Cuando el Gordo de Navidad cayó íntegro en un buque de la Armada

Artículo de Diego Quevedo Carmona

Corría 1812, año convulso que estuvo marcado en España por la guerra contra las tropas napoleónicas y el entusiasmo revolucionario que suscitó la Constitución Liberal conocida como la de “La Pepa”, cuando el Gobierno crearía el sorteo de la Lotería y casi desde ese mismo instante, el navideño sería el más popular de todos los que se celebrarían a lo largo del año, sobre todo porque los premios eran los más suculentos. Por lo que a la Armada respecta, habrían de pasar algo más de un siglo para situarnos en 1915, año en el que el 16 de agosto, se entregaba oficialmente en el Arsenal de Ferrol, el segundo de los tres acorazados que allí se estaban construyendo para la Armada y que llevaba el nombre del monarca reinante, Alfonso XIII, hecho que motivó por ejemplo el que pronto fuera inmortalizado en postales, empezando a adquirir relativa fama, entre otras razones porque en esos años la figura del Rey y en consecuencia todo lo relacionado con su augusta persona era muy querido.

Poco después, ese mismo otoño, cuando corrían los últimos meses del año citado, y como es tradición en tantas empresas, los buques y dependencias de la Armada -que no iban a ser menos- se apresuraban a comprar la lotería para el tradicional sorteo navideño.

En la actualidad es costumbre que los habilitados de los buques suelen adquirir para que juegue la dotación un número cuya terminación coincida con los dos últimos dígitos de la propia “numeral de costado” del buque en cuestión, pero a comienzos del pasado siglo XX, los buques no ostentaban dígitos sobre sus costados como hoy en día, sino otras formas de identificación, que normalmente consistía en pintar sobre las amuras la inicial (a veces dos) del nombre del propio buque, por lo que no se solía tener una preferencia para adquirir un determinado número.

En cuanto al trío de acorazados que sirvieron en nuestra Armada a principios del pasado siglo, los nombres asignados fueron, por órden de construcción, España, Alfonso XIII y Jaime I y sus signos externos de identificación consistía en un “zuncho” blanco pintado en el tope de su única chimenea, de modo que mientras el “España”, primero en ser entregado y que daba nombre a la serie, no llevaba nada pintado, el “Alfonso XIII” llevaba un zuncho y el “Jaime I”, dos.

Como decimos, eran los únicos signos externos que portaban, en una época en la que aún no se había implantado la norma de una letra seguida por dos dígitos, que lo sería mucho después. De haber estado ya dispuesto así, probablemente hubiesen adquirido para jugar a la lotería, un número cuya terminación fuera la de la numeral, tal y como se estila hoy, por lo que el habilitado del buque, destinado por aquellas fechas en Ferrol, decidió acercarse a la Administración nº 1 de esa ciudad -administración que, establecida en la C/Coruña, por cierto sigue en activo- y adquirió para jugar a bordo un buen montón de billetes de un nº que probablemente debió elegir al azar, en este caso el 48.685, siendo doña Josefina Sierra, la señora que regentaba la administración, quien se lo vendió.

De dicho nº, a bordo se harían participaciones de diferentes cuantías para ser vendidas entre los miembros de la dotación que quisieran probar suerte, siendo, -según las crónicas periodísticas de la época- prácticamente la totalidad de los casi 850 hombres que estaban destinados a bordo quienes compraron lotería, tan sólo hubo alguno de ellos, aisladamente, quien no quiso probar fortuna, y bien que se debieron arrepentir, porque el resultado del sorteo, en una época en la que la gente tenía muy pocos recursos económicos, vino a resultar que el nº citado -48.685- resultaría agraciado con el premio gordo, que vino a inundar de millones toda la comarca ferrolana, y a significar que solo entre los miembros de la dotación del acorazado cayese la tremenda suma de 6 millones de pesetas, una cantidad importantísima a repartir proporcionalmente según la cantidad jugada,….

En aquellas fechas, el mando del acorazado lo ostentaba el capitán de navío don Juan Bautista Aznar y Cabanas, que 16 años después, en 1931, la historia quiso que se convirtiera en el último presidente del Gobierno del Rey Alfonso XIII, monarca cuyo nombre -casualmente- ostentaba entonces el buque que mandaba, y que tras el advenimiento de la II República, al igual que el resto de buques que ostentaban nombres monárquicos, sería rebautizado, en este caso heredando el de “España” que había dejado vacante su hermano mayor, el cual se había perdido en 1923 al encallar en Cabo Tres Forcas, frente a Melilla.

Así, aquel histórico 22 de diciembre de 1915, la bola del nº 48.685, llevaría la alegría en forma de millones a toda una dotación de un buque de la Armada, y que el día siguiente al sorteo se inmortalizaron gran parte de ellos en el castillo del buque con una pancarta rudimentaria colgada del frontal del puente en la que podía leerse la leyenda VIVA ESPAÑA y el nº agraciado, festejos que se alargarían varios días.

Del mismo modo, se organizarían diversos festejos a bordo y en tierra, que estuvieron “amenizados” por una improvisada “charanga” musical que se formaría de un día para otro con todos aquellos miembros de la dotación que sabían tocar algún instrumento, y es que la ocasión no era para menos, pues la miseria que muchos sufrían en aquellos años de penuria se convirtió por culpa del azar en un cambio radical de sus vidas con vistas al futuro.

Incluso se habilitó un altar en la toldilla del buque para oficiar una misa de campaña en “acción de gracias”, no era para menos,…

Años después, en plena guerra civil española, concretamente el 30 de abril de 1937, la suerte del entonces veterano acorazado vería la otra cara de la moneda, al irse a pique tras chocar con una mina a la deriva, hecho que ocurrió en el Cantábrico, y que hicieron que sus restos reposen para siempre en la situación geográfica correspondiente a la de latitud 43º32,5´N, y longitud 003º42,2´W.

Hoy día, y como recuerdo de aquel premio gordo, las “mágicas” bolas forman parte de los fondos del Museo Naval de Ferrol, que las exhibe orgulloso en recuerdo de un hecho histórico que desgraciadamente no se ha vuelto a repetir,….

El historiador Diego Quevedo Carmona es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.