Ventana Literaria: Farida Hossain

Artículo de Graciliano Martín Fumero, delegado permanente de Relaciones Internacionales de la UNEE

Farida Hossain es una figura ilustre en el mundo de las letras de Bangladesh. Es un referente por su contribución y defensa de la literatura. Obtuvo el prestigioso Premio Nacional OEkushe Padak en 2004. Condecorada con seis medallas de oro y veinticinco premios literarios de distintas organizaciones culturales tanto a nivel nacional como internacional. Novelista, escritora de relatos cortos, letrista, locutora de radio, directora de teatro y trabajadora social durante más de tres décadas, ha publicado una treintena de libros de distintos géneros: novela, relatos cortos y cuentos infantiles.

Farida Hossain es defensora de la infancia y, por ello, fomenta la literatura infantil. Ha creado y producido series televisivas para niños, destacando: "ORupkaether deshe", que se emitió durante los años 2005 y 2006, teniendo notable aceptación entre el público. El 13 de julio de 2009, en el festival bengalí Ogorky Sadan, de Kolkata, se exibieron dos filmes suyos.

Es presidenta del PEN Club de Bangladesh. Representó a su país en el LXIV Congreso PEN Internacional de Edimburgo, Inglaterra, en 1997, y en el LXIX Congreso PEN Internacional en México, en 2003.

Como colofón, este relato corto titulado "Bendición":

"Era el mes de febrero. Primavera en Bangladesh. Todo el país, particularmente su capital, Dhaka, estaba ocupado celebrando una manifestación del idioma. Nosotros queremos que el bengalí sea nuestra lengua oficial. Deseamos hablar sobre nuestra tierra, que todos seamos hermanos. Todos estos eslóganes idealistas parecen ser importantes solo por este particular día. La gente balbucea y diserta prolijamente del patriotismo sin cesar; amor, sacrificio... Rifat estaba enferma de estas palabras y estas personas habladoras. Estando en el otro lado del muro, ella podía ver la habitación de Sheila claramente. Tenía 16 años. Dos trenzas le colgaban a ambos lados de la cabeza. Llevaba gafas. Rifat pensó que Sheila era demasiado joven para ellos. Ella debe estar estudiando mucho: podría ser la mejor estudiante de su clase. La mejor oradora, la mejor personalidad (...).

Los ojos de Rifat se humedecieron. Hubo una oleada de dolor en su pecho, pero ella se controló a sí misma sin piedad. Sheila fue la niña de sus ojos, carne de su carne, su vida, los latidos de su corazón, su única hija. Fue tanta la alegría al ver su pura inocencia, su balanceo, ojos inquietos, las trenzas, su sueño desconocido... ¿Podría ser ella tan ignorada e insultada?

Rifat no podía respirar. No, esta chica que era como un brote de champak sin abrir, era la única razón por la que Rifat estaba viva. No podía pensar más.

Había oído que cada aliento que toma una madre bendice a su hija. A Rifat le gustaría envolver a Sheila en un océano de bendiciones cada minuto, cada segundo. Durante los últimos trece años es lo que le había pedido a su creador continuamente. A veces, estando de pie fuera del muro, en la oscuridad, a veces esperando frente a la puerta de la escuela, ha rezado para que Sheila estuviera bien, a cambio de su propia seguridad y paz. En las horas de vigilia de su sueño, en sus sueños, Rifat le ha ofrecido a Dios cada partícula de su sangre de mujer para la felicidad de Sheila. Además de por Sheila, para qué ha vivido. Primero estuvo en un centro de rehabilitación de mujeres y después, en los últimos diez años, ha estado en un orfanato. ¿Quién creería que Rifat misma era una estudiante premiada en la Universidad de Dhaka? Ella era brillante y audaz en la flor de la juventud. Era una buena lectora, podía recitar poesía maravillosamente. Rifat participó en las procesiones de la mañana, reuniones sin descanso. Como no tenía padres, se quedó en la Universidad Hall, con un tío como tutor. Conoció a Hasib, un líder estudiantil, el 21 de febrero, en el "Moutyr's Memorial". Rifat había dicho:

-Me gusta como cantas.

-¿De verdad?

-Cuando cantabas, parecías un luchador activo en el movimiento del lenguaje.

-Si lo hubiera sido, me habría considerado a mí mismo con suerte.

Se reunieron en el campus, de vez en cuando. Cantaron muchas canciones patrióticas juntos, expresaron consignas y un día se apoderaron de cada una de sus manos, inconscientemente. Después fueron a la oficina de registro patrimonial y se casaron. Su sangre, entonces, parecía intoxicada. Rifat fue la constante compañera e inspiración de Hasib (...).

Hasib había llegado y se fue por la noche. El sueño de Rifat fue feliz y lleno de dulces recuerdos. De repente, gente desconocida entró en la habitación y la despertó. Ella no podía ver claramente en la oscuridad, pero podía adivinar quiénes eran, y el desastre se llevó a cabo. Amordazaron su boca y la levantaron. Se desmayó. No puede recordar el resto...

Luego llegó el 16 de diciembre. El país estaba libre. Muchos soldados y evacuados volvieron a casa. Hasib volvió y vio y entendió todo. Rifat no sabía lo que pasaba en el corazón del hombre que había ganado la guerra. Cuando Rifat llegó al paso de su puerta, un flash de heridos y enfermos abrió la puerta para buscar el pájaro maltratado por la tormenta. Nadie pudo hablar por mucho tiempo. Rifat pensó que en alguna parte los gongs estaban sonando. El terrible ruido abrumaba. Sentía que se ahogaba, perdiéndose en el desierto. Hasib estaba callado. Se había convertido en una piedra. Rifat, herida y dolorida, fijó sus ojos en Hasib. Ella extendió sus brazos temblorosos hacia Hasib, convencida de que su amante, su ansioso marido, la llevaría con entusiasmo en sus brazos, apartándola contra su pecho. ¡Pero no! ¿Se había convertido Hasib realmente en una piedra? ¿Dónde estaba su anhelo, su sed, su impaciencia para reunirse? ¿Entonces no podía creer que su Rifat había vuelto?

Sudaba. Sus musculosos brazos estaban todavía... Él estaba apretando su muñeca. ¿Detrás de su camisa estaba aún su corazón? ¿Adónde había llegado Rifat en busca de refugio para abrazar un corazón de piedra que había extendido sus brazos? ¿Era este el mismo Hasib? ¿Cómo podía cometer ese error?...

Ella no recordaba cuando perdió la conciencia. Sus brazos extendidos se retiraron en silencio. Cuando recobró el conocimiento, estaba en una clínica privada. Hasib había enviado un cheque muy gordo para Rifat a través del Dr. Rakib Choudhwy, quien trabajó en la clínica. Rifat no derramó una sola lágrima. Le devolvió el cheque al doctor con gran humildad. Dijo: ¡Gracias! Ya tengo lo que merezco. Yo espero que pueda darme noticias de mi hija; incluso, si no tengo una dirección, vendré aquí a conseguir información sobre ella de usted. ¿Podría ayudarme? (...).

Pensar en que un hombre que había luchado por salvar la patria de ser profanada por el enemigo no podía dar cobijo a Rifat. Había llegado a odiar a los hombres sin carácter como Hasib. ¡Todas las consignas vacías! ¡El sacrificio del patriotismo por la pureza de todas las madres! ¿No fue Rifat una de esas madres? Hasib, ni siquiera, pudo reunir el valor de preguntarle.

-¡Santo eres!

¿El que ella iba a morir? ¿Cometió suicidio? ¿No se atreve a mostrar su rostro a nadie? Pero no, ella era una luchadora que no vino al mundo para suicidarse. Huérfana en su infancia, creció en casa de su tío en medio de muchas adversidades. Ser una buena estudiante, obteniendo becas para sufragar los gastos de sus estudios en Dhaka. Rifat sobrevivió.

Ella seguiría. No tuvo rencor a los hombres sin carácter como Hasib, a pesar de negarse a darle refugio y amor, su vida no terminó en un fracaso. Incluso, si ella no podía ser una mujer o una novia, viviría siempre como una madre. Levantará un muro de protección alrededor de Sheila, bendiciéndola en la distancia. Limpiará el aire de su hija con sus constantes oraciones hasta su último aliento".