Una noche cualquiera


Poema de Manuel Vílchez García de Garss

¿Qué siento? ¿El odio que hiela las yemas de mis dedos o el amor que arde y se consume sin privilegios tan triste como el perfumen de la flor cuya herencia es la señera ofrenda  que no yerra?

Tras la verja del jardín 
es la valla citaras colombinas;
valle Valparaíso del Dauro.
Mi sed de mandrágoras lo beben entero
con su polvo amarillo en los muros,
en esta hora los adolescentes sueños
de espaldas al desfigurado parque
y el reloj pasional con su arena
me despabilan con un cielo de herrería.

Yo no sé lo que es mejor, a norte y a sur, pasean por el riachuelo tréboles recién cortados y para unir sus fragmentos dispersos, a veces solo hacen falta las cenizas del tiempo, días de gloria sobre las plumas del ruiseñor.

Sé que no vivo en ora pro nobis
aunque ahora con serenidad
por la espalda en decadencia
se dilata  mi compendio,
al lado de la fuente, el polvo,
con su voz en una colina de crucifijos.
Burdo mi sueño toca la penumbra
mis retinas debajo azote de la fragua
con versículos ilegales la fortifican.

De oficio siempre se le calla al alma, se castran las flores de las manos que la acarician. Ya sabéis, siempre hay un césped verde decía Rimbaud, donde un ángel cada época es verdugo foráneo de sentimientos.

Las estatuas en la calle están desiertas
sazonadas con figuras asexuales.
Yo continúo refugiándome en la noche
¿Quién garabatea por el cielo?
Prodiga tan lejos esa luna insondable
jugadora de luces vacía sobre mí su célibe ingenio.
¿Nos encontraremos en el parque?
Rastrillado el vacío bulevar
a la mañana le he robado la alameda.
         
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