Rosa María Costa Matas, poemas

Entre las dunas

Entre las dunas,

salvaje,

así quiero estar,

con la playa desierta,

solo el mar por delante.

El rumor de las olas

mi sola melodía

y las gaviotas volando

mi compañía.

La arena blanca

es mi lecho

y por la noche,

estrellas en el cielo.

Así quiero estar:

en la playa desierta,

y enfrente, el mar.

La blanca espuma

es la suave caricia

que me envuelve,

me abraza,

renueva mi vida.

Por la orilla, mis pisadas

dibujan un camino

de recuerdos, de historias,

de sueños no cumplidos.

Y sigo la estela

de sur a norte,

igual que mi destino,

no importa adonde.

Delante el mar,

detrás las dunas,

no necesito ni quiero

mayor fortuna.

Esta es la vida soñada,

ésta es la vida que anhelo:

la arena, el mar

y el cielo.


Sensibilidad

Sensibilidad,

ingrata cualidad,

amargo estado en que el alma

se vuelve de papel,

frágil y delicada.

Cual el cristal, transparente,

que todo lo ve

y todo lo siente.

Con qué facilidad se rompe

mi triste corazón,

un día tras otro

voy recogiendo trozos

y recomponiéndolo.


La vida no se para

Por qué la vida no se para

en aquel momento feliz,

en aquel instante,

en que creíste tocar el cielo

con la punta de tus dedos.

Por qué no se paró aquella noche,

aquella madrugada,

en un bello viaje o de una llegada

en los besos y abrazos

o al cruzarse dos miradas.

La vida sigue inexorable,

apenas rozas la gloria

ya se te escapa

y sigues amontonando tus recuerdos

que poco a poco

se van diluyendo en el tiempo,

ahora solo queda el profundo vacío,

la soledad es lo que queda

de la vida que pasó

y ni siquiera las lágrimas

te harán recuperar ni un solo instante

de aquella felicidad.

Los que fueron ya no son,

los que estaban ya no están,

no te aferres a nada ni a nadie

y deja todo pasar,

no quieras retener

lo que es imposible ya.

Mira al frente y sé feliz,

lo que una vez viviste

es ya tuyo para siempre

y contigo morirá,

no vivas en el pasado,

tienes más vida por delante,

vuela alto, coge aire,

empieza ya a soltar lastre

y andando con paso ligero

disfruta bien tu viaje.


Amar

Cómo admiro a esa gente que ama normal,

sin aspavientos,

sin alterarse,  sin añorar,

que no derrama una lágrima en el adiós,

que no vuelve la mirada

cuando ya el camino se interpone entre los dos,

que no echa de menos,

que no quiere volver

a lugares, a recuerdos,

que no se le encoge el alma

cuando en un punto lejano

los ve desaparecer.

 

Cómo la admiro... a esa gente,

cuando se van, cuando vienen

sin llevar en su equipaje

el peso enorme de unas palabras,

de un beso, de una caricia

que en el pasar de los años

de nuevo han cobrado vida,

y aquí están, a tu lado,

no los puedes apartar,

hora tras hora

y en cualquier lugar,

ellos, los recuerdos,

los lugares, los amores

que fueron, son y serán, ellos,

pasado, presente y futuro,

ellos…los recuerdos,

sé que nunca se irán.



Barcos a lo lejos

Barcos en la lejanía,

¿adónde vais?

decidme vuestra ruta.

Velas al viento,

¡cuántas tempestades

os habrán deshecho!

Ni tormenta, ni huracán

pueden a estos navíos

doblegar en su afán.

Mi corazón, barco velero,

tampoco se domeña

con viento ligero,

que aguanta tempestades

y después de hundido

bien puede resurgir

de las profundidades.


Ulises

Yo como Ulises un día

oí cantos de sirenas,

pero en lugar de alejarme

yo quise irme con ellas.

¡Si mi barca ya maltrecha,

partida, resquebrajada,

había ya zozobrado antes de verlas!

¡Ya, qué más daba!

Me fui con ellas, huí,

atravesé los océanos,

contra las rocas rompí

hasta hacerme mil pedazos.

Y volví.

No era mi mundo.

Ellas tan libres, y yo,

ahogada en mi propio llanto,

no supe ser como ellas:

solas, altivas, seguras,

del mar y las rocas dueñas,

sin miedo ni culpa.

Me produjo espanto

sentirme desnuda

y al fin tuve que pedir,

como Ulises,

unas fuertes ligaduras.


Nada

Nada es nuestro.

Nada es tuyo ni mío,

nada es del tiempo,

nada es de ayer,

ni del hoy ni del mañana,

nada es real,

ni nuestra propia alma.

 

Nada es eterno,

ni lejano ni próximo,

ni verdadero.

Nada es triste ni alegre,

nada es propio ni ajeno,

ni mortal o inmortal,

ni duradero,

ni pasajero o fugaz,

nada es perpetuo.

 

Nada cierto ni incierto,

nada seguro, nada certero,

nada odiado ni amado,

nada imperfecto o perfecto.

Nada es lo que es,

nada es nada,

ni crucial ni banal,

ni de la tierra o del cielo.

 

Nada eres, nada soy,

y nunca nada seremos.

Nada el ayer, nada el hoy,

nada es el alma ni el tiempo.


Rosa María Costa Matas es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.