Poema de Emilio Sánchez











EL DESENGAÑO

Ahora,

en el momento de mi decisión suprema,

hago el recuento de mis horas:


Cuando te vi la vez primera

Ibas, con gracia traidora,

repartiendo sonrisas

Y esparciendo tu aroma.


Como perro callejero te seguí,

Mendigándote una limosna.

Mas ni reparaste en mí;

para ti sólo fui una sombra.


Yo, en cambio, te atesoré

en mi pecho y en mi mente

pues en ti quedé prendido

con alma de adolescente.


Y te soñé como un ángel,

como gacela con alas de paloma

y , enamorado, levanté altares

donde adorar a mi diosa.


Cuando te ví la vez segunda,

tú con un hombre estabas

y, con arrogancia furtiva,

le permitías que te besara.


Celoso, lo maldije mil veces

Y hasta ganas de matarle tuve

Pues no podía soportar

No ser yo aquel hombre.


Mas… ¿con qué derecho,

Si lo mío era sólo quimera,

Podía exigirte yo nada,

ni prohibirte lo que quisieras?


Mujer libre y sin ataduras,

Podías libremente escoger

Como hombre de tus sueños

a quien tu capricho eligiera.


Por fuerza el rencor guardé

Y me rehíce de aquel enfado,

Mas te caíste del pedestal

Donde mi amor te había elevado.


Cuando te vi la vez tercera

Mi corazón se llenó de gozo:

De tus ojos, miradas dulces

De tu boca, sonrisas tiernas.


Y soñé sueños nuevos

de ojos verdes y labios rojos,

y hasta palpitantes pechos,

unidos en amores gozosos.


Con devoción, con ternura,

Exaltado, me atreví a hablarte,

como se habla a una reina,

a la ninfa del amor o del arte.


Reina del amor -te dije-,

Yo de amor por ti muero.

¿Qué ofrenda debería hacerte

Si me concedieras un beso?


“Un beso poca cosa es-dijeste-,

Si lo pides con tanto ingenio.

De antemano concedido lo tienes,

Ven y recoge tu premio”.


¡ Oh, qué ósculo tan dulce!,

Fallecer me sentí primero,

Mas, transportado en carros de fuego,

Creí que alcanzaba el cielo.


Excelsa diosa del amor

la luna yo te alcanzaría

Si con ello permitieras

Que se unan nuestros cuerpos.


“No es necesario –respondiste-

Si disfrutar mi cuerpo deseas

Con cien euros te bastará,

¡Como con todo quisque!”.

***

Antes de despedirme,

mi buen y cándido amigo

un consejo quisiera darte:


“En la guerra y en el amor

nada es lo que parece;

de nada ni nadie te fíes.

te irá mucho mejor”.

***

El poeta en la tumba fría,

las cuartillas que garabateó leo,

En el mismo lugar del suceso;

las puertas de la mancebía.


Emilio Sánchez