Será que soy mayor, quizás los tiempos que vivimos, puede ser que me fijo más en estas cosas de la vida, pero es rara la semana el mes o el día que no llegan tristes noticias a mi oído
Huéspedes de la memoria
Cada día se van yendo mis amigos,
conocidos, paisanos, compañeros;
personas que formaron
parte de mi vida,
como arrastrados por el viento
de un otoño sin lluvias.
Y aquí yo… triste quedo, pensativa,
en la brevedad de un tiempo incierto;
indómito, irrefrenable
por lo inesperado de la huida.
Quedaron en mi memoria
como huéspedes, entre lo real
y lo soñado
entre lo tangible y lo etéreo;
donde la luz y la oscuridad
se decantan, en una niebla seca
por la falta de lágrimas.
No quedan lágrimas para lavar
el polvo del camino andado,
y van aflorando a la memoria
personas que pasaron como sombras,
que fueron, que amaron, que vivieron.
Hoy ya no son
aunque dejaron huella en mí ,
no estoy segura
a ciencia cierta, si existieron.
Quizás fueron creados
en un estado febril de desconcierto
de engañosa consciencia,
quedando colgados de un hilo
en mi memoria.
Surgen palabras cual eco repetido
y el sudor emana de mi cuerpo;
y siento frío y me cobijo
bajo el fantasma de la duda incierta.
Como huéspedes de mi memoria,
quedaron, los que en un tiempo
pasado me abrazaron,
me dieron aliento o animaron.
Entonces, de improviso
surge el fantasma de la duda,
y en ese vivir, entre el olvido
y la memoria
aparecen los que ya se fueron;
los que por siempre nos dejaron,
saltando la muralla del tiempo
y el espacio.
El sabor a tabaco, a café
o a vino, los traen a mi recuerdo
al borde de la noche ,
como voces, que a lo lejos cantan
sin que se sepa qué, por el camino.
Fueron en vida mano tibia o techo,
suma de lo ganado y lo perdido.
Así un día, en la barca del olvido,
de tanta ausencia, abrigarán mi pecho,
quedando su presencia entre nosotros;
huéspedes serán, de nuestra exigua ya memoria
sus hermosos momentos compartidos.