Tortugas
¡Qué las piedras se desplacen...!
Y las piedras se movieron.
Es cierto que con un ritmo
afanosamente lento
y verdad que se parecen
a rocas, por su silencio.
Ellas, igual a las peñas,
pasan yertas el invierno.
Razón es que, bien mirado,
muestra solidez su aspecto.
Mas nadie dice que tengan
un corazón de cemento.
Del poemario “Ojos que no sonríen”
Contraluces
Tan concisa,
tan frágil...
tan parecida al alba
cuando es amor o dicha
o recuerdos extraídos del estuche
revestido del mejor terciopelo
en esa caja fuerte tan hermética,
pero a la vez endeble, donde quedan,
bajo claves de emociones y afecto,
los más puros tesoros impagables
con que el humano adorna su existencia;
pues ¿qué puede una vida si no guarda
un buen montón de joyas en su pecho
con las cuales pagar olvidos, odios
sufrimiento, miserias y aversiones.
Tan dura.
Tan hiriente
el brillo de puñal que la acompaña,
tan parecida al fuego en su interior,
tan similar a un beso en su textura
ese roce analgésico
que te marca dolor en las mejillas
y es reguero de paz en las entrañas.
Su llegada higieniza o despedaza,
te vuelve anacoreta
y genera tormentas otoñales
que arañan en la piel y el alma arañan.
Hay lamentos que así provocan náufragos
en un mar sin orillas donde asirse
ni islotes de esperanza ni crepúsculos
abriendo el horizonte de la vida,
y lágrimas que limpian y consuelan
pues en su mar en calma duermen lunas
con formas de recuerdos, y su luz
en la noche enfoca siempre un puerto.
2º premio, Carpio de Tajo 2008
Canto al llanto exultante
Con
las puertas de la emoción abiertas,
abierto
el ventanal de los sentidos
(como
flores que se abren a la luna
para
embeber las gotas del rocío)
no
te importe verter lágrimas lentas.
No
te importe llorar cuando florezcan
los
brotes que perfuman ese huerto
en
el edén de tu alma, en el silencio
sonoro
de la mente, donde labran
la
bondad y el amor un surco tierno.
Yo
no canto al dolor que nace de la afrenta,
ni
un llanto de temores y de zarpas,
ni
al oscuro aguijón que deja huella
en
la carne y heridas en el alma,
ni
a ese que engendra brillos
de
rencor y fiereza solapada.
Canto
al llanto exultante
que,
aunque no aflore, impregna la mirada
y
corre por las venas y la carne
como
un gel de diamantes
limpiando
las entrañas.
Y
canto a la razón que lo germina:
canto
al agua que suena,
a
la luz matutina
que
sonroja la atmósfera,
al
júbilo del bosque en primavera,
a
la palabra que parece divina,
a
una mano leal entre la niebla,
a
aquel ser no olvidado con el tiempo,
a
esa foto que viaja en la cartera,
al
discurso más suave de los vientos,
a
un amor que se aleja,
al
incesante afecto...
A
todo aquello que emocione y tenga
poco
valor, pues nadie todavía
implantó
justiprecio al sentimiento.
Cuando
brota de fuentes emotivas
no
te importe verter gotas de un néctar
más
puro que el de estambres y pistilos.
Seguro
que los ángeles alientan
hacer un elixir con tus suspiros.
No hay hacia donde huir
Igual que un naufragado implora al cielo
un pedacito seco de la Tierra,
luchas en el tropel de la ciudad
sintiendo que te ahogas
mendigando entre la muchedumbre
un euro del calor de su mirada,
sólo algunos centavos de sonrisas
o las sedas que flotan en su voz.
Acuden las improntas a la mente,
llegan acompañadas de lanceros
que ponen, con el filo de sus picas,
aceros de ansiedad en la garganta.
La nostalgia descubre su presencia
prendida a los silencios solitarios,
esos que esparcen hojas en la mente
cual si el otoño quisiera residir
debajo de la piel y allí agitara
ventisqueros de lánguidos suspiros
por las rugosas cumbres del cerebro.
Rememorar un rostro en cada sombra,
en cada resplandor, una mirada,
el rumor de su nombre, en cada brisa.
Con la ausencia se revela el cansancio
de arrastrar desaliento por las calles,
como si por las venas circulara
una masa de plomo derretido,
Pero, ¿hacia dónde huir de la galerna,
si cuando hay un espacio de silencio
la memoria se llena con su imagen
y vuelvo a ser un pecho naufragado?
Tercer premio en el I Certamen de Poesía en Memoria de María Pilar Escalera Martínez 2008.
Con mirada de nube
Dígitos señalando entradas y despegues
anunciados por voces de magnéticas lenguas.
Tus ojos les atisban con cierta suspicacia
hasta que una llamada te conduce al asiento
donde viajar por mares de tenue consistencia.
Observas, si es que puedes, tras una ventanilla,
las frágiles siluetas (a ti te lo parecen)
que servirán de apoyo al enorme artilugio,
sabiendo que es viajar contra natura
transitar el vacío no siendo ser del aire.
Sientes como galopan alazanes alados
intentando elevar esa ambición… Más tarde
desde tu asiento
el mundo
se desliza
despacio,
en una perspectiva de pinturas, o igual
a pasatiempo que une fotogramas sin voz.
Miras, desde tu sitio, la fábula del mundo:
no hay palacio que pueda merecer ese nombre
ni fronteras que animen a empezar una guerra;
no se ven muros, bancos, prisiones o fortines.
Las nubes tienen rostro de suaves edredones
y sólo el horizonte se crece en tu retina.
Bajo los pies no existe ya el humano.
No hay tiranos, ni súbditos.
No hay guetos
de piel blanca o tostada.
Se diluyen
codicias
soledades
despotismos
vilezas…
volando a diez mil pies en vertical.
¿Por qué no habremos alcanzado el don
de tener a menudo
un corazón con alas?
Amigos de la tierra
Su nombre
es sortilegio de mágicos sonidos:
Aché,
Dinka, Aguaruna,
Innu,
Cunna, Haorani...
Exóticos y
agrestes,
evocan los
parajes de glaucos laberintos,
donde sus
gentes moran
hermanando
su vida al pulso del planeta.
Chacobo,
Korowai…
Hay
embrujo felino en su mirada
de noche
sigilosa,
nitidez en
su paso por la feraz penumbra.
Chinbú,
Yagua, Kalabit,
Samburu,
Barabaig…
Ellos eran
los dueños del tiempo y el espacio;
hablaban
con los dioses,
veneraban
la Tierra, en natural unión
con lo
común tangible y el misterio.
Kayapo,
Mentawuai...
También
desconocían la química del agua,
el veneno
en el aire,
la codicia
letal por el suelo que hollaban.
Arcaicos y
rebeldes,
no
mordieron la mano que a todos alimenta.
Haká,
Quechua, Masai,
Tupí,
Nuba, Kalahari…
¿Qué fue
de los silencios de la jungla,
de los
gritos alados que desbordan colores,
del vigor
de las aguas rodando sin barreras?
¿Quién
destruyó el hechizo de las horas sin tiempo
y clavó en
sus miradas el temor al futuro?
Melpa,
Hopi, Tadavi...
Se les
llama salvajes,
y es
desprecio homicida la palabra
en boca de
los necios,
pues ellos
nunca fueron alimañas
ni
mordieron la mano que a todos alimenta.
Surui,
Yanomani,
Lacandones,
Waiwai…
Son
semillas de un fruto
madurado
sin prisa.
Amigos de
la Tierra.
Santuarios
del recuerdo.
2° Poesía, "EI Parnaso del Nuevo Mundo". Perú.2013
Huellas casi descalzas
Va arrastrando los pies detrás de un carro
con el nombre de un súper.
En él lleva
envoltorios de ropa y alimentos,
enseres para el uso cotidiano
y bultos con incógnita miseria
cerrados a preguntas de la gente.
¿Cargarán la amargura de ilusiones,
aunque abiertas en flor, nunca granadas,
o son bolsas que ocultan laberintos
y el dislate chiflado de una mente?
Murmuran las respuestas unas moscas,
saliendo de los plásticos…
Su rostro,
con barbas como un hato de maleza,
impide penetrar en los caminos
que llevan al paisaje de su vida,
donde otear lo que dejó tras él.
De sus ojos, quemados por las noches
con dosel de cartón y duro lecho,
es difícil sacar agua del pozo
en que se ha convertido su mirada.
Sin embargo, sus manos bien podrían
hablar de falsedades, de las veces
que han cerrado sus dedos en desmayo
al viento insolidario de la gente.
¿Y sus pies, qué dirían esos pies
cansados de arrastrarse tras el carro
con el nombre de un súper?
¿Algún día
sus pisadas llevaron los deseos
a traspasar la puerta del Edén
o siempre se movieron en la raya
limítrofe al abismo de la angustia?
Sus pies incluyen la guía de un “GPS”
donde están, callejuelas, escondrijos,
colectores, albergues y ruinas;
y sus manos ocultan los sensores
capaces de encontrar algún provecho
en residuos que van a la basura.
Pero nadie percibe esa destreza
y solo ven un pobre miserable
llevando soledad dentro de un carro
donde figura el rótulo de un súper.
Desayunamos luchas.
Comemos vejaciones.
Merendamos miserias.
Cenamos homicidios.
Noticias como hielos o metales
rigurosos y fríos,
que pasan, muchas veces,
dejando menos huella que el rocío.
Noticias que pretenden abrir puertas
golpeando en los sentidos.
Si el corazón no asume,
si el ojo no pondera,
¿quién pertenece al reino de los vivos?
Y también hay sonrisas
o voces como cantos de sirenas,
de aquellos poderosos que repiten:
"Es muy difícil mejorar las cosas...
"Hemos favorecido grandes cambios...
"Hay ciertas prioridades, por ahora...
"No podemos ceder ante el progreso...
(solo en ciertos países, obviamente.)
Y, mientras tanto, pasan
llamando a nuestra puerta,
mostrando su holocausto irremisible,
40.000 sonrisas cada día;
se extingue alguna especie,
son cenizas kilómetros de bosques...
Pero así están las cosas, aunque siempre
podrás decir que tú no lo sabías.
Aguas con voz amarga
Cuando tu cauce se enfurece y brama
su lamento entre márgenes de rocas,
Cuando muerden tus álgidas encías
raíz de olmos o sauces, y en riveras
que arrebató a las ninfas el arado
tu saliva disuelve los terrones,
con morro de crispado jabalí
redimes las orillas de maleza,
remueves cepas de carrizo y juncos
y escarbas los asientos de las rocas,
e igual que un monstruo diluviano apresas
enseres y personas con la misma
facilidad que abates una tapia;
ya no eres poema de espejuelos
ni rumoroso vuelo de palomas,
sino aleteo de muerte que te lleva
hasta la eternidad profunda: el cielo
añil de los océanos sin luna.
A tu espíritu libre lo esclaviza
el humano y sus obras, que no dejan
correr cauces de ayer abriendo brazos,
obligándote a ser lo que ahora eres:
ese graznar de córvido que clama
con tétrico rumor de aguas oscuras.
Por eso es tu dolor nuestro dolor
y locura de muchos son tus aguas
sin espacio, por muros constreñidas;
espacio que, en copioso forcejeo,
consigues deshaciendo las cadenas
de cemento y ferralla.
Tienes manos
y pies con experiencia de escapista.
1º Premio de Poesía "Espiga de Romanillos" 2012
En la matriz del odio
He
visitado el odio y eran muros
de
un insensible cutis macilento
sin
vida en sus paredes verticales,
donde
solo habitaba gris silencio.
He
visitado el odio y era frío,
tenebroso
el espacio de su pecho,
oquedad
sin pupilas, su mirada,
monstruosa
calavera de cemento;
era
un grito en la paz de la arboleda,
la
inquietante figura de un espectro
agitando
guadañas en el bosque…
He
visitado un bunker bien pertrecho
para
engendrar la muerte en sus entrañas
y
desde allí diseminarla al viento.
Músico bohemio
La luz de los neones, pone un velo
que esparce, por rincones del subsuelo,
su palidez sobre la tapia abúlica,
no invita al estrellato de la música
nacida entre los dedos de un poeta
que rima, con la voz de su trompeta,
en el Metro, sonidos de armonía
junto a cualquier estrecha galería.
Hay quien lo ignora: cosas de la prisa.
Hay quien deja monedas, quien, sonrisas,
mientras él hace un gesto agradecido
brindando su talento a los oídos
de todos los que pasan, pues unida
a la del instrumento va su vida.
Y seguirá tocando...
La mirada
acaso le descubra en madrugada
bajo tristes farolas, bajo el hielo,
la funda y unos euros por el suelo.
Y seguirá tocando, aunque la gente
le deje un ademán indiferente.
Poema Finalista VI Certamen "Poemas sin Rostro" 2011
El rumor del silencio
La palabra está llena de silencios
que cobran, sin quererlo, vida propia
aunque labios y lengua disimulen.
Escribir es un acto de silencio,
un beso de grafito en piel de folio:
intensidad sin voz que el ojo escucha.
Soñar es el silencio más poblado
pues todos los murmullos que concita
se fusionan en amistad sin límite.
A veces el silencio de unos ojos
dicen más que un ensayo sobre el alma
cuando miran un pozo de penuria
o menguan con su fuego las bujías
donde cosechan pétalos las nubes.
Por eso me refugio en el silencio
y todo cuanto digo solo existe
poblando la conciencia soñadora
con voces de orfeón donde se ubica
la imperceptible sinfonía del trazo.
Primitivo Oliva Fernández es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.