Relatos de Xavier Eguiguren



Auschwitz en Madrid

¿Cuántas veces había anticipado su final? Jamás tuvo la necesidad, ni la intención de contarle a otras personas, las inquietudes que deambulaban como nubes entre sus pensamientos. Seguro que habría al menos un millón de almas, que en algún momento de sus vidas hubieran podido imaginar escenas protagonizadas por su propia muerte.

De pronto se apagaba la luz de la vida, la transición era obligada y asimilada como parte de la propia existencia. El máximo exponente de la igualdad que existe entre todos los seres humanos, se muestra en el mismo momento de morir con su rostro más demacrado.

Se veía a si misma amortajada, ataviada con un sudario de algodón de color blanco. La muerte en su pureza más absoluta.

Auschwitz, el infierno en la tierra, su suelo en invierno era una mezcla de fluidos, barro, agua y nieve, los pies descalzos de la joven permanecían estáticos, soportando sin ganas un cuerpo extremadamente delgado. Una estructura de carne y huesos que ya no estaba, no era, no sabía, ¿continuaba con vida, estaba muerta?, no, aún no había muerto del todo, porque recordaba a su madre y sentía un profundo dolor.

“Somos los zapatos, los últimos testigos. Somos los zapatos de nietos y abuelos, de Praga de París y Amsterdam, y como somos de tela y cuero, y no de carne y hueso, nos hemos salvado de arder en el infierno. Vi una montaña de Moshe Schulstein”.

Desde el cielo, un Dios que no interfería sobre la voluntad de los alfiles de uniformes tenebrosos, esos Schutzstaffel, que pululaban a su antojo por el campo y los barracones, que calzaban unas botas altas negras y pulcras.

“Recuerdo la primera vez que vi a Josef Mengele. Iba vestido de verde, de verde oscuro. Recuerdo sus botas. Los ojos me caían más o menos a esa altura. Unas botas relucientes. Irene Izme, Auschwich 1943”.

Un gran tablero de cuadrículas cercadas por alambradas de espino electrificadas, que a su vez, engullían a otras casillas menores de terreno yermo, atroz, infame y monstruoso.

Sobrevivían hilos de voz en espacios ocultos detrás de los cristales rotos, y otros no existires ya, ¿o quizás si?, pero sólo como espectros en pequeñas celdas de un metro cuadrado. Horrores de menor a mayor tamaño, los primeros dan paso a los segundos, y los segundos ya no existen para mostrar el camino a los primeros.

En el centro de la espiral de la depravación, la madre de todas las muerte, la solución final, asesinar indiscriminadamente con gas Zyklon B, el desenlace se ocultaba de los unos, también de los otros, se escondía de ellas, de ellos, de aquellos, de todos los que confluían en ese espacio temporal ahogados en la desembocadura desbordada de inhumanidades terminales.

No os volverán a ver, desapareceréis junto con los demás, todos los que lleguéis en esos trenes interminables. Plegarias mezcladas en un entrelazado de manos, aullidos, gritos y llantos, un cubo de agua y otro de nada. Metamorfosis, carne en ceniza, y está última en humos negros que se escapan de las chimeneas, con destino al cielo. ¡Dios mío! huele siempre a carne frita.

¿Ves ese humo?, ahí está tu madre, y Úrsula quiso hacerse diminuta, para que su corazón pudiera esconderse debajo de la litera de madera. Un rincón en un lugar putrefacto que huele a orina y a heces.

“Tú que pasas por aquí, a ti te ruego que hagas algo, que aprendas un paso de baile, algo que justifique tu existencia, algo que te de derecho de estar vestido con tu piel y tu vello, aprende a caminar y a reír, porque no tendrá sentido a la postre, porque son muchos los que han muerto mientras tú sigues vivo, y  no haces nada con tu vida. Charlotte Delbo (superviviente de Auschwitz)”.

¡Dejadme llorar!


Tributo a Miguel Ángel y a todas las víctimas de la barbarie

Luces que brillan y chisporrotean después del segundo disparo, acompañan mil zumbidos que se ensañan con un alma que es obligada a salir de su envoltorio de carne y piel, a golpes de intolerancia.

¡Me duele mucho la cabeza!

Tengo miedo a la muerte, pero mis pensamientos siguen su camino, no se detienen en la oscuridad.

Me preocupan mucho mis padres, mi hermana y mi novia, cuánto van a sufrir cuando se enteren. 

Si encuentran mi cuerpo sin vida, bajo el cielo aparentemente impasible, de día o de noche, intentaré gritar y decirles lo que me ha dicho un pajarito, que no tema, que no he muerto.

Las nubes llorarán por mi y por todas las víctimas de estos bárbaros y su barbarie. La atrocidad no crece paseando en un cochecito de bebé con su mamá, la siembra el hombre que ha matado, y la riega el que mañana matará.

Que estoy haciendo aquí, liviano sobrevuelo la copa de los árboles, me veo tirado en el suelo como un muñeco roto, desvencijado, no quiero que me recuerden así, doblegado nunca, esos, me obligaron a apoyar las rodillas en el suelo. 

Que bello recuerdo, acaricia mi espíritu un fugaz olor a días de verano en Espadañedo, mezcla de colores todos ellos hermosos y vivos, corazones que se intercambian y que me aman al tiempo que me dan muchos ánimos. 

Un mar de manos blancas que se extienden hacia el horizonte, acompañan millones, que digo, miles de millones de bocas que corean mi nombre "Miguel Ángel".

Mi esencia se halla plena, no me olvidéis, no nos olvidéis. Mi espíritu es vuestro espíritu, mi espíritu es el espíritu de Ermua.


Te rompes en mil pedazos

Te rompes en mil pedazos.

Seis mil quinientos setenta días sin resuello, con cicatrices que no cierran.

Un mar de noches con el miedo punzante en la piel, pesadillas que sangran. Eres la mujer reflejada en un espejo de cristales rotos.

Miedo, sicofonía entre las paredes blancas de tu cárcel doméstica, puertas destrozadas, espadas ensangrentadas se clavan en tus pensamientos destructivos.

La imagen recurrente de tu cuerpo inerte que está y no es, que es y no está. Perfil de tiza blanca en el suelo de una habitación desangelada.

Trauma resultante de amar el desconsuelo, descolgando las campanas que tocan a golpes de voz de quien te insulta, entre ingesta de alcohol y raya de cocaína te odia como mujer, viola y ensucia tu cuerpo, destroza tu alma, se ríe del llanto de agua salada que reconcome la almohada de tu cama violentada.

Valiente, renaces te encabritas y rompes las cadenas que mantienen las fobia. Retiras la cómoda que cada noche bloquea la puerta de tu casa, destruyes las raíces de plomo que pesan en tus bolsillos.

Hoy quieres ayudar a otras mujeres que llevan sobre sus espaldas el yunque del maltrato. Enseña la salida del pozo a esas pobres encarceladas en un habitáculo con barrotes de cristal y golpes.

Eres la esperanza de mis renglones torcidos a patadas, porque necesito escribir un final feliz.


Cuchilladas

Antidepresivos inyectados directamente en mis venas, los necesito para poder escribir tanto dolor tejido a puñaladas en cuerpos de mujer.

Pena de muerte que produce la convivencia con el patriarcado. Veinte mujeres asesinadas por el patriarca, el amo, el macho dominante, el alfa que muestra sus dientes de hombre violento y agresor de la psique, esta última escondida, parapetada en el cuerpo de ella magullado a hostias.

Por dios mujer no vistas el traje harapiento de la anulación a fuerza de "eres una mierda, no vales para nada", denúncialo y escapa de ese laberinto de golpes, odios, llantos, insultos, cuchilladas, explosiones de gas provocadas.
Ratonera en las que los niños son el cebo del que mata, y si esos pequeños no mueren, morirán en vida cada día.

Necesito antidepresivos para seguir contando escenarios de sangre. La sociedad tiene que abrir los ojos, mirar al agresor y desterrarlo portando una carraca, haciendo ruido cual leproso o apestado para alertar a otras mujeres de sus intenciones de destrucción.

¿Cómo será la muerte?, ese paso del ser y estar a la nada, transición obligada en la vida, pero dolorosa y con la sensación de haber dejado el gas abierto cuando te cortan la yugular con un cuchillo.

Ni una menos gritamos todas las semanas, y ya hay veinte menos. ¿Vamos a permitir que haya más crímenes? unamos nuestras fuerzas, hombres, mujeres, mujeres y hombres, encerremos en una cárcel con barrotes perennes al violento agresor, asesino.


Héroe, quien ayude a un niño acosado

Quiero crecer muy rápido, ser mayor para no volver a estar triste. No entienden que con cada insulto y patada, me muero un poquito más. Nunca voy a sonreír mientras tenga que ir al colegio.


Quiero hacerme daño y así no tener que ver a esos en el patio. Hay chicos que se ríen de mi y cantan canciones con mi nombre, dicen a gritos que mis padres son pobres.

Yo soy un niño, pero me imagino muerto en una bañera, mis manos llenas de sangre, el suelo, mis sueños también son rojos. Me gustaría decírselo a mamá y a papá, pero no quiero que se preocupen.

Tengo pesadillas, en ellas puedo oír como me insultan muchas veces cada vez que salgo al recreo.

A lo mejor escribo una carta y se la dejo a mamá en mi habitación, por si mañana me muero.


Mis fantasmas se agarran a las farolas

Siento las gotas frías de lluvia sobre mi frente caer. Los pensamientos discurren de tres en tres, cual triada. Triunvirato que se postra frente a una hilera de farolas que me guiñan al pasar.

Luces amarillas que se cansan de alumbrar para ti, faros afectos al camino que zumban y tiran de sus raíces, que aúllan como los perros huérfanos que se escuchan en la lejanía.

Cánidos que predicen la muerte del amo, pueden ver en blanco y negro, el color azul del alma del finado escaparse de la tierra.

El origen, el principio, la causa, el motivo, la razón, todos y el mismo son, durante el invierno se aletargan.

Hoy y ahora se reflejan en los charcos del camino, los sonidos de los colores que escupen de sus bocas los fantasmas del pasado, presente y futuro, todos ellos en complot agarrados a las farolas del sendero.

Tres eran tres los pensamientos, el comienzo,  romper, y volver a empezar para morir viviendo.


Ordeno los cajones de un cerebro afecto a un diván de cuero negro

Apoyado en la levedad de un pensamiento imagino vuestros perfiles. Guardo la esencia de las palabras escritas en los cajones de mi subconsciente.

Deseo estar lúcido, con los ojos abiertos dirigidos sobre los contornos de miles de vosotros en formación. Algún día tendré que partir, mi dinero, el anhelo de vuestro recuerdo.

Leéis mis trece vidas, trece abundantes carencias y extremos. Trece muros duros pintados con grafitis de artistas sin caza talentos, que sueñan con su fama.

Obras repetidas en fachadas destinadas al abandono, frases metálicas, robóticas y maquinaria que fumiga colores vivos.

Destinos que circundan mis relatos, unos suaves como el beso de Judas, otros punzantes y dolorosos cual picadura de avispa.

Escucho crecer la hierba, oigo la vibración de las cuerdas vocales con cadencia, pedales flanquean la cabeza, rápido y veloz mueve tus neuronas para leer estas palabras, colgadas como un columpio de un jardín de otoño bucólico.

Recuérdame.



Extraditado sin papel de fumar

Extraditado de la luna, mi eterna compañera. Portadora del mar de los Sargazos, esperas en cada puerta la salida de la noche.

Forma dependiente del sol y su luz, amante de la oscuridad adolescente e irresponsable. Cuna que crece y mengua, engañar al mar, serle infiel con sus mareas es tu premisa.

Estupefacientes esbozados a golpe de probeta, distribuidos por tu camello sin dos jorobas, ha hecho de esa luna una adicta a mi desequilibrio emocional.

Fiel amante de la pluma, yo me declaro insolvente y pareja de hecho de ese satélite, amparado por una orden de alejamiento.

Admito hallarme engrilletado al insomnio más absoluto.



El prólogo de los juglares

Un camino de Santiago, testigo del pisar alegre, triste, melancólico. Caminantes que buscan perdón recorriendo la senda. Hombres que encuentran cobijo, que se esconden, de pies doloridos, ligeros, pesados, de pasos largos y cortos.

Un camino de Santiago que reproduce el cantar de los juglares. Peregrino escucha el silencio, regocíjate en ese momento inhóspito, tiempo que cubre el tiempo de los sonidos de un laúd, de un tamboril, o una flauta.

Las Cantigas del rey Alfonso X, en lengua “galaico portuguesa” eran el deleite de peregrinos de tiempos pretéritos, poder escuchar los milagros y leyendas, recitados por trovadores en las plazas de esas hermosas villas.

El romero de Santiago.

“Non é gran cousa”

Es uno de los relatos más conocidos del Camino de Santiago. En el siglo XIII se le denominaba “el gran milagro” y tenía una fiesta especial en la catedral de Santiago de Compostela. Aparece en el Liber Beati Jacibi atribuido a Anselmo de Canterbury.

Un peregrino que iba a Santiago peca contra la castidad y el diablo tomando la figura de Santiago se le aparece y le indica que para salvarse ha de mutilarse el órgano con que pecó y degollarse. El romero lo hace de buena fe y muere. El auténtico Santiago entra en disputa con el diablo que quiere llevarse el alma del peregrino. La Virgen “abogada en el Tribunal del Paraíso”, sentencia la resurrección del romero, que nunca pudo recobrar aquello de lo que se privara”.

El peregrino ahorcado.

“Por dereito ten a Virgen”

“Es el más divulgado de los milagros del Camino de Santiago y sucedió en Toulouse en el año 1090. En el Liber Beati Jacibi  se le atribuye a Calixto II.

Un romero alemán devoto de Santa María viajaba con su hijo por Rocamador hacia Santiago de Compostela. Un malvado y hereje posadero introdujo secretamente un vaso de plata en el saco del hijo. Delatado y descubierto, un juez mandó ahorcar al mozo delante de su desolado padre, que llorando continuó su prometida peregrinación. Pasados tres meses, de regreso fue a ver a su hijo colgado y muerto, descubriendo  que aun vivía porque Santa María le sostuvo ese tiempo con sus manos. La gente  indignada buscó al posadero hereje, que al confesar su culpa fue quemado en la hoguera”.

Cuantas y bellas historias guarda el camino de Santiago. Contaré mi humilde viaje en solitario cruzando tierras asturianas y gallegas, para llegar a Santiago.

Suman 12 relatos, como los 12 apóstoles, las 12 Tribus de Israel, los 12 dioses y titanes del Olimpo, los 12 Caballeros de la Mesa Redonda, los 12 Pares de Francia del Rey Carlomagno, los 12 asnos del cielo de los dioses germanos, los 12 fundamentos o bases de la muralla del Nuevo Jerusalén, las 12 perlas, las 12 puertas, los 12 ángeles que protegen las puertas, los 12 veces 12.000 hombres que vivirán en la ciudad sagradas, las 12 tareas de Heracles, los 12 compañeros de aventuras de Sigfrido y mil veces 12.

12 días, 460000 pasos sobre el camino primitivo de Santiago.


Quien va a Santiago y no al Salvador

Oviedo antiguo vestido de domingo bucólico, lluvia con cadencia incide sobre un suelo eternamente mojado.

Gotas de mayor a menor tamaño, dibujan círculos concéntricos de diámetros, los primeros pequeños a grandes e infinitos los últimos. Lemiscata, baile de ondas sobre un gran charco en la plaza del ayuntamiento.

Arco casado en segundas nupcias con su bóveda, puerta del tiempo que da paso a Cimadevilla, vía de antaño, calle del medievo.

Atravieso atolondrado ese umbral, deleitándome con la luz que transporta las siluetas de siglos pasados. Estructura que recorro en braille con mis dedos imaginarios.

Escucha los chirridos de los carros y las voces guardadas en un bote afecto a otra época. ¿ No oyes las conversaciones de los espíritus que deambulan por ese lugar? se niegan a abandonar la calle.

La catedral de san Salvador, la cámara santa, construcciones unidas a espacios de tiempo anteriores, gótico el primero y prerrománico el habitáculo contenedor de las reliquias, todos entrelazados, Dios y reyes, pueblo llano, cruz de los Ángeles y de la Victoria.

Peregrinos, "quien va a Santiago y no al Salvador, visita al criado y deja al Señor". Inscripciones se escuchan, dictadas de siervo a siervo, de señor a señor, rebotan los sonidos contra las paredes que integran la plaza, susurros que enseñan la historia, el origen, el camino.

Liber Testamentorum Ecclesiae Ovetensis.

"Quien quiera que contemple este templo honrado por el culto de Dios, conoce que anterior a éste hubo aquí otro, dispuesto del mismo modo, siendo fundado por Froila siervo del Señor Salvador, ofreciendo doce altares a los doce apóstoles; en cuyo favor sea piadosa vuestra oración hacia Dios, para que os de el Señor digna recompensa. Este edificio anterior fue parcialmente destruido por los paganos y profanado por los herejes, por lo que fue enteramente fundado de nuevo por el siervo de Dios Alfonso y renovado para su mejora. A él, Cristo, séale dada la gracia por tal labor y a Ti, aquí, alabanza incesante sin fin".


Hospitales borrados

Serenatas de trinos durante un tiempo infinito, enmarcan el caminar desde Oviedo a San Juan de Villapañada por una senda repleta de historia. Recibo en la primera etapa del camino primitivo de Santiago, hoy, más de lo que he dado.

Lamentos y quejidos de peregrinos imaginarios, puedo pensarlos en San Lázaro de Paniceres. Caminar en tiempos pretéritos, escuchar los recuerdos de las piedras trenzadas con argamasa. Sentir de paredes que forman la piel erizada por el frío y la lluvia, de la estructura que aquí en este lugar que piso, antaño existía. Cuentan que eran habitáculos de contornos afilados, de esquinas con olor a ungüentos, de una malatería de devotos caminantes enfermos.

Tu, camino de Santiago, me regalas paz a cambio únicamente de mis pasos. Ya hago mías las conchas afecta a esos mojones, soy uno de esos perfiles peregrinos que hablan mil lenguas y un solo idioma. Aprendo solidaridad con desconocidos que siguen un mismo sendero.

El túnel del tiempo que asoma a la ermita del Carmen, al puente medieval de Gallegos. Mirada a un sin fin de hospitales borrados piedra a piedra, uno en El Escamplero, otro en el Puente de Peñaflor y uno más en Premoño.

Profundos conocedores del principio de la vereda, en hilera ya leemos almas. Ininteligibles para mi las palabras nos reímos en distintos dialectos.

En la villa de Grado, recorro un burgo del medievo. Pasos inclinados que ubican al caminante en San Juan de Villapañada, el cansancio apremia, podremos lavar nuestros doloridos pies en el albergue.

Tocamos una gran capa en este rincón de paz. Sosiego, cual manto que cubre con el recuerdo lo que fue en otro tiempo, en este espacio, un hospital de la orden de San Juan de Jerusalén.

El camino.


El camino de Santiago primitivo


Un camino de Santiago que reproduce el cantar de los juglares. Peregrino escucha el silencio, regocíjate en ese momento inhóspito y buscado. Un tiempo de laúdes, tamboriles y flautas.

El peregrino ahorcado.

“Por dereito ten a Virgen”

“Es el más divulgado de los milagros del Camino de Santiago y sucedió en Toulouse en el año 1090. En el Liber Beati Jacibi  se le atribuye a Calixto II.

Un romero alemán devoto de Santa María viajaba con su hijo por Rocamador hacia Santiago de Compostela. Un malvado y hereje posadero introdujo secretamente un vaso de plata en el saco del hijo. Delatado y descubierto, un juez mandó ahorcar al mozo delante de su desolado padre, que llorando continuó su prometida peregrinación. Pasados tres meses, de regreso fue a ver a su hijo colgado y muerto, descubriendo que aun vivía porque Santa María le sostuvo ese tiempo con sus manos. La gente indignada buscó al posadero hereje, que al confesar su culpa fue quemado en la hoguera”.

Quien va a Santiago y no al Salvador. La villa de Oviedo, antigua, vestida de domingo bucólico, se regocija viendo como cae la lluvia con cadencia sobre su suelo eternamente mojado.

Gotas de mayor a menor tamaño, dibujan círculos concéntricos de diámetros, los primeros pequeños a grandes e infinitos los últimos. Lemiscata, baile de ondas sobre un gran charco en la plaza del ayuntamiento.

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I

Serenatas de trinos durante un tiempo infinito, enmarcan el caminar hasta San Juan de Villapañada, por una senda de hospitales borrados repleta de historia. Recibo en la primera etapa del camino primitivo de Santiago, hoy, más de lo que he dado.

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II

Un mar de niebla, de humedad sin fin. Piel de agua efímera cubre formas animadas e inanimadas. Envuelve mi cuerpo el oxígeno limpio de la mañana, empapa esta cabeza el infinito de los pensamientos circulares, y ajenos los pies, caminan sin dar cuenta de sus experiencias con los guijarros, siempre adelante por el trazado del recogimiento.

Cae la lluvia al iniciar la segunda etapa del camino, trayecto que va desde Villapañada a Bodenaya. Disfrazado de hora, minuto y segundo, Dios es dueño del tiempo, ese momento quiere vivir eternamente, y se hace renglones en la memoria del caminante.

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III

El sol peregrino y solitario, permite que la luminosidad camine sola, muda claridad perimetrada con cercas de madera. Complot entre el cielo y la tierra, por el cual se forman cuadrículas verdes, azules y amarillas, pastos infinitos cóncavos y convexos.

La tercera etapa del camino abarca el espacio que han de cubrir nuestros pies, desde Bodenaya hasta Campiello.

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IV

Aún resuena en mi oído un despertar con hermosos y tenues susurros. Una melodía que se corresponde con la levedad que queremos para con nosotros mismos, leve la tierra, el cansancio.

Un comienzo dulce, al escucharse el “Ave María” de Händel, que surgía de entre las paredes de colores, esas que delimitaban nuestro ser y estar. Recuerdo una casa de color rojo que se despedía de todos los espíritus peregrinos, dejábamos un refugio precioso para interiores con mil cargas, ya un poco más atenuadas.

De “Campiello” a “Berducedo” por el camino de los hospitales. Mil doscientos metros de niebla que te lame la mochila, que pesa, te ciega, que no te deja ser testigo de la belleza del paisaje.

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V

Las cuatrocientas sesenta mil necesidades del ser, se apilan como piedras en los cajones más escondidos de la psique. Los pasos que pesan, son el antídoto para el afligido. El continuo caminar reduce las exigencias del peregrino, cada pisada en el camino hace más fácil y liviana la propia vida.

La quinta etapa del camino concluye en Grandas de Salime. La niebla y el rocío de la mañana son compañeros embutidos en sus pensamientos. Bruma y humedad cálida, que como el viajero, ya sea peregrino, romero o palmero, se desprende de su peso. Alba construida con pequeñas gotas de agua fresca que quedan detenidas en mi viaje, sobre la ropa que me cubre.

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VI

Túneles de pasos arañados en la tierra y flanqueados por bosques de pinos. Reinos de tamaño ínfimo que se ubican a lo largo del camino primitivo, en la sexta etapa desde Grandas de Salime hasta Fonsagrada, esta última villa ya en la provincia de Lugo.

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VII

Un sol hermoso asoma tímidamente su rostro. Viajero disco de luz se aventura a tocar con los primeros rayos, un corto espacio de agua pura que fluye de la fuente sagrada que da nombre a la villa de Fonsagrada. Porción de líquido único y exclusivo para este peregrino.

El círculo infinito acaricia el tiempo. Los primeros pasos de la mañana se han consumado y se dirigen a la localidad de O Cádavo Baleira, como parte de la séptima etapa del camino.

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VIII

Imágenes de sonidos dibujadas en los códices, que pudieron haber sido, que nunca fueron porque murieron en el “scriptorium” de amplios ventanales, afecto al pensamiento de los caminantes.

Camino real como la vida, el que une en la octava etapa, O Cádavo Baleira con la ciudad amurallada de Lugo.

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IX

Me abrazo a la almohada, la noche se acuesta, las piedras del camino corren más que el peregrino. Paso tras paso, sueño que me aferro al crujir de los árboles, estos se mecen con la intención de seguir durmiendo.

Desde Lugo a San Romao da Retorta, en la Galicia perenne habita el caminante, ahora en la novena etapa del camino.

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X

El aire que nunca olvida, recuerda fragancias de fragmentos de vidas. Los viajeros, de sentidos y sentimientos doblados, algunos encontrados y otros livianos, pesados, pero todos guardados en amplias mochilas, afrontan la décima etapa desde San Román da Retorta a Melide.

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XI

Cientos de almas y destinos confluyen, cien piropos al camino antes primitivo, unido a partir de ahora al francés. Aguas santas, única espuma de vidas que se dirige hasta o Pedrouzo, en la undécima etapa de un camino antiguo.

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XII

En la última noche se apagaron las estrellas del firmamento. Con la salida tímida de los primeros rayos de sol parecía no querer empezar el día.

Los peregrinos se disponían en hilera, seguían el sendero encandilados por las señales, entre cada uno de ellos polvo y piedras. Conseguir beber con sed la soledad es un gran logro, una recompensa que obtiene un viajero que teme que la muerte, sea su compañera de camino en algún lugar aislado.

La duodécima y última etapa termina en la plaza del Obradoiro en Santiago de Compostela.

“Como los 12 apóstoles, las 12 Tribus de Israel, los 12 dioses y titanes del Olimpo, los 12 Caballeros de la Mesa Redonda, los 12 Pares de Francia del Rey Carlomagno, los 12 fundamentos o bases de la muralla del Nuevo Jerusalén, las 12 perlas, las 12 puertas, los 12 ángeles que protegen las puertas, los 12 veces 12.000 hombres que vivirán en la ciudad sagradas, las 12 tareas de Heracles, los 12 compañeros de aventuras de Sigfrido y mil veces 12”.

Dejar de caminar, detener los pasos, y para mis adentros pedir.
Camino de Santiago primitivo, nunca nos olvides.



La mariquita margarita

¡Mamá! no quiero ir al cole, dice la mariquita Margarita, los saltamontes y gusanos, ¡fíjate!, hasta el escarabajo pelotero, todos me llaman gordita y se ríen de mi.

Sueño con tener el cuerpo como cuando era una pequeña larva, quisiera ser como el delegado de clase, el gusano de seda Bartolo, es muy delgado y listo.

Hija mía, dice mamá, eres pequeña para sufrir así por algo que no tiene ninguna importancia. Cada noche, la mariquita Margarita lloraba en la puerta de la habitación de mamá y papá. Quiero un mimo mamá, papá, os digo de verdad que no quiero ir al cole.

Debes ir Margarita, dice papá, es una obligación, te harás mayor y esas pequeñas cosas que ahora te hacen llorar, mañana no te importarán.

Decide la pequeña dejar de comer pulgones. ¿Sabéis que las mariquitas se alimentan de pulgones? Se pone malita, muy malita por no comer nada de nada. Mamá y papá muy preocupados la llevan al centro médico, muy cerca del gran hormiguero. Margarita ha dejado de alimentarse porque en el cole, los saltamontes y gusanos le llaman gorda, explica la mamá a la hormiga doctora.

Siempre habéis sido bellísimas y de cuerpo redondeado con preciosos puntos negros sobre fondo rojo, así eres tú, tienes que aceptarte Margarita; eres importantísima, coméis pulgones, si dejáis de hacerlo, esos pequeños insectos serán tantos que acabarán con todos los cultivos, no quedará nada en los campos, dijo muy preocupada la hormiga doctora. A las hormigas nos encantaría ser mariquitas.

Mamá, papá y toda la colonia de mariquitas dejaron de comer pulgones, querían dar una buena lección a los saltamontes, gusanos, también a los escarabajos peloteros y sobre todo al delegado de clase Bartolo el gusano de seda, este último no apuntaba en el encerado a los que habían hecho llorar mucho a Margarita, nuestra pequeña mariquita.

Comían otros insectos, ácaros,  dice mamá mariquita que siempre hay que alimentarse bien y equilibrado. Los pulgones se multiplicaron por millones, miles de millones, se acabaron los tomates, las patatas, lechugas, y el maíz, todooooo.

Los saltamontes se preocuparon mucho, y los gusanos muchísimo más. La profe caracol Col, explicó hoy una lección muy importante: “niños, todos somos necesarios, cada ser vivo tiene un valor incalculable. Margarita se come los pulgones, si las mariquitas desaparecieran, la vida de los saltamontes, gusanos, escarabajos, sería muy difícil”.

Nuestra protagonista entró en clase con la cabeza baja, muy triste, no se escucharon risas, los saltamontes se levantaron y aplaudieron, el gusano de seda lloró de emoción, los gusanos verdes también, todos abrazaron a la mariquita Margarita.

Nunca más volvieron a decir que estaba gorda, era así su bonito cuerpo, redondeado y con unos preciosos puntos negros. Margarita abrió sus alas y voló más feliz que mil mariquitas felices juntas.