Nuria González Carrillo, poemas

Lo amaba, cuanto lo amaba

Lo amaba, cuanto lo amaba,
e intuía como algo irreal el sueño vivido junto a él,
rezaba, si, una vez recé,
fue en otra vida,
durante años, cada noche,
oraba para conservarlo, temía el fin.
En lo más hondo lo sabía,
no lograríamos envejecer juntos,
siempre lo supe,
con una certeza molesta e inadmisible,
ocho años orando,cuando nunca estuvo previsto un final feliz.
Yo lo sabía,
como los animales saben del temporal que se acerca,
aun en días bañados en calma.
recé tanto, cuando sus días eran pocos en este mundo,
que marcharon mis oraciones junto a él,
junto a ese dios desconocido al que tanto rogué.
Oré para esta vida y la siguiente,
pedí y pedí,
ahora tan sólo me queda hacerlo por mí.


Retazos de ti

Las olas son custodias de nuestras huellas en la arena,
las mismas eternas, aquellas que pasean tus cenizas.
Yo, como naufrago testigo de tu memoria quedaré muda,
esperando a volver a amar,
perdida cada noche entres sábanas blancas,
miraré hacia tu lado de la cama,
en un intento de recordar tu risa.
Como humo te vas desvaneciendo,
no sé si quien soy ahora te gustaría,
no soy aquella, entre todos la mataron,
resucitando en mí la rebeldía de mi niñez,
quedaron notas de dulzura y risa fresca,
tras vivir en el llanto desgarrado.
Ignoro si tú hoy llenarías mi cuerpo y abarcarías mi alma,
solo sé algo,
mientras tenga vida,
cada primer aliento mío de la mañana, será para ti.
Fuiste el eco de mis sueños, luz entre barrotes,
dulzura en la acritud.
Podré enamorarme de nuevo, pero siempre,
para ti será mi primer aliento al despertar,
pese a quien esté a mi lado en la cama,
de manera inconsciente ofreceré el nuevo día,
sin darme cuenta, compartiré con tu recuerdo el amanecer,
como algo tan natural como exhalar aire.
Con el tiempo por bandera, cuando yo desparezca,
me uniré a ti con mis cenizas en esas mismas olas,
entonces, libres, convertidos en moléculas de polvo, devoraremos la eternidad...



Padre...grito de hielo en tercera persona

No era su padre, nunca lo fue,
lo trajo al mundo con una vara de hierro,
esperando a sacudir su ira sobre él,
esperando vejarlo hasta achicarlo y hacerlo niebla.
no era su padre,
era la ignominia hecha hombre,
la espada sobre el alma,
lo engaño de niño, para luego dinamitarlo.
No, no, no lo era,
era el castigo del inocente, las lágrimas de coral.
Alegría de la calle, el verdugo en su casa,
cartea loca del que dirán,
tapando la leche negra de sus entrañas.
Le llaman padre, pero no es su padre,
es la soberbia,
la llama muerta,
la conciencia apagada,
la cólera.
¡Anda ya de dar lecciones!
cógete la consciencia antes de que se te rompa,
no mires lo espejo, te vayan a devolver vómitos de orgullo.
Quítale tus zarpas del cuello,
ya es tarde,
da igual que todos lo critiquen,
huirá,
se alejará de ti....padre.


Nuria González Carrillo es miembro de la Unión Nacional de Escritores de España.