El regalo

Relato de Carmen Luengo Iglesias

Era un día muy especial para Marietta, era su oportunidad, la única que le quedaba, aquella que le permitiría volver a acercarse a su padre. El temperamento que tenían ambos era fuerte, ninguno cedía ante el otro, pero no por orgullo, sino porque realmente los dos creían llevar razón. Algo que el padre de Marietta le enseñó inconsciéntemente, el luchar por sus ideas, aunque se le olvidó enseñarle la humildad de ceder ante el y por el amor, incluso si éste no llevase razón( quizá esa lección estaba por llegar). En este caso no era doblegarse ante él, era darse cuenta que no todos tenemos esa capacidad de ver más allá de lo que otros no ven. Así de sencillo, así de complicado. Su padre  se llamaba Marco, sin "s" .Aquí en España se le añade, pero su padre era de origen italiano y cuando vinieron aquí no hubo manera de que lo pronunciase bien nadie, excepto Marietta, que le pasó algo similar. Llegó con tan solo 4 años, todos la llamaban María y a ella no le importaba, incluso le gustaba la exclusividad de que solo su padre le llamase Marietta. Marco empezó a trabajar en una imprenta y cuando algún libro salía defectuoso le dejaban que se lo quedara y él se lo llevaba a casa. Marietta se empapaba de ellos, los leía una y otra vez, aventuras, romances, todo le venía bien hasta aquel día, el día de la rosa, así lo llamaban, por lo visto era el día del libro, un día muy importante para todo aquel que se dejara impregnar de ellos. También es un día muy especial para los enamorados. En Cataluña lo llaman Sant Jordi y su tradición es que los enamorados se regala un libro y una rosa entre ambos, al principio la rosa era para ella y el libro para él, hoy en día no hay rosas sin libro para ninguno de los dos, eso tengo entendido y de lo cual me alegro.

Su  padre le regaló a Marietta un poemario, pero no uno cualquiera, parecía una reliquia, sus hojas tenían un tono avejentado, pero olían a nuevo y la pasta aún peor, como si hubiese pasado por mil manos, solo que estaba nueva y a la vez envejecida, un trabajo que solo Marco sabía hacer al detalle. Lo más curioso es que en la portada había escrito "Cuando la vida sea difícil, ábreme y suéñame a tu lado", a Marietta con amor.

Solo pronunciar esas letras le hizo estremecerse, rozar el relieve con las yemas de los dedos hizo que brotara de ella ese calor en su mano, algo que le ocurría cuando sentía cosas especiales, cuando cogía su pequeño diario y se perdía en su mundo. La cubierta era de piel, por supuesto hecha a mano y cosida como se hacía antes, no como ahora, porque aunque en la imprenta se hacían como rosquillas, Marco aprendió desde niño en el taller de su padre, uno de los pocos donde se hacían a mano. Allí empezó su amor a las letras y su afición a la lectura y hubiese seguido trabajando en aquel pequeño taller de imprenta de no ser porque se enamoró de Carmen, una pelirroja, revoltosa, española, que se fue a la aventura a Venecia, se casaron y poco después nació Marietta. Cuatro años de felicidad entre los tres. Al poco tiempo  Carmen comenzó a tener problemas de salud y desgraciadamente fue empeorando. Decidieron volver a España. Si se tenía que ir que fuese con toda su familia cerca de ella. Pero mejor que nos lo cuente Marietta...

Mi padre lo abandonó todo y empezó de cero conmigo, los dos solos. A día de hoy todavía se le encoge el alma cuando mira las fotos de mi madre. Es ya mayor y aún la sigue amando y no digo que no quiera a su mujer actual, porque tiene derecho a ser feliz hasta el último de sus días, pero mi madre fue un amor inacabado, nos dejó cuando todo en nuestras vidas comenzaba a tener todos los colores del mundo.

Marco, mi padre, se refugió en su trabajo, en mí, en sus libros y consiguió transmitirme ese amor por la lectura. Aquel día que me regaló ese precioso libro, mis sensaciones antes de abrirlo, solo con tocarlo... eran pura magia, sentía que allí dentro estaban todos sus sueños y también sus anhelos. Lo hice con la delicadeza de quien acaricia la tierna piel de un bebé, sentí esa congoja que uno quiere controlar y no puede. Abrir esas páginas recopiladas con todo el amor que un padre puede darle a una hija que ha criado él solo y lo bien que lo hizo, a pesar de mi fuerte carácter. Hecho que me viene de nuestro lado italiano, bueno más que fuerte, impulsivo carácter diría yo... Mi madre era todo sonrisas y humildad, él dice que cuando estoy de buenas soy igualita a ella. El poemario estaba lleno de poemas de Miguel Hernández, recopilados uno a uno por él, a través de los años. Pero el último era suyo... y para mí fue el mejor regalo del mundo. Mi padre siempre me dijo que nací el mismo día que el poeta y que ya eso me hacía especial.

En la última página había una dedicatoria de mi padre, que decía:

“Te preguntaras, ¿ dónde está la rosa?  y la rosa eres tú”.

La autora es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.