Poemas de Ana Partal


Espera

Es tan larga la espera,     
el vapor en la roca, 
la vara que rasga
el borde en la hierba.
La pregunta no se encuentra
y se desprende,
en una hilera de sombras,
caídas como semillas,
 que nunca finalizan,
que anidan y vuelan,
al  espacio de las brisas y las gotas,
donde la mirada muere
en una sencilla noche de estrellas.
Más la memoria completa
de aquella existencia
desprende un desatado cadáver
bajo la tierra.


Trino

Voy a hablar por el emblema
de lo primero que vi,
sostenido por un rayo
que jamás selló el recuerdo.

Allí con un tono sostenido,
dejó clavado el último segundo
del respiro antes del mundo
más certero.

De la misma sombra el rayo fue cegado;
se derrumbaron los muros,
las lámparas se volcaron
y una nube de pájaros
huía,
con unos trinares que algo
decían.


Zorzales

Ventana callejera de la casa,
guardas el apuro desde la mañana,
cuando toca la campana,
en el primer pensamiento al unir este día
con las formas extrañas de este jardín.
Los pasos en las cavernas metálicas entran y salen,
de sus puertas,
los pasos se elevan con alguna prisa,
los insectos han desaparecido,
y los zorzales aún se quedan.


Voz

Tiene voz de alondra,
la vida.
Caminaba dentro y fuera del contorno.
En la memoria imprecisa de un encuentro,
nunca hubo de permanecer
y en la cierta acabada luz
sabía.

Canto,
despacio canto que te alumbras,
cómo ciego cadalso te evidencias,
vendrá la mano voz muerte.
Forma, nombra quieta,
y no deslumbres los ojos de la alondra
desde el viento arrojado en las esquinas.

Peligro
Encierro
Tortura.

Tiene voz de alondra decía,
desencadenando las huellas
en el intervalo de yo soy y existes,
caminando con desenfado
por la primera línea de los ojos
y la última alondra inadvertida
juicio,
veredicto,
clemencia, y las manos empuñando
el costado de una tumba.


Fantasma

El Fantasma se dirige al mesón
lejano,
traspasa su cuerpo
una y otra vez con su dedo.
Contempla los sueños de los comensales.
Allá uno solo, otros tres,
otras varias,
y una también.
Los gestos, de allá y acá,
se ven agitados en sus ojos
en medio del salón,
oprime lo que le queda de alma,
y se marcha.
El fantasma frente a los ojos de todos,
Ve, oye,
con el mentón apoyado,
sobre el revés de su larga mano
caído los dedos y la mirada.
No puede palpar sus lágrimas,
no puede gritar sus cristales palabras.
No habita la mansarda,
da flores a su cuerpo,
se escabulle en un eco
y duerme sobre su alma.
Silueta de traje gastado,                                        
pasado sin nombre,
delgado pedazo de aire,
Transita, rehace la calle,
rota, sola, húmeda,
la calle ardiente y callada.
A horcajadas hurgó en sus huesos.
Con el aliento y sus sonidos fríos
en la tragedia del más inesperado día,
rozando las ventanas,
con sus mil lenguas y mil hazañas.
Leo sus ojos, oigo sus palabras,
en el banco blanco de la casa.
Cercenando la sonrisa,
desbaratando la caminata,
se pierde y a lo lejos se huele a madera quemada
chasqueando a gritos las llamas.
Olvidado.
desciende a las noches,
¡Despreciado,
se desplaza!


Faenas

Así debe pasar el tiempo,
de ellos,
los que caminan,
los que sonríen.
Ese hombre hilera de árboles.

Esas mujeres que ríen de plaza en plaza.
Ese perro que señorea sus pestes.
El trote que vibra en las mejillas
de las manos que atan presurosas
las tareas sabrosas del día.