JASÓN
Así la luna con su blanco mármol
dejó señales sobre la textura
delicada en el rostro complacido
del joven de perfil y suave vello.
A medio levantar mostró su brazo
con la piel de carnero suspendida;
mas por desear ser escultor griego,
quiso eludir el oro para su obra.
Jasón siempre es posible como acorde,
y en nuestros pensamientos no sorprende
encontrarlo en la calle de improviso.
Acaso de seguir nuestras costumbres
crucemos helespontos cotidianos
con contenido gesto como estatuas.
TUS CABELLOS ONDEAN mi memoria
con su huella rubia escrita en tu dulzura,
la que evoco con síntomas de gloria
que van del cielo a nuestra sepultura.
Tus manos resucitan nuestra historia
cuando nos enlazamos con ternura,
tus labios me acarician con la euforia
de quien vuela inconforme en su aventura.
Para encontrarnos, tantas cosas vimos
que nos hicieron ser quienes soñamos,
como si nuestro mundo fuera un juego.
Juego de circunstancias que vivimos
cada día de urgencia que afrontamos
por lucir del amor su heroico fuego.
PARA ESCRIBIR me apremio a olvidarme
de mí mismo a la vez que sigo siendo
quien imagino, quien me persevera,
sello que me inscribieron con mi nombre.
Para escribir asumo los pasados
como ramas que dieron forma al yo
que no rogué y disfruto cada día,
sombra que crece al son de mi heredad.
Los versos me reclaman y los sigo,
así como la voz que me distingue
cuanto quise decir y me confirma.
Esa flor de poemas con su cáliz
que se va abriendo mientras enumero
pasos, aves, arenas, labios, horas.
¿DESDE CUÁNDO LOS VERSOS nos escriben
a la medida de lo que sentimos
cada instante?¿Por qué nos desvivimos
por las palabras dulces que describen
lo que añoramos? ¿Qué es la poesía?
¿Acaso embellecer lo incomprensible
de la vida?¿Sufrir lo indescriptible
por encontrar a Dios todos los días?
No hay nada como hilar con nuestras manos
las nubes sin movernos del estudio,
nada como el silencio blanco y terso
para unirnos en trance como hermanos,
nada como evitar cualquier repudio
por bruñirnos la voz en cada verso.
ante el triste sigilo de los sabios,
y devoro palabras en mis labios
cuando busco insistir en la templanza.
A veces sigo fiel a la añoranza
de ofrecerme a sus gestos sin resabios;
con sus preces olvido los agravios
y me espiritualizo sin tardanza.
Conozco el infortunio de las horas
ante estos claros dioses de madera,
la fiel adoración a las doloras
al compás de la luz de la vidriera
y las voces, sus lumbres tentadoras
que claman por mi vuelta a ser quien era.
A Fermín Fernández Belloso, In Memoriam
con la furia de los desamparados.
El sacramento diario
Porque todo misterio se resuelve
jugando con el agua,
sin la necesidad de vertirse de árbol
ni de verse junto a un río.
Porque todos los pueblos
que imaginé
con los ojos cerrados –mientras dormía-
se funden con el líquido de la ducha
para no regresar
al cuerpo
hasta el siguiente sueño.
Supongo que depende del silencio
detrás del surtidor,
sobredimensionarnos como dioses
en esta pulcritud
que tienen las camisas
recién planchadas,
lo que nos bastaría para encumbrarnos
sin corona.
Son los minutos en que el tiempo calla
en los relojes
porque quedaron lejos
de los sentidos.
La soledad que nunca se comparte.
Tan solo ese desnudo
en pleno rito
de parecerse a estatuas,
este rostro mojado
con ansia de noticias,
la piel con el jabón
por la dulzura suave
de las esponjas.
Cabe asomarnos por si hiciera frío
después de todo.
No se puede empezar el día
sin pureza.
¿Es felicidad tenerlo todo y no poder hacer lo que hacen los demás?
-de trenzas el cabello y rímel en los ojos-
extendías la seda
sobre tu desnudez y besabas
los labios del chacal de porcelana.
pero nunca quisiste serlo,
soñabas parecerte a aquella niña plebeya
de la choza del río.
es imposible ver escarabajos
y tuviste que hablar con Dios
para creer más en ti,
en tus visiones místicas.
acaso esos jardines sin final
del que alguna semana
hablarán en museos y academias.
como los números
y nadie encontrará modo de retratarte
para que te conviertas en suceso.
nadie tendrá la misma distancia
entre las comisuras de los labios;
quizás una corteza del árbol de la vida
te sirva como máscara
ante el túmulo fértil
restituido en cenizas.
Cuando falten tus alas
Incluso soy distinto de mi vida.
la esencia de los viajes
Las semillas en la mano
Lo que sucede tras reunir