Mi caracola


Solitaria en su cama de arena, descansa mi caracola, no son tiempos para su dulce sonido, para su bravo rugido. 

Todos la ven, todos la conocen sobre la arena, todos prefiere el móvil de cable teñido, menos mi niño dormido que quiso hablar con Dios, que supo de caballos alados y de cantos de otros siglos. 

Suena, suena y pregunta, te tiemblan las manos, vino el viejo vagabundo aquel que a escondidas está en tu corazón, duerme los sueños de niño, duerme la crueldad de este mundo.

Me volvió a llamar y era Dios, la caracola abrasaba, la arena quemaba, su ronca voz era dulce, yo no quiero un móvil que quiero una caracola para escuchar su voz.

Mi corazón saltó en mi alma, ya no era mía, he descubierto a escondidas al viejo marino.

Pobre, imagino sola mi caracola, es tan bueno Dios que a la noche la vistió de blanco para su compañía.

E iba yo, la recogí, la quise amar, dar casa y amparo, lugar de reposo en mi corazón y se puso triste y me dijo ¡Quiero mi libertad! Se la di sin pensar, ese era su deseo.

¿Quién puede encarcelar a Dios? Ya he dormido mi sueño.

Hoy es noche de San Lorenzo, a mi caracola la asaron, pero sigue Dios en ella y en ella mi corazón.

De suerte que ésta noche serena me traiga de nuevo a Dios, la música de un pueblo amigo, el cruce de las espadas al sol y el viento de pañuelos verdes que huelen a Amor, aquél del que habla la historia, aquél que quemó su vida por Dios.

Mi corazón es una brasa, por una Laurentina Huesca que llega a mi caracola que llega a mi corazón.

No necesito móvil, no, para ver a Dios que para oírlo ya tengo una caracola sobre la arena.

Hoy quiero volar a dónde estás tú Amor mío, quiero ser de ti la albahaca, los compases, la alegría y la fiesta y...Y volver después a mi casa, a mi mar, a mi arena, a escuchar el dulce sonido de mi caracola.

María Auxiliadora Fonellosa