorato de San Marcos de León la aportación de vecinos de ese lugar a la población (entre otras) fue considerable, así entre mis antepasados he encontrado varios procedentes de los obispados de León y Astorga) y el trato lejos de dulcificar su injusta situación, era el mismo que en las casas laicas, al fin y al cabo ejercían de  señor, de dueños de un alma humana y la dominicatura no establecía diferencias.

Una vez ya libres, les quedaba la cruda labor de «borrar» ese estigma que en muchas ocasiones no era bien aceptado por el resto de la sociedad, quedando marcados para siempre como infraclase social, para ello muchos cambiaban de población o incluso de provincia, aunque no era fácil pues siempre la dependencia estaba latente a pesar de la libertad conseguida, por otro lado la llegada a una población ajena y desconocida, como un nuevo vecino, los naturales de ella daban por seguro que su procedencia no era del todo limpia y pasaban a formar parte de los sospechosos de ser cristiano nuevo, esclavo manumitido o galeote. Nadie se iba de su pueblo a otro a encontrar lo mismo o quizás peor que lo que dejaba atrás; el empezar de nuevo sin arraigos ni apoyos familiares no era fácil, eran sociedades muy estructuradas y cerradas, por eso se solían quedar en sus localidades donde sus postreras generaciones siempre soportaron ese estigma que los acogotaba ante los antiguos dueños. Los que esta situación les resultaba insostenible, les quedaba otra opción, el ejército o pasar a engrosar las partidas de delincuentes que operaban en las comarcas de su vecindad. Pero no todos fueron así, otros en cambio sí que supieron encauzar su nueva situación o tuvieron más suerte y se colocaron en la elite urbana codeándose con sus antiguos dueños (que nunca lo aceptaron de pleno, pero que, merced a su influencia y/o riqueza personal estaban obligados a cumplir con la etiqueta) y poniendo en práctica la «prestigiosa» costumbre de ser amos de hombres.

Estos cinco anotados son un vivo ejemplo de la existencia de esa capa social en la población, no desaparecería hasta bien entrado el siglo XIX, resistiéndose a ello los poseedores de ese mercado humano a pesar de las leyes reales, continuando en su servilismo si bien la denominación había cambiado, ya no eran esclavos sino siervos, con los mismos derechos, osea prácticamente ninguno.

«En la villa de Lobón, en treze dias del mes del enero año de mill septezientos y trenta y seis. Yo D. Julián Pérez Moreno Tenente de cura de dicha villa. Baptize y puse los Santos Olios a MANUELA hija de Josepha, esclava de D. Fernando Gallego Conexo y padre desconocido. Fue su padrino Francisco López Porrino, siendo testigos Gabriel Cruz y Rodrigo Alonso Collado. Nazio el día primero del dicho mes. Y lo firmé.

En la villa de Lobón a vente yun días del mes de octubre de mill septezientos cinquenta ydos años. Yo D. Alonso Marcos Mendo, cura propio de la iglesia Parrochial de Nuestra Señora de la Absumpzion de dicha villa. Baptize y puse los Santos Olios a MARÍA THERESA DE SAN PEDRO DE ALCÁNTARA, hija de Ana de Santiago, mi esclava, vecina desta villa, natural de la Puebla de la Calzada. Nazio día diez ynuebe de dicho mes yaño. Fue su madrina Dñª María Sanguino, vecina desta dicha villa aquien adberti del parentesco Spiritual yobligaciones. Siendo testigos Juan Sánchez Guerra Sachristan Maior. Y lo firmé. 

En la villa de Lobón en treze días del mes de maio del año de mill septezientos y quarenta. Yo D. Pedro Rodríguez Botón cura propio de la dicha villa y de su iglesia parrochial. Baptize y puse los santos Olios a THERESA esclava de D. Andrés Conexo desta villa, hija de María González de padre desconocido. Fue padrino Francisco López Porrino aquien avise del parentesco Spiritual y demás obligaciones. Nazio el día zinco de dicho mes. Y lo firmé siendo testigos Gabriel Alonso y Miguel Gutiérrez.

En la villa de Lobón a vente días del mes de junio de mill septezientos yquarenta yuno. Yo D. Rodrigo Alonso Suárez del Collado, tenente de Cura de su parrochial iglesia. Baptize y puse los Santos Olios a ANTONIO hijo de Josepha María, esclava de D. Fernando Gallego Conexo, de padre desconocido. Fue padrino Diego León vecino desta al que avise del parentesco Spiritual y demás obligaciones; siendo testigos Joseph Borrallo, Gabriel Alonso Grajera y Francisco Rosa Collado. Nazio en nuebe de dicho mes. Y lo firmé.

En la villa de Lobón a vente y ocho días del mes de abril de mill septezientos ycinquenta yuno. Yo D. Alonso Marcos Mendo, cura propio de la parrochia de Nuestra Señra de la Absumpzion de la dicha villa. Baptize y puse los Santos Olios a MARÍA THERESA, hija de Antonio, esclava de D. Dionisio de la Cruz Murillo. Nazio el día vente yquatro de dicho mes y año. Fue su padrino Juan Rodríguez Botón Corregidor y Justicia Maior desta villa al que advertí del parentesco Spiritual. Y lo firmé.»

Estos sin ser ni con mucho los únicos, sí podrían ser los más representativos de aquella sociedad. Son cientos los que agolpan en los renglones de asientos en los llamados quinqui llibris parroquiales a lo largo de esas centurias; de ellos se podría extraer un bonito trabajo sobre su composición social que nos arrojarían datos de una verdadera ciudad pues, reúne todos los elementos básicos que componían la urdimbre poblacional de esa modernidad mal gestionada. Lobón al igual que sus vecinos tiene mucho que decir, mucho que aportar a la historia de España, sus conflictos con los vecinos portugueses las razzias de unos y otros con incursiones sin aprisionamiento de tierras pero sí de todo aquello que se pudiera autotransportarse. Costumbres nefastas extrapoladas desde la Edad Media era la tónica dominante de aquellos señores feudales que junto con sus esclavos y deudos se resistían a ceder sus muchos privilegios ante una Edad que ya empezaba a cuestionárselos. Su detonante, la mal llamada Guerra de Independencia.

José María Fernández Núñez está galardonado con el escudo de oro de la Unión Nacional de Escritores de España.