Poemas de José Luis Benítez


Las aguas (1)

Pintar de negro el mapa, tintar el mar de azul.
Obscura profundidad de los abismos,
que no casa con el manto azulíneo de las olas.
Trazado rectilíneo, ocre de los riscos escarchados
que tampoco armoniza con la espesura verdinegra de los valles.
¿Aquella cueva? La mujer la cuida como su hogar…
Amenaza de crespones/nubarrones atizando la discordia.
Pintar el mar de azul sin poesía expuesta…
Cansados, los ojos no aprecian el calado…
¡Uno se figura que esa mujer lo rescata en su imaginación,
que se convierte en el héroe de sus fantasías!
Esa imaginación declive de las ensoñaciones,
impulso que subyuga los ideales.
¿Qué será del devenir, sin más savia que la que ella prodiga?
¿Brotarán las flores del olvido? 


Las aguas (2) 

¿Jugar y representar
esa función que atesora lo que no se posee…?
¿Dejará que penetre el espíritu a través de la sinrazón?
Si es así, obligado, recurrirás a lo más profundo de la sabiduría,
al límite donde se bordan los sueños;
y ejercer haz el poder que arrebataron sin consentimiento.
¿Escapar de ese laberinto abierto al infinito?
El viento moldea las aspiraciones de la conciencia.
La mujer: ¿qué hacer con la mujer,
aquella que decretó y selló tu condena?
Ya no vale la astucia…No lo recuerdo.
Atrapála por detrás…, acaricia y aprieta sus ebúrneos pechos;
 y así brotó y derramó la leche de la nueva creación.
El sangrante corazón atravesado de puñales.
Grandes contrastes, como espejos gigantes
levantados sobre la mansa quietud de un lago.
Se encarga la vida de triturar las ilusiones;
cual reflejo de pájaros muertos sobre cristal.
En cada pájaro que yace frío e inerte,
se encuentra el recuerdo nunca imaginado.



Las aguas (3)

No son ya / los amores,
tal vez / los sinsabores.
Tampoco / los ardores
de la lucha,
que despiertan y engrandecen la fantasía;
o quizás sea la terrible caída de la nada,
como el manto que cubre los despojos…
Ni lágrimas dulces enjuagando ojos escarnecidos.
Monstruosos espejos / de tiempo torcido
abiertos al mirar de la desolación.
Nada será para el mañana, porque nada se acabó de ver.
No es imposible regresar del sueño,
de las sombras que te envuelven en los pesares de otros días.
Si acaso, fuerte y rejuvenecido,
contemplarás el presente de los otros
sin alcanzar la exacta visión de su memoria.
Creyéndote en la vida, con la cabeza erguida,
llorabas y llamabas a los muertos.
Pero las visiones cambiantes traspasaban las aguas.
¡Y era tan lejano el frío que calaba tus huesos!
Nadie nunca adivinó tus intenciones.
Mas la mujer era portadora del secreto
que arruinaría tu existencia.



Las aguas (4)

Recoger las impresiones de la luz
y desembarazarte de su influencia
por el terror de otra vez perderla.
A veces, la fe, el ansia de conocimiento,
arroja a los brazos de la destrucción.
Ella contempla tu trabajo;
sabe que las combinaciones de tu quehacer
conllevan la química exacta de tus ideas.
Oprimido el corazón, te conduce del arrojo a la tristeza;
de la certeza brutal, a la ineptitud más desoladora.
Y quizás de ahí en adelante, si es que la resistes,
al encumbramiento del poder.
No es fácil el verse despojar de los atributos
que arropan la desnudez del alma,
si es que se arriba tarde a la cita del destino.
Las aguas borran toda huella, toda estela del vacío pasado;
el  tremular de las vibraciones que anularon la existencia
de falsas quimeras…



Las aguas (5)

¿Y morir?
¿No es la muerte un accidente;
una falta de horizonte,
una carencia de unión
que se reserva para otros,
un echar de aquí para allá
que no se alcanza con el esfuerzo?
El carácter de la iniciación
te indica el camino del servicio
a la humanidad plena…
Y de esa forma resta la permanencia.



El círculo vicioso

.Condenado a ver con poca luz
.la penumbra que dan de sombra...
.despierto del insomnio y entreveo plantas
.que parecen una cosa llamada "flores";
.y otra, animales que me miran
.tan sorprendidos como yo a ellos...
.Feroces/. Descarnados/: Trasgos.
.Nadie se fía de nadie y de nadie se fía nada.
.Y desde la copa de los silbados árboles
.me contemplan los espíritus desinflados
.de mis antepasados que sí tuvieron la suerte
.- tal vez no- de disfrutar de un horizonte
.más ancho y largo de soles
.que aquel con el que se sueña
.en las pesadillas que tiran y tiran...
.Terror a la plancha: la vida está aquí para aniquilarte.
.Lo que miras son sólo musarañas egoístas;
.lo que siento, debilidad mal puesta:
.cuando falla la columna de las falsas creencias.
.Lo que se piensa, el balanceo entre las varias alternativas
.a la eterna pregunta del caos que gobierna y lidera la traición.
.Y el famoso amor que nos horada el coco,
.sólo quiere que lo vacíes de sentimientos
.para no entorpecer la creación
.del nuevo ser que se avecina a pasos de gigante.
.Y luego palparás las piernas que usurpan los caminos
.y desparecerán, como por mago, los campos de tus ojos.
.Crecerá otra vez el poder -siempre llega sin tiempo-
.que te abrirá a los mundos que hoy no alcanzas a sonar.
En algunos gustaría de aposentarme;
.en otros, seguramente huiría atemorizado
.por lo que allí descubra: las olas de la infinita manipulación.
.No se trata de violencia o muerte al uso,
.sino que intuyo el frío aislamiento cotidiano
.-tampoco lo sé ni lo sé tan poco-,
.donde la nada se descifra ni se paga
.con una simple imagen de la imaginación.



El trueque

¿Qué busca la poesía?
La unión.
¿Y la unión?
La ayuda.
¿Y la ayuda?
Explorar:
La ayuda quiere explorar
los confines del viento.
¿Y el viento?, ¿Qué busca el viento?
Sacrificar su habilidad
para que destaque tu destreza.
¿Y si te entrega a cambio un amor
que destroce el corazón,
que rasgue y rompa tu armonía?
Entonces,
no es que lo crea,
empezaré de nuevo…
¡con la poesía!


Improvisando ante la premura del tiempo

Oh, primorosa roseta de la vida/:
líbranos de lo trasnochado, de lo denostado sin tregua,
de los pesares todavía no sufridos.
Aparta el infierno de la ignorancia de nuestra vista,
aclara los misterios del ser,
aquellos arcanos que cada día respiramos,
 y no dudes en mostrarnos los senderos
que nos separan de tus designios.
Envía, si es que puedes, la sabiduría al mundo:
aquellos que se niegan a aceptarla,
confínalos sin piedad entre los cientos
que matan la imaginación que conlleva salvaciones.
Permite a los que luchan por el bien
que triunfe la razón de sus plegarias.
Ay, roseta, sírvete unir el tiempo y el espacio
para que, siendo uno, retorne a la perfección de la realidad;
sin las explosiones que aniquilan la mente
de lo por siempre innovador.
Haz que los seres que habitan este planeta
triunfen sobre el mal que ellos mismos se inventan
para errabundar por círculos viciosos
que no conducen sino al beneficio de los menos,
 con toda la violencia indiscriminada de la sangre...
Que el privilegio secuestrado de la energía sublime
pase a las manos de aritmética de la sedienta multitud.
Abre las puertas de la percepción
y cierra las que abrió la perfidia disfrazada de bienaventuranza.
Fulmina sin consideración alguna las malas lenguas
que utilizan el fraude/ bodrios para plasmar enseñanzas de veneno
que substituyen al genio antiguo,
sin importarles un chavo -más bien todo lo contrario-
tu cabello impregnado de estrellas.
Resucita a los espíritus que te rinden culto en la montaña
ante el libro abierto de la suprema/ sapiencia,
aquella unidad que todo lo aclara:
la revelación del cosmos a los entes de la existencia.
Y preserva los corazones expuestos a la luz.
Que los planos transcurran como el pasar de las hojas
de una bella historia de amor,
como las estaciones de las muchas primaveras.
Que no prime la verdad ni tampoco la mentira.
Levanta el manto del mal y cubre de oro la tierra,
para que la belleza del cuerpo en medio del jardín
que sacia el hambre del sexo eterno
prevalezca entre los más necesitados.
Y, al final, si somos dignos, deja caer tu velo
y descúbrenos tu rostro.



La visita

No una ni dos ni tres,
sino a veces muchas veces
al día los muchos días...
se acercaba trémulo
para disfrutar del trémulo ardor.
Y, con su aliento de miel,
despertaba dulcísimas/ delicias
 de las entrañas rotas del esfuerzo;
anegando de besos ardientes
al corazón herido de la nostalgia.
Sin amor un día de muerte;
y, sin amar la vida, sino la noche,
las plantas te abrazan como locas
al cruzar el puente iluminado
del tránsito sin fe pero rabioso.
Entonces,
la ignorancia se reflejaba en el espejo;
así que al concluir la obscuridad,
ni la paz ni el destino
se adueñaban de memoria alguna.