Las palabras



Las palabras se quedan cortas 
 
para describir lo que percibían mis ojos. 

Aquel lejano día surgió por encima de la montaña 

un monstruo formado por los deseos 

insatisfechos de mi alma. 

Creí escuchar una voz que a la calma me llamó 

y que, firme, me conminaba con su autoridad perentoria
 
a enfrentarme a aquella terrible y maldita ilusión
 
que a mí ya no me importaba para nada. 

Rechacé la propuesta y di la espalda al esfuerzo 

que procuraba el final de mis arrestos. 

No te lo puedes ni siquiera figurar... 

Pero la voz me amenazaba 

con destrozar mi vida para siempre 

si yo no me atrevía a arrostrar las consecuencias 

de mi desfase de otros tiempos períclitos. 

Es que yo creía que ya no eran míos, 

que se difuminaron en el espacio... 

aquel estrecho reducto en donde la purificación 

sólo era válida si te dejabas quitar el premio de tus tesoros. 

Mas no quise: resistí y me opuse y desobedecí la orden. 

Sentí insuflarme del poder primero que infunde la rebeldía 

como un rayo fulminante que te crece y que me cubrió todo...
 
Aquí estoy parado, pensando que acierte la palabra 

a descomponer el hechizo de mis enlutados delirios. 

Ahora, si miro a alguien, no entiendo qué cosa pueda ser... 

Ser o no ser es la palabra de la creación 

muy propia del individuo 

que se expande en la tierra de promisión 

y que arroja su fruto 

sin semilla para arraigar en las entrañas de lo fértil. 

Malbaratar y derrochar la vida con tal después de atesorarla.

José Luís Benítez