Poema de Carmen Carrasco













PEQUEÑO BONSÁI

El respeto a un ser vivo

debe estar por encima

de un capricho pasajero.


Naciste en la China milenaria, pequeño bonsái,

considerado a lo largo de los siglos

como símbolo de eternidad,

puente entre lo humano y lo divino

para el ser afortunado que alcanzase

el privilegio de llegarte a poseer.

Miniatura vegetal que quisiste crecer

como crecen tus árboles hermanos

y en aras de un arte sibilino,

doctrina taoísta de unos monjes,

o simple capricho de nobles y señores

de lujo refinado y oriental,

fuiste condenado a ser el enano de tu especie.


Pudiste ser un árbol gigantesco

esparciendo generosa sombra alrededor,

reflejando tu hermoso cuerpo en el estanque

mientras flores de loto suspiraban

prendadas de tu majestad.

Pudiste acoger entre tus ramas poderosas

cantarinas aves que con sus gorjeos

alegrarían tus días y tus noches y a su son

mecerías, como un padre, en el nido a sus polluelos.

Pudiste ser refugio de jóvenes enamorados

que al caer la tarde bajo el sol,

cogidos de la mano y enlazado el corazón,

bajo tu cómplice sombra paternal,

con besos de pasión sus promesas sellarían.


Pero no te dejaron crecer.

Cada vez que gestada con amor

en tus frágiles ramas una hojita nacía,

era al instante arrancada de tu ser.

Y, poco a poco, tu cuerpo fueron mutilando

y en árbol enano fuiste convertido

para inútil ornato o capricho pasajero

de quien un día, cansado ya de ti,

para siempre olvidado en cualquier parte,

pequeño bonsái, te dejará morir.


Carmen Carrasco