Melilla la Vieja, gracias...


He llegado hasta aquí

para refugiarme en tu historia.

Tus murallas delatan

tu belleza y tu elegancia.

Detrás de tus puertas

me espera la calma.

Subiendo a tus alturas

se exalta mi alma.

Siempre estás perenne

y todo te resalta:

La Puerta de Santiago,

Los Aljibes y tu Iglesia.

Soy como el vagabundo

que no encuentra aposentos,

y hoy, al recorrer tus calles,

grandes tesoros voy descubriendo.

Tu silencio me da sosiego

y ese mar que te rodea,

me acerca más a mis sueños.

Tú, Melilla, Melilla la Vieja,

no sólo eres historia y belleza.

Eres el refugio de este triste poeta.

¡Gracias Melilla la Vieja,

por dejarme hoy entrar por tus puertas!
 
                                                                                                    
Ramón Álvarez

Melilla, 19-12-1998