Artículo de Pedro Almansa García
Es curioso comprobar cómo a veces la mente, aprovechando los momentos más inesperados juega con nosotros y recupera un recuerdo, siembra una idea, una duda, una sospecha, un deseo. Algo que tal vez ya estaba completamente olvidado en los rincones más oscuros de nuestra memoria. Pero por alguna causa desconocida, de improviso arraiga de nuevo con rapidez y comienza a crecer imparable. Con inusitada fuerza. Cuando se trata de algo (o de alguien) que en algún momento nos hubo creado ilusión, atraído, pero por alguna razón no fue posible hacerla realidad, o bien dejó de interesarnos, entonces surge la inevitable curiosidad por acariciar mentalmente la idea. Explorar las posibilidades.
Y es que la ilusión, por algo o por alguien, y la motivación necesaria para
tratar de conseguir hacerla realidad, es el verdadero motor que hace
posible que los seres humanos hayamos avanzado en nuestra trayectoria evolutiva
social. Por supuesto más allá de satisfacer las necesidades básicas como comer,
vestir y un techo seguro. Algunas personas especialmente creativas en este
aspecto suelen calificarse como, "caprichosas o insatisfechas".
Sin razón aparente, de pronto quieren cambiar de vivienda, de vehículo, de
muebles, etc. A veces realizando un sacrificio económico que afectará al
núcleo familiar. Incluso desean cambiar de pareja.
En realidad todo esto favorece el ecosistema económico: se venden coches,
viviendas, muebles, personas que tienen nuevas oportunidades. Todo lo contrario
a lo que representa una depresión económica.
Obviamente, también yo he sido "asaltado" por una de
estas repentinas ideas que ha hecho que me pregunte: ¿Por qué no volver a
tener moto?. Desde entonces se me van los ojos detrás. Aunque debe ser
una pésima idea dada la inmediata reacción familiar.
No sé yo.
El autor es vocal honorario de la Unión Nacional de Escritores de España.