I
Orilla de luz, orilla
con el azul por la ventana.
Moza fenicia y romana
entre la arena sencilla.
Digo a los aires Melilla
y hasta el mar murmura a coro.
Te cante el verso sonoro,
Rusadir, Melilla, tú…
Junto al monte Gurugú
donde muere el Rio de Oro.
II
Donde muere el Río de Oro
tu belleza es atalaya
porque trenza una muralla
su belleza sin desdoro.
Si ahora entre sombras te añoro
quiero tu luz atrapar
y, en mi lento deambular,
alcanzar en la frontera
la eternidad de tu espera,
novia perenne del mar.
III
Novia perenne del mar
porque a tu lado el mar suena.
Emperatriz de la arena,
princesa del alminar.
Descorre de par en par
de su belleza ese velo
y, en volandas de mi anhelo,
lleva el sueño, con un salto,
bajo el brillo claro y alto
del celeste de tu cielo.
IV
Del celeste de tu cielo
bebe el tiempo sin cuidado,
muchacha tú, que has peinado
con peines de luz tu pelo.
Un ángel que va de vuelo
quiere besarte la frente.
Melilla, belleza urgente
trenzando la espuma clara
que un abrazo separa
uno y otro continente.
V
Uno y otro continente
te demandan el amparo
y en el brillo de tu faro
los dos caben de repente.
Noble tierra transparente
que eres faro y crisol.
Déjame sin arrebol
con mi voz que se encadena
cantar tu belleza plena,
hija perenne del sol.
VI
Hija perenne del sol,
ciudad hermosa y sonora,
dama al aire señora
de culturas, mirasol
que en nuestro mapa español
relumbra como una estrella.
Eres la alhaja más bella
del Mediterráneo entero,
que en orilla del joyero
como oro noble destella.
VII
Como oro noble destella
la piedra de tus murallas,
memorias de las batallas
que engrandecieron tu huella.
Huella solemne de aquella
Rusadir fenicia. Ahora
tu grandeza condecora
la luz de tus tres recintos,
plazas, calles, laberintos
de
estirpes cristianas y moras.
Juan José Vélez Otero
Primer Premio del XVII
Concurso de Poesía D. Pedro de Estopiñán, organizado por la Casa de Melilla en
Valencia