Sigilo de amor

Colaboración de María Inmaculada García Gómez

Miradas que recorren el pavimento gris que acercan los pasos hacia un imantado tropiezo. Envueltos en la llovizna prematura del otoño que esclarece sus miradas, y sus caras enjuagadas por beber de la sed del paisaje, ante el pestañeo de la brisa, que les descubre la eternidad ansiada en un solo deseo.

La química recorre perseverante la rúbrica del pequeño roce de sus manos: entre el balanceo de un esquivo camino sin dueño. Próspera e intensa sensación volátil, que les incita a que se desborden en la contrariedad de su caminar, por el itinerario del desenfreno de los pasos continuos en diferentes trayectorias. Desenvueltos en la curiosidad del misterio por querer embeberse en los únicos instantes.

Incógnitas al aire que aún su roce lleva preso en su aroma. Sus espaldas se giran en la similitud diáfana de una sonrisa temprana, que se funde en la clarividencia de un destino en un horizonte embriagador, que los proyecta en la misma dirección:


Al amor: a primera vista

Ojos humedecidos que se imploran

la quietud asaltante a su destreza,

con el ímpetu, cuerpos con franqueza

apasionan la lumbre que fervoran.

 

La quietud transgresora bien aflora

al anudar sus dedos de instrumentos,

el vacío ábaco de los momentos

en el sentir intacto a su demora.

 

Eléctricos impulsos sin más cubran

al primer sentimiento, que desata

las sonrisas nerviosas corredizas.

 

Vocablos extasiados elucubran:

al amor repentino, su alma innata

las caricias presentes primerizas.