Poema
sobre poema
A partir del poema Fiera,
de Mariana Feride Moisou, una respuesta
Donde Helios despereza su pupila incandescente,
Allí, en la lejanía se desliza una barca
Una sola vela apunta su vientre hacia el oeste
A bordo, una quimera
abre las fauces, bosteza, estira el cuerpo en la
tensión del viaje
-no hay brújula, el timón lo gobierna el viento
y el este nace donde alumbra el sol-
El viento que mece las palabras en la cuna,
apunta los silencios
La mar en calma esconde abismos. Poseidón duerme,
descuidado, los pies envueltos en algas florecidas de olvidados naufragios
Mariana no olvida.
Al otro lado del mar, bajo el cobijo de un techo
provisional, tu cuerpo en llamas conserva en su pelvis voces y recuerdos. Una mesa antigua crepita en la cocina,
consumida por el fuego de tus
versos- la sal besa tus labios desatando silencios,
y se funde en el ojo dorado.
Una semilla se hace raíz en tu mirada, brota el trigo
mecido en la dulzura del viento
Tus pies descalzos recorren veloces el camino del
dragón - pequeñas piedras crujen bajo tus pasos.
Husmea en el aire el aroma tenue del primer manantial. Donde el oscuro mar da
a luz al sol.
Aquí, en el fondo de la cocina, los ojos de una
patata
contemplan con asombro
tu cotidiano navegar entre los mundos;
y es tu existencia la que dibuja el mapa.
Una mujer es siempre una quimera;
Vive en el fuego
y la odisea se narra en el viento
Quien escuche,
sabrá
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De otros diluvios oigo
una paloma
Giusseppe Ungaretti
Sobre estas aguas nada interrumpe el horizonte
¿Qué hacía allí? Me
preguntaba yo maravillada
Cuarenta días y cuarenta noches marcadas a uña en la pared
Edición en rústica
entre los grandes tomos de medicina
Envuelto en cierto tufo polvoriento
De una librería
minúscula y a punto de cerrar
Aquí dentro a la deriva entre la noche y el día acumulando soledades
¿Qué hacía yo allí? ¿A
qué dios voraz debía el sacrificio?
Ningún puerto al que arribar ninguna roca o rama solitaria
Salvo este viejo libro
de poesía italiana pequeño y gris
El tamaño apenas
suficiente para el tacto de una mano
No hay sonidos como no sea el chapaleo de las aguas contra el casco
El suave susurro de
sus páginas en mis dedos
Y nosotros
Nada más al acecho nada a la espera
Nada
Más que la interminable deriva de los días y las noches
Y entre incesantes mensajes que buscan aproximar el temblor
Esparcir serena mirada o un grito humano desconcertado ante su miedo
Desde un olvidado anaquel asoman
Sus tapas carcomidas
Y, entonces, de otros diluvios oigo una paloma
Robledo de Chavela, 17 de abril de 2020
Con la
lluvia, vendré
Del océano
profundo, desenvolviendo el oleaje
Vendré
De
aquel susurro de las raíces en la noche
Desde las
calles de asfalto congelado
Vendré
atravesando alcantarillas
Los túneles
del deseo abrirán compuertas ignoradas
Y vendré
A llenar tus
pozos de luces saltarinas
Desplegando
un abanico en cada fuente
Lamiendo tus
pies cansados del golpeteo monótono
Del gris de
las aceras
Me extenderé
sobre tu cuerpo sediento
Dejaré mi
inocente sudor hacerse fértil
Excavando
los terrones que te cubren
Me haré
tierra en ti
Para re-encontrar
mi alma
Robledo de Chavela, 22 de abril de 2022
Elina Pereira Olmedo es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.