“Malanoche”, texto de Nuria González Carrillo

Fragmento del libro “Líneas paralelas”, publicado por la autora linense en 2013

De malanoche, de negras nubes, salí también siendo noche, vestida a juego, dentro de un sinuoso modelo. Harta de muchas cosas, en ese momento buscaba algo que marcase una patada al pasado. Después de un mal concierto, acabé en una fiesta privada. Recuerdo sus labios dulces, realmente me daba igual, sus labios, sus besos, sólo quería sentir. Salimos de allí, buscando aire y encontrando cama. No fue el mejor sexo, pero el calor de los cuerpos se hizo presente en mí; casi no lo recordaba. Había saltado mis propias reglas: Nunca la primera noche, nunca con desconocidos. Ahora podía seguir dejando atrás el pasado con todas sus heridas, huecos, anhelos, podía empezar. Mi cuerpo hundido en el celibato, empezó a generar deseo, un deseo incontrolable.

“Háblame, no te escucho, trata de embaucarme, si el objeto eres tú, sí, sí, lo que tú digas, no me importa”.-“¿Cómo te llamas?”, me quedé sin nombre, al decírselo lo olvidó, mejor sin nombre, "tú no me llames, lo haré yo".

La única regla, no enamorarme. Quería jugar como los otros lo hacían. Ese mismo hombre valdría, siempre guiándome por el corazón, absurdo, teniendo un cuerpo voluptuoso hecho para el amor, apasionado e infinito. No me di cuenta. No fue uno cualquiera, era alguien perfecto para mí: Caballeroso en el antes y en el después, un punto divertido, gustos en común, devorador de libros, ansiando vivir... Sólo lo supe después. Aquella noche de lunes llamé a su casa, no me abría, utilicé mis llaves, un algo amargo y sin nombre se fue formando en mi garganta.

Al entrar cerré uno de los balcones, el frío se había apoderado de aquella casa, llamé a su móvil, miré por las habitaciones, y al pasar junto a su despacho, siempre impecablemente ordenado, vi fotografías y notas amontonadas. Me acerqué, despacio, sin saber porque cada vez el amargor era mayor. Me hubiese gustado no continuar. Al llegar a aquel escritorio, me vi. Era yo. Fotografías mías hechas hacía tiempo, anotaciones sobre mí fechadas, algunas tenían más de dos años, horarios, amigos, mi vida amontonada, como la basura cuando quieren barrerla. Continué mirando, di con un blog de notas, también fechado pero más antiguo. El corazón iba al galope. Me conocía, llevaba un pequeño diario desde hacía algo más de cuatro años...

Hacía cinco, mi pareja colisionó con otro coche y murió. El otro conductor malherido era él. Tenía fotografías de todo mi calvario y anotaciones, de cómo me veía, lo que pensaba sobre mi estado de ánimo. Me fui a las anotaciones finales: “Me he enamorado, cuando sepa quién soy nunca será mía, mi obsesión es mujer, ahora es carne, lo sabrá, mejor acabar”. Cogí mi abrigo y salí de aquella casa. En la calle había una ambulancia, un hombre saltó al vacío, estaba muerto, esperaban al forense. No quise mirar, salí a correr y entendí: “Acabar…..”.

Sigo corriendo, dudas, sentimientos encontrados, ando un camino... Sólo sé que es de luz. A mí la trampa de la cueva de las soledades ya no me atrapará jamás, la vi de cerca, tuve orgasmos con ella, escuche su voz, reímos. Yo elijo, elijo pasar de largo, elijo vivir, apuesto por el ahora y el aquí. Pertenezco a los vivos, no a los muertos.