
Distinguida escritora, es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y máster en Literatura Española por dicho centro académico. Inquieta por la palabra, y laboriosa, su quehacer literario se ha visto laureado en diferentes certámenes como "María Agustina" (poesía), "Murcia Joven", "Emilia Pardo Bazán", "La Pluma Verde", "Algazara", etc. Ha publicado dos poemarios: "Fe de erratas" (editorial Biblioteca Nueva 2010) y "Poemas para zurdos" (Renacimiento 2010). En el volumen "Cuentos alígeros", de la editorial Hipálague, ha colaborado con un relato: "La única verdad".
Actualmente, Virginia Cantó redacta su tesis doctoral sobre "Poesía española del siglo XX" y disfruta de una beca literaria: "Generacción", concedida y patrocinada por el Instituto de la Juventud de la región de Murcia. Es presidenta de la Asociación de Jóvenes Escritores Murcianos, con sede en dicha comunidad autónoma.
Su verbo, lleno de imágenes, en el uso preciso de la metáfora, entre otras figuras, nos muestra la realidad de sus orígenes y de su migración, desvelando su sencillez y su calidad humana. Palabra clara, reflexiva y plástica porque nos pinta a través de ella rincones de su tierra amada, su génesis.
Tal vez muchos de sus poemas nazcan de su andar por el Paseo del Malecón o de su asueto en el Jardín de Floridablanca o de su pronta lectura de otros vates como Ibn Arabi o Jaime o Campmany.
De Virginia Cantó Ramírez destaco este poema: "Vi(d)as cruzadas", perteneciente a su libro "Fe de erratas".
Crecí cerca de las vías del tren / quizás por eso aprendí temprano / que el cuerpo y la prisa viajan / en el mismo vagón de cercanías / ticando el mismo ticket / de raíl apresurado, oxidando / las muñecas de los hombres / las tibias atropelladas / de un siempre llegar tarde en los relojes. / Los trenes, como los hombres, / tienen las venas de acero / y palpitan carbones en las noches / como el rumor compás del pecho de mi madre / acunando mi cuerpo ferroso; / siderúrgico; / destetado / amamantando el gozo inoxidable / de estar siempre yéndose, / estático y marchado / en vagones que poco dicen de uno mismo / siempre recién llegados / para rompernos las nucas de viajeros urgentes.
Artículo de Graciliano Martín Fumero
Publicado en El Día, de Tenerife