Poema de Fortu Bitán











OLIVARES SANGRIENTOS

“Los olivares del Huerto

se tiñen de sangre nueva,

de sangre de un Dios que llora

una culpas que son nuestras”.


La noche se va adentrando

azabachemente negra,

terriblemente terrible

hacia un alba que se acerca.

Terriblemente terrible

terriblemente sangrienta.


La historia guarda misterios

que los olivos no cuentan

por ser los testigos mudos

de aquella noche de vela.

de aquella noche de sangre

de miedo, dolor y pena.


En la oscuridad del monte

alumbra la luna llena

con su luz de plata pura

una encorvada silueta,

y brilla el perfil de un hombre,

que arrodillado en la tierra

llora lágrimas de sangre

en la soledad inmensa,

y grita ¡Padre haz que cese!

este cáliz que me quema

como fuego las entrañas

y toda el alma me quema,

y me quema hasta las sienes

y hasta el corazón me quema,

¡Padre!, aparta de mí este cáliz!

que toda mi carne tiembla!.


“Los olivares del Huerto

se tiñen de sangre nueva,

de sangre de un Dios que llora

una culpas que son nuestras”.


Viene arrebolando el alba

horizontes que semejan

un cielo prendido en llamas,

como celestial candela,

y un hombre va monte abajo

caminando entre las piedras,

llevando en su corazón

presagios de una tragedia.


El sol alienta esperanzas,

que saben a primaveras

y nuevas espigas verdes

y nuevos granos de avena,

serán cosecha futura

de aquella noche de vela,

de aquella noche de sangre

de miedo, dolor y pena.


“Los olivares del Huerto,

se tiñen de sangre nueva,

de sangre de un dios que llora

¡unas culpas que son nuestras!.


Fortu Bitan