Primitivo Oliva Fernández, poemas

Con mirada de nube                              

Dígitos señalando entradas y despegues

anunciados por voces de magnéticas lenguas.

Tus ojos les atisban con cierta suspicacia 

hasta que una llamada te conduce al asiento

donde viajar por mares de tenue consistencia. 

                                                    

Observas, si es que puedes, tras una ventanilla,

las frágiles siluetas (a ti te lo parecen)

que servirán de apoyo al enorme artilugio,

sabiendo que es viajar contra natura

transitar el vacío no siendo ser del aire.

 

Sientes como galopan alazanes alados 

intentando elevar esa ambición…   Más tarde                                            

desde tu asiento

                         el mundo

                                        se desliza

                                                       despacio,

en una perspectiva de pinturas, o igual

a pasatiempo que une fotogramas sin voz.

 

Miras, desde tu sitio, la fábula del mundo:

no hay palacio que pueda merecer ese nombre

ni fronteras que animen a empezar una guerra;

no se ven muros, bancos, prisiones o fortines.

Las nubes tienen rostro de suaves edredones

y sólo el horizonte se crece en tu retina.

 

Bajo los pies no existe ya el humano.

No hay tiranos, ni súbditos.

                                          No hay guetos

de piel blanca o tostada.

                                      Se diluyen

codicias

               soledades

                               despotismos

                                                   vilezas…                                                 

volando a diez mil pies en vertical.

 

¿Por qué no habremos alcanzado el don

de tener a menudo

un corazón con alas?


Amigos de la tierra 

Su nombre es sortilegio de mágicos sonidos:

Aché, Dinka, Aguaruna,

Innu, Cunna, Haorani...

 

Exóticos y agrestes,

evocan los parajes de glaucos laberintos,

donde sus gentes moran

hermanando su vida al pulso del planeta.

 

Chacobo, Korowai…       

 

Hay embrujo felino en su mirada

de noche sigilosa,

nitidez en su paso por la feraz penumbra.

 

Chinbú, Yagua, Kalabit,

Samburu, Barabaig…

 

Ellos eran los dueños del tiempo y el espacio;

hablaban con los dioses,

veneraban la Tierra, en natural unión

con lo común tangible y el misterio.

 

Kayapo, Mentawuai...

 

También desconocían la química del agua,

el veneno en el aire,

la codicia letal por el suelo que hollaban.

Arcaicos y rebeldes,

no mordieron la mano que a todos alimenta.

 

Haká, Quechua, Masai,

Tupí, Nuba, Kalahari…

 

¿Qué fue de los silencios de la jungla,

de los gritos alados que desbordan colores,

del vigor de las aguas rodando sin barreras?

¿Quién destruyó el hechizo de las horas sin tiempo

y clavó en sus miradas el temor al futuro?

 

Melpa, Hopi, Tadavi...

 

Se les llama salvajes,

y es desprecio homicida la palabra

en boca de los necios,

pues ellos nunca fueron alimañas

ni mordieron la mano que a todos alimenta.

 

Surui, Yanomani, 

Lacandones, Waiwai…

 

Son semillas de un fruto

madurado sin prisa.

Amigos de la Tierra.

Santuarios del recuerdo.

 

2° Poesía, "EI Parnaso del Nuevo Mundo". Perú.2013


Huellas casi descalzas

Va arrastrando los pies detrás de un carro

con el nombre de un súper.

                            En él lleva

envoltorios de ropa y alimentos,

enseres para el uso cotidiano

y bultos con incógnita miseria

cerrados a preguntas de la gente.

¿Cargarán la amargura de ilusiones,

aunque abiertas en flor, nunca granadas,

o son bolsas que ocultan laberintos

y el dislate chiflado de una mente?

Murmuran las respuestas unas moscas,

saliendo de los plásticos…

                            Su rostro,

con barbas como un hato de maleza,

impide penetrar en los caminos

que llevan al paisaje de su vida,

donde otear lo que dejó tras él.

De sus ojos, quemados por las noches

con dosel de cartón y duro lecho,

es difícil sacar agua del pozo

en que se ha convertido su mirada.

Sin embargo, sus manos bien podrían

hablar de falsedades, de las veces

que han cerrado sus dedos en desmayo

al viento insolidario de la gente.

¿Y sus pies, qué dirían esos pies

cansados de arrastrarse tras el carro

con el nombre de un súper?

                            ¿Algún día

sus pisadas llevaron los deseos

a traspasar la puerta del Edén

o siempre se movieron en la raya

limítrofe al abismo de la angustia?

Sus pies incluyen la guía de un “GPS”

donde están, callejuelas, escondrijos,

colectores, albergues y ruinas;                

y sus manos ocultan los sensores

capaces de encontrar algún provecho

en residuos que van a la basura.

Pero nadie percibe esa destreza

y solo ven un pobre miserable

llevando soledad dentro de un carro  

donde figura el rótulo de un súper.

 

Meridianos del hambre

Desayunamos luchas.

Comemos vejaciones.

Merendamos miserias.

Cenamos homicidios.

 

Noticias como hielos o metales

rigurosos y fríos,

que pasan, muchas veces,

dejando menos huella que el rocío.

Noticias que pretenden abrir puertas

golpeando en los sentidos.

Si el corazón no asume,

si el ojo no pondera,

¿quién pertenece al reino de los vivos?

 

Y también hay sonrisas

o voces como cantos de sirenas,

de aquellos poderosos que repiten:

"Es muy difícil mejorar las cosas...

 

"Hemos favorecido grandes cambios...

"Hay ciertas prioridades, por ahora...

"No podemos ceder ante el progreso...

(solo en ciertos países, obviamente.)

 

 Y, mientras tanto, pasan

llamando a nuestra puerta,

mostrando su holocausto irremisible,

40.000 sonrisas cada día;

se extingue alguna especie,

son cenizas kilómetros de bosques...

 

Pero así están las cosas, aunque siempre

podrás decir que tú no lo sabías.


Aguas con voz amarga

Cuando tu cauce se enfurece y brama   

su lamento entre márgenes de rocas,

Cuando muerden tus álgidas encías

raíz de olmos o sauces, y en riveras

que arrebató a las ninfas el arado

tu saliva disuelve los terrones,

con morro de crispado jabalí

redimes las orillas de maleza,

remueves cepas de carrizo y juncos

y escarbas los asientos de las rocas,

e igual que un monstruo diluviano apresas

enseres y personas con la misma

facilidad que abates una tapia;

ya no eres poema de espejuelos

ni rumoroso vuelo de palomas,

sino aleteo de muerte que te lleva

hasta la eternidad profunda: el cielo

añil de los océanos sin luna.

 

A tu espíritu libre lo esclaviza

el humano y sus obras, que no dejan

correr cauces de ayer abriendo brazos,

obligándote a ser lo que ahora eres:

ese graznar de córvido que clama

con tétrico rumor de aguas oscuras.

Por eso es tu dolor nuestro dolor

y locura de muchos son tus aguas

sin espacio, por muros constreñidas;

espacio que, en copioso forcejeo,

consigues deshaciendo las cadenas

de cemento y ferralla.

                                   Tienes manos

y pies con experiencia de escapista.


1º Premio de Poesía "Espiga de Romanillos" 2012


En la matriz del odio

He visitado el odio y eran muros

de un insensible cutis macilento             

sin vida en sus paredes verticales,

donde solo habitaba gris silencio.

 

He visitado el odio y era frío,

tenebroso el espacio de su pecho,

oquedad sin pupilas, su mirada,

monstruosa calavera de cemento;

era un grito en la paz de la arboleda,

la inquietante figura de un espectro

agitando guadañas en el bosque…

 

He visitado un bunker bien pertrecho

para engendrar la muerte en sus entrañas

y desde allí diseminarla al viento.


Músico bohemio 

La luz de los neones, pone  un velo

que esparce, por rincones del subsuelo,

su palidez sobre la tapia abúlica,

no invita al estrellato de la música

nacida entre los dedos de un poeta

que rima, con la voz de su trompeta,

en el Metro, sonidos de armonía

junto a cualquier estrecha galería.

 

Hay quien lo ignora: cosas de la prisa.

Hay quien deja monedas, quien, sonrisas,

mientras él hace un gesto agradecido

brindando su talento a los oídos

de todos los que pasan, pues unida

a la del instrumento va su vida.

 

Y seguirá tocando...

                     La mirada                      

acaso le descubra en madrugada                

bajo tristes farolas, bajo el hielo,

la funda y unos euros por el suelo.  

 

Y seguirá tocando, aunque la gente

le deje un ademán indiferente.

 

Poema Finalista VI Certamen "Poemas sin Rostro" 2011    

 

El rumor del silencio

La palabra está llena de silencios

que cobran, sin quererlo, vida propia  

aunque labios y lengua disimulen.

 

Escribir es un acto de silencio,

un beso de grafito en piel de folio:

intensidad sin voz que el ojo escucha.

 

Soñar es el silencio más poblado

pues todos los murmullos que concita

se fusionan en amistad sin límite.

 

A veces el silencio de unos ojos

dicen más que un ensayo sobre el alma

cuando miran un pozo de penuria

o menguan con su fuego las bujías

donde cosechan pétalos las nubes.

 

Por eso me refugio en el silencio

y todo cuanto digo solo existe 

poblando la conciencia soñadora

con voces de orfeón donde se ubica

la imperceptible sinfonía del trazo. 


Primitivo Oliva Fernández es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.