Margarita Campos Sánchez


Retuerzo mi cerebro


cómo si fuera el paño de limpiar sombras.
Lo retuerzo con dureza para exprimir
su última esencia.
Como se retuerce aquello
que no queremos guardar,
que debemos eliminar del pensamiento.
Sombras que acaparan los razonamientos
y traspasan los sentimientos
arrastrándonos a los confines
de la no cordura.
Esa no cordura que es tal en el humano.
Con esa capacidad para crear belleza.
Con esa capacidad para crear sombras.
Y yo retuerzo con ganas
deseando perder la oscuridad
que muy dentro se aloja
deseando que deje espacio a la luz
que paciente espera
la entrada en el alma.



Encontré mi lugar en Sudáfrica

Un lugar lleno
de pequeños pies descalzos
y pequeños dulces besos.

Grandes besos también,
amables abrazos
y bellos anhelos.

Lugar de coloridos inmensos,
que penetran en el alma
y se quedan impresos,
variados
y penetrantes olores,
a flores,
a mares,
a cielos.

Calor de un sol que cercano,
hiere con suavidad la piel
para llenarte
de un suave color moreno,
como la piel de los que sueñan
y viven con ellos.

Esas pieles de tantos colores
como seres caminan
bajo su cielo.

Sonidos a olas inmensas,
patos y pájaros grandes
que cantan su vuelo.

Gentes con razas,
voces e instrumentos,
cantan canciones
de sus ancestros
y llenan contentos
tus oídos de besos.

Montañas enormes
y bellas que
al mirarlas  
veo aparecer a King Kong
asomando su cuerpo,
gritando orgulloso.
"Esta es mi Africa y yo soy su dueño".

Donde mujeres valientes
luchan por su supervivencia,
apenas con nada,
siempre con penas.

Donde sus sonrisas desafían
y aportan contentas,
sin nada,
con sus almas abiertas.

Si creo que encontré en Sudáfrica
mi hueco.


         Desde Ciudad del Cabo