Primitivo Oliva Fernández, poemas

Con raíz en el asfalto

Me apenan esos árboles

que, llenos de hojas grises,

salpican las ciudades

metódicos y tristes,

 

Me arañan las miradas

de gatos que mendigan

bajo algunas ventanas

las sobras de comida.

 

Me apenan los jardines

de verdes soledades

que duermen en las calles

sin madurar abriles.

 

Las flores que colocan

detrás de escaparates,

donde las mariposas

nunca podrán posarse.

 

Y esos viejos que olvidan

el olor de la tierra,

el lento pie del día,

la brisa de los campos

o el rumor de la hierba;

sentados en los bancos'

de asfaltadas praderas.


Águilas

Abren dedos al aire, se afianzan

sobre las barandillas de los cielos.

 

Ascienden las vertientes de la brisa

y suben a las crestas de los vientos

yendo de remolino en remolino,

coronando los vértices etéreos.

 

Las estrellas sin luz tocan el cenit.

 

Desde las atalayas de su reino

son vigías de naves estelares,

             quillas hechas al roce del silencio.


Del poemario "Ojos que no sonríen"


Tortugas

¡Qué las piedras se desplacen...!

Y  las piedras se movieron.

 

Es cierto que con un ritmo

afanosamente lento

y  verdad que se parecen

a rocas, por su silencio.

Ellas,  igual a las peñas,

pasan yertas el invierno.

Razón es que, bien mirado,

muestra solidez su aspecto.

 

Mas nadie dice que tengan

un corazón de cemento.

 

Del poemario “Ojos que no sonríen”


Contraluces

Tan concisa,

                       tan frágil...

tan parecida al alba

cuando es amor o dicha

o recuerdos extraídos del estuche

revestido del mejor terciopelo

en esa caja fuerte tan hermética,

pero a la vez endeble, donde quedan,

bajo claves de emociones y afecto,

los más puros tesoros impagables

con que el humano adorna su existencia;

pues ¿qué puede una vida si no guarda

un buen montón de joyas en su pecho

con las cuales pagar olvidos, odios

sufrimiento, miserias y aversiones.

Tan dura.

                   Tan hiriente

el brillo de puñal que la acompaña,

tan parecida al fuego en su interior,

tan similar a un beso en su textura 

ese roce analgésico

que te marca dolor en las mejillas

y es reguero de paz en las entrañas.

Su llegada higieniza o despedaza,

te vuelve anacoreta

y genera tormentas otoñales

que arañan en la piel y el alma arañan.

 

Hay lamentos que así provocan náufragos

en un mar sin orillas donde asirse

ni islotes de esperanza ni crepúsculos

abriendo el horizonte de la vida,

y  lágrimas que limpian  y consuelan

pues en su mar en calma duermen lunas

con formas de recuerdos, y su luz

en la noche enfoca siempre un puerto.


2º premio, Carpio de Tajo 2008


Canto al llanto exultante

Con las puertas de la emoción abiertas,

abierto el ventanal de los sentidos

(como flores que se abren a la luna

para embeber las gotas del rocío) 

no te importe verter lágrimas lentas.         

No te importe llorar cuando florezcan

los brotes que perfuman ese huerto

en el edén de tu alma, en el silencio

sonoro de la mente, donde labran

la bondad y el amor un surco tierno.

 

Yo no canto al dolor que nace de la afrenta,

ni un llanto de temores y de zarpas,

ni al oscuro aguijón que deja huella

en la carne y heridas en el alma,

ni a ese que engendra brillos

de rencor y fiereza solapada.

Canto al llanto exultante

que, aunque no aflore, impregna la mirada

y corre por las venas y la carne

como un gel de diamantes

limpiando las entrañas.

 

Y canto a la razón que lo germina:

canto al agua que suena,

a la luz matutina

que sonroja la atmósfera,

al júbilo del bosque en primavera,

a la palabra que parece divina,

a una mano leal entre la niebla,

a aquel ser no olvidado con el tiempo,

a esa foto que viaja en la cartera,

al discurso más suave de los vientos,

a un amor que se aleja,

al incesante afecto...

A todo aquello que emocione y tenga

poco valor, pues nadie todavía

implantó justiprecio al sentimiento.

 

Cuando brota de fuentes emotivas

no te importe verter gotas de un néctar

más puro que el de estambres y pistilos.

 

Seguro que los ángeles alientan

hacer un elixir con tus suspiros.


No hay hacia donde huir

Igual que un naufragado implora al cielo

un pedacito seco de la Tierra,

luchas en el tropel de la ciudad

sintiendo que te ahogas

mendigando entre la muchedumbre

un euro del calor de su mirada,

sólo algunos centavos de sonrisas

o las sedas que flotan en su voz.

Acuden las improntas a la mente,

llegan acompañadas de lanceros

que ponen, con el filo de sus picas,                           

aceros de ansiedad en la garganta.

 

La nostalgia descubre su presencia

prendida a los silencios solitarios,

esos que esparcen hojas en la mente

cual si el otoño quisiera residir

debajo de la piel y allí agitara

ventisqueros de lánguidos suspiros 

por las rugosas cumbres del cerebro.

 

Rememorar un rostro en cada sombra,

en cada resplandor, una mirada,

el rumor de su nombre, en cada brisa.

 

Con la ausencia se revela el cansancio

de arrastrar desaliento por las calles,

como si por las venas circulara

una masa de plomo derretido,

Pero, ¿hacia dónde huir de la galerna,

si cuando hay un espacio de silencio

la memoria se llena con su imagen  

y vuelvo a ser un pecho naufragado?


Tercer premio en el I Certamen de Poesía en Memoria de María Pilar Escalera Martínez 2008.


Con mirada de nube                              

Dígitos señalando entradas y despegues

anunciados por voces de magnéticas lenguas.

Tus ojos les atisban con cierta suspicacia 

hasta que una llamada te conduce al asiento

donde viajar por mares de tenue consistencia. 

                                                    

Observas, si es que puedes, tras una ventanilla,

las frágiles siluetas (a ti te lo parecen)

que servirán de apoyo al enorme artilugio,

sabiendo que es viajar contra natura

transitar el vacío no siendo ser del aire.

 

Sientes como galopan alazanes alados 

intentando elevar esa ambición…   Más tarde                                            

desde tu asiento

                         el mundo

                                        se desliza

                                                       despacio,

en una perspectiva de pinturas, o igual

a pasatiempo que une fotogramas sin voz.

 

Miras, desde tu sitio, la fábula del mundo:

no hay palacio que pueda merecer ese nombre

ni fronteras que animen a empezar una guerra;

no se ven muros, bancos, prisiones o fortines.

Las nubes tienen rostro de suaves edredones

y sólo el horizonte se crece en tu retina.

 

Bajo los pies no existe ya el humano.

No hay tiranos, ni súbditos.

                                          No hay guetos

de piel blanca o tostada.

                                      Se diluyen

codicias

               soledades

                               despotismos

                                                   vilezas…                                                 

volando a diez mil pies en vertical.

 

¿Por qué no habremos alcanzado el don

de tener a menudo

un corazón con alas?


Amigos de la tierra 

Su nombre es sortilegio de mágicos sonidos:

Aché, Dinka, Aguaruna,

Innu, Cunna, Haorani...

 

Exóticos y agrestes,

evocan los parajes de glaucos laberintos,

donde sus gentes moran

hermanando su vida al pulso del planeta.

 

Chacobo, Korowai…       

 

Hay embrujo felino en su mirada

de noche sigilosa,

nitidez en su paso por la feraz penumbra.

 

Chinbú, Yagua, Kalabit,

Samburu, Barabaig…

 

Ellos eran los dueños del tiempo y el espacio;

hablaban con los dioses,

veneraban la Tierra, en natural unión

con lo común tangible y el misterio.

 

Kayapo, Mentawuai...

 

También desconocían la química del agua,

el veneno en el aire,

la codicia letal por el suelo que hollaban.

Arcaicos y rebeldes,

no mordieron la mano que a todos alimenta.

 

Haká, Quechua, Masai,

Tupí, Nuba, Kalahari…

 

¿Qué fue de los silencios de la jungla,

de los gritos alados que desbordan colores,

del vigor de las aguas rodando sin barreras?

¿Quién destruyó el hechizo de las horas sin tiempo

y clavó en sus miradas el temor al futuro?

 

Melpa, Hopi, Tadavi...

 

Se les llama salvajes,

y es desprecio homicida la palabra

en boca de los necios,

pues ellos nunca fueron alimañas

ni mordieron la mano que a todos alimenta.

 

Surui, Yanomani, 

Lacandones, Waiwai…

 

Son semillas de un fruto

madurado sin prisa.

Amigos de la Tierra.

Santuarios del recuerdo.

 

2° Poesía, "EI Parnaso del Nuevo Mundo". Perú.2013


Huellas casi descalzas

Va arrastrando los pies detrás de un carro

con el nombre de un súper.

                            En él lleva

envoltorios de ropa y alimentos,

enseres para el uso cotidiano

y bultos con incógnita miseria

cerrados a preguntas de la gente.

¿Cargarán la amargura de ilusiones,

aunque abiertas en flor, nunca granadas,

o son bolsas que ocultan laberintos

y el dislate chiflado de una mente?

Murmuran las respuestas unas moscas,

saliendo de los plásticos…

                            Su rostro,

con barbas como un hato de maleza,

impide penetrar en los caminos

que llevan al paisaje de su vida,

donde otear lo que dejó tras él.

De sus ojos, quemados por las noches

con dosel de cartón y duro lecho,

es difícil sacar agua del pozo

en que se ha convertido su mirada.

Sin embargo, sus manos bien podrían

hablar de falsedades, de las veces

que han cerrado sus dedos en desmayo

al viento insolidario de la gente.

¿Y sus pies, qué dirían esos pies

cansados de arrastrarse tras el carro

con el nombre de un súper?

                            ¿Algún día

sus pisadas llevaron los deseos

a traspasar la puerta del Edén

o siempre se movieron en la raya

limítrofe al abismo de la angustia?

Sus pies incluyen la guía de un “GPS”

donde están, callejuelas, escondrijos,

colectores, albergues y ruinas;                

y sus manos ocultan los sensores

capaces de encontrar algún provecho

en residuos que van a la basura.

Pero nadie percibe esa destreza

y solo ven un pobre miserable

llevando soledad dentro de un carro  

donde figura el rótulo de un súper.

 

Meridianos del hambre

Desayunamos luchas.

Comemos vejaciones.

Merendamos miserias.

Cenamos homicidios.

 

Noticias como hielos o metales

rigurosos y fríos,

que pasan, muchas veces,

dejando menos huella que el rocío.

Noticias que pretenden abrir puertas

golpeando en los sentidos.

Si el corazón no asume,

si el ojo no pondera,

¿quién pertenece al reino de los vivos?

 

Y también hay sonrisas

o voces como cantos de sirenas,

de aquellos poderosos que repiten:

"Es muy difícil mejorar las cosas...

 

"Hemos favorecido grandes cambios...

"Hay ciertas prioridades, por ahora...

"No podemos ceder ante el progreso...

(solo en ciertos países, obviamente.)

 

 Y, mientras tanto, pasan

llamando a nuestra puerta,

mostrando su holocausto irremisible,

40.000 sonrisas cada día;

se extingue alguna especie,

son cenizas kilómetros de bosques...

 

Pero así están las cosas, aunque siempre

podrás decir que tú no lo sabías.


Aguas con voz amarga

Cuando tu cauce se enfurece y brama   

su lamento entre márgenes de rocas,

Cuando muerden tus álgidas encías

raíz de olmos o sauces, y en riveras

que arrebató a las ninfas el arado

tu saliva disuelve los terrones,

con morro de crispado jabalí

redimes las orillas de maleza,

remueves cepas de carrizo y juncos

y escarbas los asientos de las rocas,

e igual que un monstruo diluviano apresas

enseres y personas con la misma

facilidad que abates una tapia;

ya no eres poema de espejuelos

ni rumoroso vuelo de palomas,

sino aleteo de muerte que te lleva

hasta la eternidad profunda: el cielo

añil de los océanos sin luna.

 

A tu espíritu libre lo esclaviza

el humano y sus obras, que no dejan

correr cauces de ayer abriendo brazos,

obligándote a ser lo que ahora eres:

ese graznar de córvido que clama

con tétrico rumor de aguas oscuras.

Por eso es tu dolor nuestro dolor

y locura de muchos son tus aguas

sin espacio, por muros constreñidas;

espacio que, en copioso forcejeo,

consigues deshaciendo las cadenas

de cemento y ferralla.

                                   Tienes manos

y pies con experiencia de escapista.


1º Premio de Poesía "Espiga de Romanillos" 2012


En la matriz del odio

He visitado el odio y eran muros

de un insensible cutis macilento             

sin vida en sus paredes verticales,

donde solo habitaba gris silencio.

 

He visitado el odio y era frío,

tenebroso el espacio de su pecho,

oquedad sin pupilas, su mirada,

monstruosa calavera de cemento;

era un grito en la paz de la arboleda,

la inquietante figura de un espectro

agitando guadañas en el bosque…

 

He visitado un bunker bien pertrecho

para engendrar la muerte en sus entrañas

y desde allí diseminarla al viento.


Músico bohemio 

La luz de los neones, pone  un velo

que esparce, por rincones del subsuelo,

su palidez sobre la tapia abúlica,

no invita al estrellato de la música

nacida entre los dedos de un poeta

que rima, con la voz de su trompeta,

en el Metro, sonidos de armonía

junto a cualquier estrecha galería.

 

Hay quien lo ignora: cosas de la prisa.

Hay quien deja monedas, quien, sonrisas,

mientras él hace un gesto agradecido

brindando su talento a los oídos

de todos los que pasan, pues unida

a la del instrumento va su vida.

 

Y seguirá tocando...

                     La mirada                      

acaso le descubra en madrugada                

bajo tristes farolas, bajo el hielo,

la funda y unos euros por el suelo.  

 

Y seguirá tocando, aunque la gente

le deje un ademán indiferente.

 

Poema Finalista VI Certamen "Poemas sin Rostro" 2011    

 

El rumor del silencio

La palabra está llena de silencios

que cobran, sin quererlo, vida propia  

aunque labios y lengua disimulen.

 

Escribir es un acto de silencio,

un beso de grafito en piel de folio:

intensidad sin voz que el ojo escucha.

 

Soñar es el silencio más poblado

pues todos los murmullos que concita

se fusionan en amistad sin límite.

 

A veces el silencio de unos ojos

dicen más que un ensayo sobre el alma

cuando miran un pozo de penuria

o menguan con su fuego las bujías

donde cosechan pétalos las nubes.

 

Por eso me refugio en el silencio

y todo cuanto digo solo existe 

poblando la conciencia soñadora

con voces de orfeón donde se ubica

la imperceptible sinfonía del trazo. 


Primitivo Oliva Fernández es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.